sábado, 24 de noviembre de 2012

2 cosas extrañas a la teología argentina

El país polarizado
Hay una situación actual de la teología argentina, hecha por argentinos, que me preocupa hace bastante tiempo. Es una situación que tiene mucho que ver con el estado de lo político en Argentina, con la polarización y con el conflicto social que excede el ámbito puro de los partidos políticos llegando a insertarse en casi todos los ámbitos de la vida de este país.
Para los familiarizados con esta situación a la que me refiero, es fácil detectarlo; para los que no, puede resumirse de la siguiente manera: en Argentina hay dos facciones en un enfrentamiento irreversible; por un lado los adherentes al proyecto y modelo llevado adelante por el matrimonio Kirchner en su paso y permanencia en el poder ejecutivo desde hace casi diez años; por el otro lado los opositores acérrimos a ese proyecto y modelo. El problema no está en que existan las dos facciones, sino en que su polarización es extrema y el nivel de agresividad está creciendo en una escalada que ha alcanzado un punto irreversible. Ambas facciones tienen fanáticos. Eso también es un problema. No hablamos sólo de adherentes, sino de un fanatismo que ciega y que no deja espacio a la reflexión ni al diálogo sincero y real. Hay fanáticos K, podríamos decir, y fanáticos anti-K. Los primeros defienden todo lo que sale emanado del ejecutivo y de la cohorte kirchnerista; los segundos atacan todo lo que sale emanado del ejecutivo y de la cohorte krichnerista. No hay tintas medias, no hay grises. Y el fenómeno excedió a los partidos políticos, o a aquellos tradicionalmente más involucrados en el partidismo; es un fenómeno que llegó hasta los núcleos familiares, de manera que hermanos no se hablan más a causa de este enfrentamiento, o amigos dejan de juntarse regularmente por este conflicto. Como cualquiera con memoria y reflexión puede inferir, el punto de no retorno lleva, indefectiblemente, a una violencia que va a estallar. Lo sabemos por la historia pasada.
Ahora bien, el problema de la teología en Argentina es que se ha polarizado perdiendo lo que considero son dos características básicas de la teología: la crítica y la profundidad. Vayamos a la representación básica y esquemática. Existe un grupo de teólogos adheridos al proyecto krichnerista, en este punto ya fanáticos del kirchnerismo. En la otra facción existen los teólogos anti-kirchneristas; los católicos, en su gran mayoría son fieles y leales a todo lo que emane de la Conferencia Episcopal Argentina y del Vaticano. En el medio hay teólogos interesantísimos y teólogos grises. Los interesantes, que aún conservan la crítica y la profundidad, son los menos. Los grises son varios. Se podría caracterizar cada grupo así:
a) Teólogos K: consideran que el proyecto kirchnerista (llamado “nacional y popular”) es una expresión de los anhelos setentistas de la teología de la liberación. Interpretan que las legislaciones de estos últimos diez años y la política económica abordada son expresiones de un posible avance del Reino de Dios. Hasta se podría decir que es una epopeya, donde el kirchnerismo revirtió la crisis 2001-2002 del país restituyendo la dignidad de los pobres, y por esa restitución de la dignidad de los excluidos, puede hablarse de una afinidad con el Evangelio.
b) Teólogos anti-K: los católicos adhieren bastante al neo-conservadurismo eclesial llevado adelante por el Vaticano en este último tiempo. Ven el kirchnerismo como una amenaza, al igual que sus pares latinoamericanos pueden ver los gobiernos populistas de la misma manera. Temen que el avance del poder K ataque privilegios eclesiales de antaño. Y temen que el impulso a determinadas legislaciones (matrimonio igualitario, igualdad de género) socaven el pilar teológico-pastoral de la familia que sostiene la institución. Para ellos, Reino de Dios y Evangelio es lo mismo que Iglesia.
