martes, 31 de diciembre de 2013

Claves para el conflicto social / Jornada mundial de la paz / 01.01.14


1. La paz de Dios: sabemos que Dios quiere la paz; nuestro Dios es un Dios de paz. Pablo no duda en saludar a los romanos diciéndoles: “Que el Dios de la paz esté con todos ustedes” (Rom. 15, 33). No quiere Dios la guerra, no quiere la violencia carente de sentido, no quiere que los intereses de unos pocos determinen enfrentamientos de muchos. Claramente, el cristiano no puede justificar acciones propias o acciones de otros que resulten en violencia. Una acción cristiana impulsada por el Espíritu Santo producirá paz como fruto (cf. Gal. 5, 22). Ahora bien, no podemos entender esto como una separación tajante entre conflictos sociales e Iglesia. Podemos rechazar la violencia, no siempre el conflicto. Podemos rechazar la guerra, pero no siempre podemos dar el visto bueno a ciertas situaciones aparentes de paz. Pongamos el siguiente ejemplo: dos vecinos han tenido un altercado, una discusión por cualquier motivo, pero suficiente para producir un distanciamiento entre ellos; actualmente no se agraden, no se insultan, jamás han llegado a una riña, directamente no se hablan; es más, ninguno planea molestar al otro, incomodarlo o vengarse. Entre esos vecinos hay paz falsa. No se violentan el uno al otro, pero se ignoran, cultivan pasivamente la discordia. Como en el mundo de los países, la ausencia de guerra no es sinónimo de paz, sino sólo eso, falta de enfrentamiento armado. Cuando hay discordia no hay paz de Dios, porque no hay hermandad, no hay fraternidad, uno de los valores del Reino. Ese es el mayor problema que suscita un desentendimiento de la verdadera paz, y es que la separamos, la aislamos del resto de valores evangélicos. La realidad del Reino debe mirarse como un todo, en el cual una carencia significa ausencia de la plenitud del Reino. El Reino no es sólo paz, ni es sólo justicia, ni es sólo verdad, ni es sólo fraternidad, sino que es todo eso. La paz de Dios es un estado personal y comunitario basado en la verdad, la justicia y la hermandad; cuando falta uno, difícilmente haya paz. Es deber del cristiano y de la Iglesia instaurar la paz, pero la de Dios, la única absoluta. Si existen situaciones de falsa paz, necesariamente el cristianismo entrará en conflicto contra los que promueven la injusticia, la discordia o la mentira, enemigos naturales de la paz.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Migrantes de siempre / Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo A – Mt. 2, 13-15.19-23 / 29.12.13

Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

Los primeros dos capítulos del Evangelio según Mateo están narrados según una técnica rabínica llamada midrash. En pocas palabras, el midrash es un género literario en el que se actualiza una Palabra de Dios del pasado (en la teología bíblica sabemos que la Palabra de Dios siempre es presente, pero aquí se hace referencia a la Palabra que narra sucesos del pasado o que fue dirigida a profetas o hagiógrafos en el pasado histórico). La cuestión que intenta resolver este género es cómo darle marco actual a relatos antiguos, cómo hacer del texto viejo una visión nueva que ilumine el presente de la comunidad. Los rabinos lo hacían todos los sábados en la reunión sinagogal, intentando responder a la pregunta lógica de cómo efectivizar en el presente judío los textos de Moisés. Como la práctica rabínica se hizo habitual y muy valiosa, con el tiempo se concretó en textos escritos que también se llaman Midrash.

martes, 24 de diciembre de 2013

Cuatro navidades / Sobre las formas evangélicas de la Navidad

Mc. 6, 3: “¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo”


