miércoles, 29 de noviembre de 2017

3. Los que entran al Reino - Marcos




(Mc 12, 34) Jesús, al ver que el escriba había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.



Los escribas son personajes conocidos de los Evangelios. En total, los tres Evangelios Sinópticos los mencionan 42 veces, y la mitad de estas menciones están en el Evangelio según Marcos. Una de ellas es la cita que analizamos ahora. Este versículo particular está precedido por un diálogo entre el escriba y Jesús sobre el resumen de la Ley (cf. Mc 12, 28-33). La búsqueda de un principio unificador y resumido de lo que debe hacerse (la gran máxima moral) es común a casi todas las corrientes religiosas y filosóficas. Quien encuentra ese núcleo es un sabio. En el judaísmo, particularmente, este principio unificador tiene mucho sentido porque a lo largo del tiempo se habían llegado a contabilizar 613 prescripciones dentro de la Torá. Resultaba lógico, ante tamaño número, intentar hallar lo central y primordial. Si bien era obligación para los piadosos conocer los 613 mandamientos, no resultaba menos importante la directriz general que diera sentido a los 613.

Así es que este escriba preguntó cuál es el mandamiento primordial, y

domingo, 19 de noviembre de 2017

1. Los que entran al Reino - Marcos


(Mc 10, 14-15) Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. [Mt 19, 14-15; Lc 18, 16-17]



Hay un elenco de personas que, según el relato evangélico de Marcos, son los que entran (o están muy cerca de hacerlo) al Reino de Dios. El verbo entrar es difícil de cohesionar con la idea del Reino, sobre todo si hacemos hincapié es que no necesariamente Jesús habla de un espacio particular. El Reino de Dios no tiene una dirección postal a donde podemos dirigirnos para ingresar a él; no es un edificio de una institución; no es un salón ni una iglesia ni una sinagoga. ¿Cómo se puede hablar de entrar a él? Pero más aún, los versículos que estamos por analizar ahora contienen otros dos verbos en referencia al Reino: pertenecer y recibir. O sea que sobre el Reino de Dios: se puede pertenecer a él (o que él sea pertenencia nuestra), se puede recibir y se puede entrar.

jueves, 16 de noviembre de 2017

2. Los que entran al Reino - Marcos


(Mc 10, 23-25) Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. [Mt 19, 23-24; Lc 18, 24-25]



Es difícil que un rico entre al Reino. Pero más que difícil parece imposible, porque resulta más probable que un camello atraviese el ojo de una aguja. Por lo tanto, la afirmación de fondo es que las riquezas impiden el acceso al Reino. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cuál es el sustento teológico de Jesús para tan categórica afirmación? Se esperaría que, en un contexto fuertemente religioso como lo era Israel, Jesús propusiera, como los demás maestros de su época, parámetros morales de salvación/condenación. Podrían entrar al Reino los probos, los puros en sus actos, los fieles a la Ley. Sin embargo, Jesús expresa abiertamente que el rico queda fuera, y por deducción, el pobre es heredero del Reino.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

La ética del Reino - Marcos


(Mc 9, 47) Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena. [Mt 5, 29; Mt 18, 9]



Si bien esta frase de Jesús en Marcos tiene dos paralelos en el Evangelio según Mateo, es Marcos quien nombra explícitamente el Reino de Dios. Mateo prefiere el término vida en lugar de Reino de Dios. Marcos, en realidad, también habla de la vida. Mc 9, 47 es precedido por dos versículos de estructura similar: si tu mano es ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar a la Vida manco (Mc 9, 43); y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida (Mc 9, 45). Haciendo una exégesis comparada, podemos decir que la utilización que hace en este lugar el autor del concepto del Reino de Dios se equivale a la Vida, con mayúsculas; vida en plenitud en la compañía de Dios, vida eterna, paraíso final y definitivo, retorno al Edén. Hay muchas maneras de expresar esa realidad que la fe y la esperanza identifican como plétora absoluta, como abundancia de lo mejor, como estar empapado de la gracia sin telones ni muros que nos separen de la fuente del amor. Para Marcos, el Reino de Dios se puede asociar a esto. El Reino de Dios es, en cierto sentido, un espacio de vida plena.

domingo, 12 de noviembre de 2017

2. La fuerza del Reino - Marcos


(Mc 4, 30-31a) También Jesús decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza” [Mt 13, 31-32; Lc 13, 18-19]




La parábola del grano de mostaza es común a toda la tradición sinóptica. Ningún evangelista sinóptico ha decidido eliminarla de su colección. Y en el inconsciente colectivo cristiano también ha dejado huella. Difícilmente un católico o un evangélico desconozcan las líneas generales de la parábola, y la mayoría puede recitarla casi con perfección. Hasta temas musicales de animación pastoral se han escrito en base a ella. Es un relato escueto, pero efectivo a la hora de transmitir una idea.