c) Teólogos interesantes: muy pocos, casi contados con los dedos de la mano. Son capaces de criticar con altura el modelo kirchnerista y criticar la institución eclesial. Rescatan lo positivo de estos diez años en materia política, pero pueden denunciar lo que esconde el modelo. Al mismo tiempo no escatiman las posibilidades para hacer saber a la Iglesia qué prácticas y qué visiones se oponen tajantemente al Evangelio. Tienen una visión particular del poder que se fundamenta en la visión de poder que tenía Jesús.
d) Teólogos grises: daría lo mismo que estén o que no estén, que hablen o que no hablen, que escriban o que no lo hagan. Son los repetidores. Dicen lo mismo que ya se ha dicho con otras palabras. No innovan en la teología por temor. Tienen la tendencia a buscar una comodidad ideológica que no comprometa. En política no se meten. En organización eclesial tampoco. Ni fríos ni calientes.





La falta de criticismo
Por esta polaridad, la teología argentina ha perdido criticismo. Los teólogos K no critican nada que salga del ejecutivo ni de la corte kirchnerista. El grado de fanatismo los ha cegado. No critican declaraciones imposibles de congeniar con el Evangelio, de parte de la Presidente ni de parte de sus funcionarios. No critican los enriquecimientos ilícitos de todos los que viven del poder. No critican las maniobras de silenciamiento y apriete. Simplemente, no critican. Disfrazan de liberacionismo algunos anuncios presidenciales, evitan tocar temas espinosos y refuerzan la crítica a la oposición. Eso tampoco es criticismo teológico. El teólogo debiera tener la libertad y la capacidad de criticarlo todo. Si la teología no es crítica, entonces dejemos de intentar hacer teología. Por naturaleza, la teología cuestiona su contexto y su alrededor.
De la misma manera, los teólogos anti-K dirigen todas sus críticas, constantemente, a la Presidente y a su cohorte de funcionarios, pero sobre el resto hablan y critican poco. No cuestionan la estructura jerárquica de la Iglesia, no analizan los discursos neo-conservadores de los eclesiásticos, no emiten juicio de valor sobre las colaboraciones entre la Iglesia y los grupos con más peso económico (medios de comunicación, sociedades rurales, cámaras de empresarios y de la industria). Disfrazan de bastión de moral a la institución que representan para demostrar que la fe verdadera es la fe que ellos proclaman, y el resto son perversiones ideológicas. Se valida todo lo que hace la Iglesia y se la entiende como un enemigo firme y, posiblemente, el único moralmente válido, al poder almacenado por el kirchnerismo. Los teólogos anti-K alimentan la polaridad extrema desde una visión maniquea que no se corresponde con la realidad. La teología debiese ser capaz de descubrir que lo absolutamente malo y lo absolutamente bueno no aplica en la situación actual de Argentina, y que la Iglesia no se corresponde con el absoluto de bondad, así como la política partidaria no se corresponde con el absoluto de maldad.

La falta de profundidad
Este es el segundo faltante de la teología argentina: profundizar. Tenemos muchos teólogos superficiales, de análisis que se queda ahí nomás, por encima, sin indagar en las raíces de las cosas. Parte de la falta de criticismo se origina en la falta de profundización. Si el teólogo no profundiza, no encuentra la crítica, porque ver la superficie engaña. Y creo yo que una función básica de la teología es penetrar las cosas. Clásicamente se definió a la teología como la fe que busca el intelecto, o sea, la fe explicada, la fe razonada, la fe desarrollada en la indagación del misterio. Aplicado a la realidad, la teología debiese ser la ciencia que escarba las situaciones sociales con el parámetro del Evangelio y del Reino de Dios.