Para el evangelista Marcos no hay relatos de la infancia de Jesús, como sí existen en los primeros capítulos de Mateo y Lucas. Sin embargo, a pesar de esa ausencia que nos duele en nuestra curiosidad, lo que sí hay en Marcos son referencias a la infancia, y no de las mejores. Cuando sucede la última visita de Jesús a una sinagoga (cf. Mc. 6, 2), se le recrimina su falta de autoridad en base a su origen. Este Jesús es un artesano de pueblo (tekton en griego), un trabajador como cualquiera, un hermano entre tantos de una familia numerosa de Nazareth. Y además de todo esto, parece ser un bastardo. Que sus compatriotas lo nombren como el hijo de María en una cultura donde el padre determina la pertenencia sanguínea, es sugestivo. Al llamarlo por su parentesco maternal, lo están acusando de ser un don nadie, inclusive un hijo ilegal, de concepción dudosa. Ser hijo de María no es un título honorífico, como podemos tergiversar por nuestro acervo religioso. Ser hijo de María es ser hijo sin padre, porque no se lo puede nombrar.
Es simpático que lo acusen de desarraigo al que más arraigado estuvo. Es simpático que lo acusen de bastardo al que tuvo más claro que nadie quién era su Padre. Es simpático que lo recriminen desde su familia al que quiso hacer una familia universal de seres humanos. Quizás, la navidad sea el tiempo de los bastardos, de los que nadie quiere, los que nadie reconoce, los huérfanos, los sin-padre. Para ellos y por ellos, el Hijo de Dios nace dudosamente.

martes, 17 de diciembre de 2013

Jesús no lo logrará solo / Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo A – Mt. 1, 18-24 / 22.12.13

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”.Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: Dios con nosotros.Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Pistas de exégesis 
En el último domingo del Adviento nos introducimos al misterio de la concepción de Jesús. Los protagonistas son cinco: el Ángel del Señor, el Espíritu Santo, Jesús, María y José. No caben dudas que el hilo narrativo hace referencia, y se entreteje, desde José, a diferencia del Evangelio según Lucas, donde María es la voz cantante. Como fácilmente nos percatamos en un sondeo rápido de los relatos de la infancia, hay una perspectiva más mariana en Lucas y más josiana en Mateo. La prueba irrefutable es la dirección que toman las palabras del ángel. Mientras que en el relato lucano la interlocutora del enviado divino es María (cf. Lc. 1, 26ss), para Mateo es José el que tiene las revelaciones; de María se nos pone al tanto que ya está encinta. A continuación, será siempre José quien tenga que tomar las riendas de la familia (del niño y la madre) para trasladarse a Egipto (cf. Mt. 2, 14) y para regresar a Israel (cf. Mt. 2, 21). 
Como la mayoría de los biblistas lo afirman, el auditorio de Mateo está compuesto, en gran medida, por judíos convertidos al cristianismo. Para estos judíos, lo más importante es que Jesús sea el Mesías según las Escrituras; para ello, debe cumplir con las profecías del Antiguo Testamento, debe comportarse como judío (como rabino, más precisamente), y debe ser descendiente del rey David, para estar en consonancia con el anuncio del profeta Natán (cf. 2Sam. 7, 12-16). Mateo cita el Antiguo Testamento en 41 oportunidades (más que Marcos, Lucas o Juan), de las cuales 10 no se encuentran en los otros Evangelios. El título Hijo de David aparece 9 veces en Mateo, mientras que en los otros Evangelios se encuentra 7 veces sumando todas las apariciones.