jueves, 9 de noviembre de 2017

1. La fuerza del Reino - Marcos




(Mc 4, 26) Y Jesús decía: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra”



Mc 4, 26 da inicio a una parábola que es propia del Evangelio según Marcos, y que ni Mateo ni Lucas han reproducido en sus obras. La frase inicial reproduce un esquema literario de inicio de las parábolas: el Reino de Dios se parece a, el Reino de Dios es como, puede decirse del Reino de Dios lo mismo que. Estas expresiones que parecen adelantar una comparación, deben tomarse con precaución para no confundir la parábola con el género comparativo, siendo dos formas diferentes de relatos. Clásicamente se traduce: el Reino de Dios es como; pero parece ser más correcto traducir: el Reino de Dios sucede como sucede lo de un hombre que echa la semilla en la tierra. No estamos ante una imagen estática, ante una pintura sin movimiento del Reino; Jesús lo describe dinámicamente, como un proceso, como algo en movimiento y en constante fluidez. Por eso estamos ante una parábola y no ante una comparación, así sin más.

martes, 7 de noviembre de 2017

1. El Reino misterioso - Marcos


(Mc 4, 11) Y Jesús les decía: “A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola” [Mt 13, 11; Lc 8, 10]




Esta frase de Jesús está armada de una manera muy semítica, en forma de paralelo. Están los de adentro (los discípulos), a quienes se les revela el misterio; y están los de fuera, que reciben la revelación de manera velada. Debido a esta estructura tan particular que remite al habla semítica, los exegetas creen que estamos ante un dicho muy antiguo, nacido en Palestina. Ahora bien, antes de adjudicárselo a Jesús tenemos que hacer algunas aclaraciones. Inicialmente, la parábola contada por Jesús es eso: una parábola. Esta forma de relato tiene particularidades intrínsecas (es breve, conciso, sin demasiado detalle, utiliza imágenes, suele encerrar un hecho insólito), pero sobre todo, para nosotros a la distancia, conviene entender que no es una alegoría. La parábola es un relato donde no es necesario que cada elemento narrado se corresponda a otro en la realidad. En la parábola, lo que interesa es el mensaje global, la imagen completa del relato. En la alegoría, en cambio, a cada elemento de la narración se le corresponde otro elemento de la realidad, de manera que la alegoría es una copia de la realidad con otros nombres. Jesús, que quede bien en claro, contaba parábolas.

sábado, 4 de noviembre de 2017

2. El Reino escatológico - Marcos


(Mc 15, 43) José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. [Lc 23, 50-51]



La presencia de José de Arimatea sobre el final del relato de la pasión es una tradición cuádruple; los cuatro Evangelios hacen mención a ella. Pero dentro de esta unanimidad es posible distinguir aspectos diferentes. Para Marcos y para Lucas, se puede decir explícitamente que este hombre esperaba el Reino de Dios. Para Mateo (cf. Mt 27, 57-60) y Juan (cf. Jn 19, 38-40), se puede afirmar que era discípulo de Jesús. Si bien ambas afirmaciones, desde nuestra visión post-pascual resultan equivalentes, podrían no serlo en realidad. Se puede esperar el Reino de Dios según el judaísmo, con un Yahvé sentado sobre el gran trono universal y los paganos derrotados que peregrinan a Jerusalén para adorar al verdadero Dios. Se puede esperar un Reino de Dios que desciende militarmente desde los cielos y aniquila a los enemigos de Israel. Se puede esperar un Reino de Dios espiritual, que llega para habitar los corazones y permanecer en un plano intimista, sin incidencia en la realidad socio-política. Hay diversas acepciones del Reino, y por eso no es posible igualar el discipulado a la creencia en el Reino de Dios que predicaba Jesús. José de Arimatea podía ser un judío piadoso que esperaba el Reino de Dios de la creencia judía y que saca el cuerpo de Jesús crucificado por respeto a la fiesta pascual.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

1. El Reino escatológico - Marcos


(Mc 14, 25) Jesús dijo: “Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. [Mt 26, 29; Lc 22, 18]



El contexto de este dicho jesuánico lo da la última cena del Maestro con sus discípulos. Hay un ambiente de tinieblas alrededor, de muerte ya programada. Hay, a la vez, un halo de tristeza y de gozo. La última cena puede analizarse desde su perspectiva sacramental, desde el amigo que se despide de sus íntimos o como resumen del mensaje evangélico, pero en cualquiera de esas perspectivas, sobresale la solemnidad. Cada palabra que Jesús pronuncia en ese banquete, encierra un sentido místico.