Quisiera ir por algunos ejemplos para explicarlo. Partamos de los teólogos anti-K. Uno de sus pilares es la visión de familia nuclear, supuesto bastión de moralidad que los otros amenazan con la ley de matrimonio igualitario y con la ideología de género. Los teólogos anti-K argumentan, por ejemplo, que el matrimonio igualitario no debiese existir porque Dios los creó varón y mujer, y que la ideología de género es una perversión porque lleva al aborto. Si la teología fuese profunda, entendería que el matrimonio igualitario responde a la visión actual de la sexualidad y de los géneros, donde no está claro de dónde salen las inclinaciones sexuales. Un teólogo profundo investigaría y sabría que hoy se habla de sexo (biológico), de orientación sexual (hacia dónde se dirige el objeto del amor) y de género (construcción social sobre lo que debe ser femenino o masculino, u otros). Con este paradigma de conocimiento, la ley de matrimonio igualitario es lógica, porque las legislaciones no tienen elementos para determinar que la homosexualidad fuese una aberración. El teólogo puede tener una formación institucional que entienda la homosexualidad así, pero no hay elementos más allá de una tradición interpretativa eclesial para sostenerlo. Y la ideología de género feminista no culmina siempre en el aborto. El buen teólogo, profundo, debería saber diferenciar la ideología de género que promueve la dignidad de la mujer, pisoteada y muchas veces por la Iglesia, de lo que representa el aborto, en el cual el Evangelio tiene muchísimo para decir en contra. Una cosa no siempre implica la otra. Por supuesto, mundialmente hay grupos de presión para legislar el aborto, y muchos de estos grupos responden a una ideología feminista, pero si el teólogo no explica bien que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, parece que estuviese en contra de la mujer, y no en contra del aborto, como debería ser.
Vayamos un poco a los teólogos K ahora. Un gran argumento de soporte a este gobierno es la inclusión social. Supuestamente, los teólogos K afirman que el kirchnerismo lleva adelante un proceso de inclusión social y de dignificación del pobre, lo cual es concordante con el Evangelio. Hasta ahí el análisis superficial. Pero en profundidad vemos que el aumento de patrimonio de la Presidente en estos diez años fue exponencial, y que tiene millones depositados en el banco. ¿Esto se condice con el Evangelio? ¿Se podría decir que los ricos millonarios construyen el Reino de Dios? Hasta donde yo conozco del Evangelio, Jesús afirma todo lo contrario: los ricos millonarios son enemigos del Reino, son los acaparadores, son los que tienen lo que le falta a muchísimos otros. Pero seamos más profundos. ¿Qué pasó con las villas miserias? Quienes viven en ellas aseguran que han aumentado de tamaño en los últimos diez años. ¿Cómo podría ser esto si la inclusión social hace que la gente sea menos pobre? Hasta donde yo entiendo de sociología, en las villas miseria no vive la clase media. Más aún, analicemos los subsidios y planes. Un teólogo profundo se daría cuenta de la indignidad que representan. Son mecanismos de control social que evitan la generación de empleos y que aseguran al pobre seguir siendo pobre. El trabajo dignifica, el subsidio no lo hace. Si la teología argentina tuviese profundidad develaría este mecanismo y lo daría a conocer. Si la teología argentina conociera el Evangelio, descubriría que Jesús es un crítico del poder, y que ha afirmado con sus palabras y sus actos que el cambio social no proviene de los ámbitos de poder: al contrario, los ámbitos de poder buscan mantener a los pobres en su pobreza, porque eso les asegura seguir teniendo la ventaja económica y poder continuar con la extorsión a través de las dádivas.