En este contexto judío está también el personaje de José. Por la genealogía con la que abre el libro (cf. Mt. 1, 1-17), sabemos que hay una línea de conexión entre Jesús y David, y que el último eslabón es José. La importancia de José, entonces, es tremenda. Gracias a él y al papel que desempeñará, es posible dar cabida al mesianismo jesuánico con todas las letras. En el rango de lo hipotético, si José no aceptase hacerse cargo de la paternidad putativa de Jesús, rechazando la responsabilidad de darle un nombre, se caerían las profecías que identifican al Mesías como descendiente de la casa de David. Jesús, sin padre, en una sociedad patriarcal, sería un extirpado de la historia, un bastardo sin raíces. En los términos teológicos de la encarnación, el rol de José es la clave que arraiga a Jesús al Pueblo de Dios (en Lucas, ese rol lo juega María, la hija de Sión). Literariamente, la relación entre la genealogía y la misión de José está en la posible traducción de Mt. 1, 1: “Libro del génesis de Jesucristo…” y Mt. 1, 18: “Este fue el génesis de Jesucristo…”. Ambos comienzos similares marcan una conexión entre la lista de los antepasados y la escena en la que José recibe el anuncio del ángel.
Ahora bien, la pregunta lógica es qué pretende el ángel precisamente al revelarse a José. La interpretación clásica (sin demasiado fundamento en el texto) es que el ángel le viene a explicar la situación de María (el embarazo), que José estaría entendiendo como un engaño de ella, un adulterio. Pero resulta que, ateniéndonos a la perícopa que leemos hoy, lo que el ángel le explica a José es su situación, no la de su esposa. José no duda sobre la inocencia o la moral de María, sino sobre el rol que le toca desempeñar en un plan divino donde, aparentemente, él quedó fuera. ¿Qué necesidad de padre humano tiene el Hijo de Dios? ¿Para qué seguir al lado de aquella que ha sido elegida por el Espíritu Santo? ¿Qué puede aportar un artesano de Nazaret al Mesías? Pues bien, el mensaje del ángel es que José, como hijo de David, o sea, descendiente del rey de la casta mesiánica, tiene la obligación de ponerle el nombre al niño, porque nombrándolo lo adopta como hijo, y adoptándolo lo incorpora a la cadena genealógica davídica, de donde debe provenir el Mesías. Como sugieren algunos biblistas, una mejor traducción de las palabras del ángel podrían ser: “No tengas miedo en llevarte a María, tu mujer. En efecto (como tú ya sabes), la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo al que llamarás con el nombre de Jesús, porque él salvará al pueblo de sus errores”. Mateo, entonces, asume que José sabe lo misterioso del embarazo de María. Esta lectura aclara, también, por qué el autor recalca que José era un hombre justo. Su justicia no está en una moralidad sexual por la cual rechaza el adulterio como impureza. La justicia de José es más grande, más abarcativa, más preocupada por lo fundamental. La justicia de José es aquella que le hace preguntarse por su vocación, por los caminos de Dios, por la posibilidad de hacerse a un costado para respetar la historia de la salvación. José es justo porque antes que su ego está una mujer, un niño y el Reino.
Dos nombres hay para Jesús. Uno es Jesús, Iesous en griego, una transliteración del hebreo Josué que significa Dios salva. Jesús era un nombre común entre los judíos, debido a la historia del conquistador Josué, sucesor de Moisés para entrar a la tierra prometida. El segundo nombre que menciona Mateo, apelando a la profecía de Is. 7, 14: Immanuel, significa Dios con nosotros. A lo largo del Evangelio según Mateo puede encontrarse una cadena del Emanuel. El primer eslabón de esta cadena es la profecía de Isaías que leemos hoy, aplicada por Mateo. Es el Dios del Antiguo Testamento, de los profetas, el que se hace presente en el vientre de María. No ha desaparecido Yahvé, no se ha ido, sino que ha transformado su presencia en un niño. El segundo eslabón está en Mt. 18, 20: “Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”. Son palabras de Jesús a sus discípulos, recordándoles que su presencia es continuada en la oración, en la vida comunitaria. Cuando el nombre de Jesús, o sea, cuando su Persona es tenida en cuenta en el encuentro de dos o más seres humanos, Él está allí. El tercer eslabón está en el final del Evangelio, en Mt. 28, 20: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. La muerte no permitirá que Dios deje de estar con los seres humanos, no lo separará de ellos. Con la resurrección se inaugura una nueva presencia transformada que excede los límites de lo material.

