martes, 21 de enero de 2014

Primero invita y luego exige: venir al Reino de los Cielos en Mateo / Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A – Mt 4, 12-23 / 26.01.14

Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”.A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”.Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

Mateo tiene una diferencia de vocabulario notoria respecto a los otros evangelistas. Este autor prefiere la expresión Reino de los Cielos antes que Reino de Dios. Y veremos por qué.
Se ha caracterizado a la comunidad mateana como una Iglesia fuertemente conformada por cristianos provenientes del judaísmo, convertidos a la Buena Noticia de Jesús. De allí que este cristianismo tenga la riqueza del acervo tradicional judío y viva la tensión de intentar congeniar la expresión veterotestamentaria de la fe con la potencia novedosa del Evangelio. Todo el libro de Mateo parece ir y venir entre soluciones que resuelven esa tensión generando más tensión. El autor quiere que quede claro que Jesús era un judío y, aún más, era el judío más esperado, el Mesías anunciado. Mateo es el Evangelio con más citas explícitas del Antiguo Testamento, y es el que más hincapié pone en cuestiones legales. Ayudado por el Antiguo Testamento, el Jesús mateano desarrolla la ley del Reino demostrando que no es necesariamente una ruptura con lo anterior, sino su elevación a una ley de más calidad y más humana. De allí que en el libro puedan identificarse cinco grandes discursos del Maestro, correspondientes a los cinco grandes rollos de la Torá (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Jesús aparece, en la visión de Mateo, como el nuevo Moisés, quien trae el éxodo definitivo, la Pascua final y la nueva ley. Toda esta argumentación judía es un fundamento de fe para los cristianos de la comunidad mateana. El libro les demuestra que creer en Jesús no es rechazar el judaísmo, sino seguir la línea original y auténtica del mismo. No abandonan a Yahvé en su vida cristiana, sino que siguen al enviado de Yahvé. La genealogía con la que se abre el libro es un recurso de Mateo para dejar en claro, desde el principio, que Jesús es descendiente de Abraham (por lo tanto israelita), y descendiente de David (por lo tanto, rey de los judíos).

miércoles, 15 de enero de 2014

Yo no estuve ahí, pero soy testigo / Segundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A – Jn 1, 29-34 / 19.01.14

Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”.Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.

El acto testimonial del Bautista, o mejor dicho, la misión testimonial, es un modo de interpelación para nuestro compromiso. El verbo ver es importantísimo en el cuarto Evangelio. En la perícopa que leemos hoy, Juan ve acercarse a Jesús, ha visto el Espíritu sobre Él y por lo que vio da testimonio de que es Hijo de Dios. La primera visión es material, de un varón judío que viene caminando. La segunda visión es sobrenatural, pero el texto nos habla de un signo físico (la paloma) que nos permite llegar hasta el simbolismo del Espíritu. La tercera visión, sobre la filiación divina, es una visión de fe. No hay elementos materiales, sino la certeza de lo que cree Juan.

martes, 7 de enero de 2014

Humano en el sufrimiento / Bautismo del Señor – Ciclo A – Mt. 3, 13-17 / 12.01.14

Llega entonces Jesús desde Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él. Pero él trataba de impedírselo diciendo: “Soy yo el que necesita ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?” Pero respondiendo Jesús, le dijo: “Deja ahora, porque así nos es conveniente cumplir toda justicia”. Entonces lo dejó.Y Jesús, después que fue bautizado, subió enseguida del agua, y he aquí se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descendiendo como una paloma que venía sobre Él. Y he aquí una voz de los cielos que decía: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complací”. 

El punto cumbre del diálogo es la cuestión de la justicia. Jesús expresa que su bautismo es necesario porque así se completa toda justicia. Quizás, convenga traducir completa en lugar de cumplir el término griego pleroo. Completar toda la justicia significa que la justicia se está desarrollando y que el bautismo se encadena como un hecho significativo para completarla, para llenarla, para que alcance su completitud. Es una justicia que ha comenzado en la genealogía con la que abre el Evangelio (cf. Mt. 1, 1-17), remontándose hasta el justo Abraham, que se ha continuado con el justo José (cf. Mt. 1, 19), que se desarrolló como cumplimiento de las profecías (cf. Mt. 1, 22-23; Mt. 2, 5-6; Mt. 2, 15; Mt. 2, 17-18; Mt. 2, 23), que se hace inminente con la prédica del justo profeta Juan el Bautista (cf. Mt. 3, 1ss) y que alcanza plenitud en el bautismo. Pero no hay que confundirse con una plenitud que se agota allí, al salir del río Jordán, sino que se trata de una plenitud proyectándose hacia el futuro, hacia la vida pública de Jesús, que será manifestación de la justicia divina.

jueves, 2 de enero de 2014

El Reino de Dios comienza en el símbolo de Belén / Fiesta de la Epifanía – Ciclo A – Mt. 2, 1-12 / 06.01.14

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”.Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel”. Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. 

En el caso particular de hoy, fiesta de la epifanía, mal llamada fiesta de reyes, la infancia de Jesús se proyecta narrativamente. Vamos a dejar de lado las discusiones eternas sobre la veracidad histórica de los hechos, sobre la cantidad de magos, sobre el fenómeno astrológico de la estrella. Son todas cuestiones que, probablemente, no estaban en la mente de Mateo a la hora de redactar. Literariamente, el texto encuentra dificultades, como la idea de que toda Jerusalén está consternada, cuando los magos sólo fueron al palacio de Herodes, o los sumos sacerdotes y escribas en relación íntima con Herodes, siendo que la reciprocidad no era la mejor entre estas personas, o Herodes confiando en los magos para que vayan hasta Belén y vuelvan con la información. Estas supuestas dificultades, en realidad, son recursos del autor para dejar asentado el mensaje que quiere transmitir. ¿Por qué, sino, Herodes sería tan protagonista? A Jesús se lo sobreentiende en la escena, se lo menciona entre telones, pero resulta ser Herodes quien lleva la voz cantante, al palacio donde llegan los magos, el que reúne a los sumos sacerdotes y escribas, y el que los envía a Belén a los visitantes extranjeros. Irónicamente, es el rey falso el que conduce a las naciones (magos de Oriente) hacia el rey verdadero.