La falta de profundización de los teólogos K y de los anti-K se choca, inexorablemente, con el tema del poder. Ambos grupos critican al otro poder, pero no al poder que representan. Los anti-K critican la prepotencia y el autoritarismo de la Presidente, los manejos mafiosos y los aprietes de su ministro Moreno, la escalada de puestos de La Cámpora en sitios para los que no están preparados y de los que no conocen absolutamente nada (Recalde en Aerolíneas, Kicillof en YPF, por dar algunos ejemplos), el manoseo de la justicia; pero los anti-K no critican el verticalismo institucional de la Iglesia, el amiguismo con los grupos de poder económico, la falta de reconocimiento de la institución sobre su participación en las dictaduras militares, la falta de respuesta social a los problemas reales de hoy y ahora, la persecución a los teólogos que piensan distinto, el sostenimiento de un discurso que abaja a la mujer, que desprestigia a los homosexuales como seres humanos de segunda categoría, y que utiliza la culpa para extorsionar. En el otro lado, los teólogos K critican a la Iglesia por retrógada, a los gremios no alineados con el ejecutivo por piqueteros, a los medios opositores por golpistas, a los denunciantes por no sumarse al proyecto nacional y popular, a la clase media por desagradecida, a los políticos de otro partido por no aportar ideas constructivas; pero los teólogos K no critican la campaña presidencial sostenida con dinero de la ruta de la efedrina, la formación de nuevos grupos económicos gracias a concesiones y licitaciones arregladas directamente con la alta cúpula, el encubrimiento de jueces corruptos, el uso de fondos y propiedades del Estado para acciones personales (si mal no recuerdo, ningún teólogo K hizo un análisis del gasto que representó el uso del avión presidencial para el traslado del hijo de la Presidente, que no era una urgencia, y que podía atenderse en la ciudad donde se encontraba), la situación de las villas miseria, la situación de Formosa y Chaco (por nombrar dos provincias con índices paupérrimos en educación y salud), la situación actual de Santa Cruz (que estuvo gobernada por el kirchnerismo y hoy se encuentra en default ecónomico).

Hay que arremangarse
La generalización no es buena, pero sirve para ilustrar. Tuve que generalizar en mi visión y, seguramente, cometí errores. Pido perdón a los teólogos interesantísimos, a los que son verdaderamente críticos y profundos, algunos de los cuales tengo el gusto de conocer. Ellos saben quienes son, así como los K y los anti-K también pueden identificarse a sí mismos. Tuve que generalizar para que quede claro que los interesantes son pocos, que los verdaderamente lectores del Evangelio se pueden contar con los dedos de una mano, y que muchos, lamentablemente, se han olvidado de interpretar a Jesús: prefieren fidelidad a una institución o fidelidad a un partido político antes que al Reino de Dios. Es triste.
Las redes sociales están llenas de ambas facciones. Las reuniones de teología dejan traslucir enseguida cuál es la inclinación. Y los verdaderamente críticos y profundos siguen intentando remar una teología argentina que necesita arremangarse. Arremangarse para desafiar a los poderes establecidos, sean estos cuales fueran, porque Jesús lo tenía bien claro: los poderes oprimen (religiosos, económicos, políticos), y los ricos aprovechan el poder para mantener al pobre en su pobreza. Lo hace la Iglesia y lo hace el kirchnerismo, lo hicieron las dictaduras de facto y lo han hecho nuestras democracias. El poder es el punto hacia donde deben dirigirse las críticas teológicas. Si los teólogos argentinos no toman la posta de esta crítica, si no tienen la fuerza de análisis suficiente para revelar los mecanismos de poder eclesiales y políticos, entonces nadie lo hará. Porque la teología tiene el acervo lúcido del Evangelio, y esa es la posibilidad para decir en voz alta algo que muchos no pueden ver: nos están explotando. Todos se van a dar cuenta en algunos años: los inclinados al kirchnerismo cuando pase con el país lo que está pasando con Santa Cruz; los inclinados a la Iglesia neo-conservadora, cuando llegada la crisis se apoye una solución neo-liberal, haya una respuesta que invite a orar y no una solución real y concreta para los problemas. La teología, por su capacidad de análisis, debería adelantarse y abrir los ojos de la gente.
Quisiera que no nos demos cuenta demasiado tarde. Quisiera teólogos críticos. Quisiera que la teología argentina reflexione sobre el poder con libertad, sin partidismos y sin eclesialismos. Quisiera que nos animemos a decir que no somos K ni anti-K, sino que estamos del lado de los marginados, como lo estuvo Jesús, y que ningún ámbito de poder liberará al pobre. Esa es una verdad básica del Evangelio, le guste a quien le guste.

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