Pistas hermenéuticas 
Dios está. Aunque no lo veamos, aunque nos superen las condiciones de vida, aunque nos agobien los problemas, aunque parezca que el mundo se está destruyendo sin intervención divina. Dios está. Para Mateo era una certeza. Para María y José fue una constatación. Para nosotros debiese ser la esperanza. La gente se pregunta, repetidas veces, nos pregunta directamente, se cuestiona, lo saca a relucir en artículos anti-cristianos: ¿dónde está Dios si las personas se mueren? ¿dónde está Dios si hay niños que no tienen para comer? ¿dónde está Dios cuando suceden las catástrofes naturales? El sufrimiento parece ser el mayor argumento contra Dios, su existencia y, en todo caso, su intervención en la historia. Dios está, pero también está el sufrimiento. Los teólogos intentan llegar a una conclusión satisfactoria sobre el binomio sufrimiento/amor, pero terminan encontrándose con un muro difícil de derribar. 

En estas circunstancias, viene al rescate José y aquello de los caminos de Dios y los caminos de los hombres de Isaías. El ángel le dice a José (nos dice a nosotros) que Jesús no lo logrará solo, no crecerá sin un padre y una madre (no cambiará el mundo prescindiendo de nosotros). El rol de José, fundamental en la historia de la salvación, nos recuerda que nuestro compromiso con la historia también es fundamental. Si vemos desfilar los acontecimientos sin intervenir en ellos, nunca le mostraremos al mundo que Dios, realmente, está presente entre nosotros. 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

La contra-violencia del Reino / Tercer Domingo de Adviento – Ciclo A – Mt 11, 2-11

(Mt 11, 11-12) Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. [Lc 7, 28]

Una paradoja describe la posición del personaje de Juan el Bautista. No hay nadie más grande que él, sin embargo, todos los pequeños del Reino son más grandes que él. Es una paradoja que debe entenderse desde la figura de los pequeños del Evangelio según Mateo, expresada en varias oportunidades y con distintos términos griegos: mikros (cf. Mt 10, 42; 11, 11; 13, 32; 18, 6.10.14) como pequeños en tamaño; pais (cf. Mt 2, 16; 8, 6.8.13; 12, 18; 17, 12; 21, 15) como esclavos o niños; paidion (cf. Mt 2, 8.9.11.13.16.20.21; 11, 16; 14, 21; 15, 38; 18, 2.3.45; 19, 13-14) como diminutivo de pais, que solía utilizarse para niños menores de dos años; thelazonton para los lactantes (cf. Mt 21, 16; 24, 19); elakistos como mínimo o menor (cf. Mt 2, 6; 5, 19); pobre como ptokoi (cf. Mt 5, 3; 11, 5; 19, 21; 26, 9.11). Todo este elenco de pequeños, mínimos y menores constituye el elenco de los desprotegidos de la sociedad, el elenco de los últimos, de los despreciados, y por lo tanto, el elenco privilegiado del Reino. El Reino de los Cielos es de ellos; no hay vuelta atrás.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Fiesta de la Inmaculada Concepción – Ciclo A – Lc 1, 26-38 / 08.12.13

En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre? ". El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios".María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.


a) María de Dios: el saludo del ángel tiene dos expresiones interesantes: alégrate y llena de gracia. Sobre el significado griego de las palabras aquí utilizadas por Lucas y su correspondencia teológica se ha escrito mucho. Algunos escriben para defender la Inmaculada Concepción, otros lo hacen para atacarla. Quizás, una de las mejores explicaciones y, consecuentemente, una de las mejores traducciones del saludo del ángel, haya que atribuirla a De La Potterie y a Delebecque: “Alégrate de ser (de haber sido) transformada por la gracia”. Este es el gozo que anuncia el mensajero divino a la muchacha de Nazareth: que se alegre, que salte de satisfacción, porque la gracia de Dios puede transformarla, y no sólo puede, sino que ya la ha transformado. María, mujer judía marginal, perdida en una aldea de Palestina, desconocida de la historia de los Imperios, es la Madre de Dios. Claro que Yahvé la ha transformado, y por supuesto que es pura gracia esa transformación. La gracia es regalo, es el propio amor de Dios que se derrama gratuitamente. El honor de llevar a Jesús en su seno es un regalo de amor, es el regalo de la vida divina que pasa a habitar en su vientre. Dios la ha elegido para algo grande, y para eso la ha dotado, la llenó de gracia, o sea, la llenó de su amor. Porque es el amor de Dios lo que permite emprender las grandes proezas. Los que son capaces de dejarse amar por ese amor y, a la vez, intentar reproducirlo con el prójimo, son los que hacen de la historia un camino de Reino de Dios. Son aquellos que se dejan amar y aman como María, o como Jesús, o como Pablo, o como tantos que han entendido la gratuidad a partir de las enseñanzas del Maestro: “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente” (Mt 10, 8b).

jueves, 5 de diciembre de 2013

Haciéndose Iglesia - Credo Ediciones / Nuevo libro

Hemos publicado, con Credo Ediciones, un nuevo libro. Se llama "Haciéndose Iglesia" y es una colección de escritos sobre la posibilidad de ir haciendo la Iglesia mientras, al mismo tiempo, la recibimos como don. La paradoja de construir lo ya construido. El formato actual del libro es e-book. Dejo los links de los sitios donde se lo puede adquirir, un fragmento del prólogo y la tapa.

http://www.amazon.com/Haci%C3%A9ndose-Iglesia-Spanish-Leonardo-Biolatto/dp/3639520793
https://www.morebooks.de/store/es/book/haci%C3%A9ndose-iglesia/isbn/978-3-639-52079-8
http://www.muchoslibros.com/libro-Haciendose-Iglesia/Biolatto-Leonardo/9783639520798/US/
http://www.bokus.com/bok/9783639520798/haciendose-iglesia/

Cuando tomé la decisión de titular esta colección de escritos como Haciéndose
Iglesia, no creí que hubiese mayor complicación. Pero con el tiempo, mientras
agrupaba los textos y los corregía, nació una duda. ¿Es posible seguir haciéndonos
Iglesia? ¿Acaso la Iglesia no está ya hecha y fundada por Jesús? Y profundizando un
poco más, valía preguntarse también qué grado de participación teníamos los
discípulos de Jesús en la construcción de una realidad (la realidad eclesial) que nos
excede y que es don de Dios. ¿No hace la gracia divina la Iglesia y nos la entrega?
Con el paso de los días, con la revisión de las palabras que iban conformando esta
colección, me convencí de la imperiosa necesidad de hacer la Iglesia que ya está
hecha. Esa es la paradoja en la que nos movemos. La Iglesia es el don de Dios, el
regalo que nos deja y que se sustenta por su gracia. Sin ese sustento, la Iglesia se
habría desmoronado hace varios cientos de años. Por el otro lado, y en comunión con
el don, la Iglesia es fruto de un trabajo de comunión de discípulos de Jesús que se
comprometen con el compromiso de su Maestro y que continúan el compromiso de
sus antepasados: los Doce, Pablo, las comunidades de Antioquia, Jerusalén y Roma,
los mártires. Hay una historia humana que fue haciendo a la Iglesia, la fue
configurando. A veces muy cercana al ideal del Evangelio. A veces distante,
cometiendo errores. Son esos errores, esos pecados, los que demuestran la
participación activa de los seres humanos en el hecho de hacernos y hacer la Iglesia.
Y vamos haciéndonos, en un presente continuo. No hemos alcanzado la perfección
eclesial ni estamos al principio del camino. Vamos caminando, con mayores o
menores aciertos. Lo importante es no perder el rumbo, no descarrilar abruptamente,
no olvidarse de Jesús. La clave estuvo, y sigue estando, en recuperar las raíces
evangélicas. Volver a Jesús. Somos capaces de hacer Iglesia cuando respetamos la
memoria del Maestro, cuando nos atrevemos a leer el Evangelio y dejar que nos
obligue a cambiar. Somos capaces de hacer Iglesia, justamente, cuando cambiamos y
asumimos que el cambio es parte del camino que elegimos.

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Qué aprendió Jesús del Bautista? / Segundo Domingo de Adviento – Ciclo A – Mt 3, 1-12 / 08.12.13

Un fragmento de un libro terminado en mi computadora que espera publicación. Sobre el Reino de Dios, sobre esa obsesión de Jesús. Y, aparentemente, obsesión también de Juan el Bautista.

(Mt 3, 2) Juan el Bautista proclamaba: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”.

La figura de Juan el Bautista ha sido controvertida desde los inicios del cristianismo. Las primeras comunidades tuvieron que hacer teología y cristología definida para dejar en claro qué tipo de relación había entre él y Jesús. Esa relación determinaba quién era el más grande, quién era el más fuerte, quién era maestro de quién, quién era el Mesías. Como en la época del Jesús histórico, en la Iglesia también hubo seguidores/discípulos del Bautista y seguidores/discípulos de Jesús. Por momentos en hermandad, por momentos enemistados. Hoy, los historiadores coinciden en su grandísima mayoría, sobre un período en la vida de Jesús en que fue discípulo del Bautista, incluso permaneciendo un tiempo en el desierto junto a este. Con el paso del tiempo, Jesús habría penetrado más el misterio divino y comenzaría la separación de Juan para iniciar solo su camino, desde la perspectiva que había descubierto del Reino de Dios. Como veremos en breve, el distinto entendimiento que cada uno tuvo sobre el Reino fue lo que trazó caminos separados para cada cual.