miércoles, 26 de diciembre de 2012

El niño-sacramento / Sagrada Familia – Ciclo C – Lc 2, 41-52 / 30.12.12


41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.42 Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, 43 y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. 44 Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. 45 Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.46 Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. 48 Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. 49 Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. 50 Ellos no entendieron lo que les decía.51 El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. 52 Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Los dos Evangelios que contienen relatos de la infancia de Jesús (Mateo y Lucas), estructuralmente, tienen por lo menos dos partes: los relatos de la infancia y la vida pública. Mt 1-2 y Lc 1-2 aparecen como una unidad literaria propia, coherente en sí misma y discontinuada del resto de los libros, no por carecer de relación con el ministerio de Jesús, sino porque entre la infancia y la vida pública acontecen, en silencio, unos veinte años. Mientras Mateo comprime unos 10 años en los primeros dos capítulos y luego salta hasta el bautismo para dedicarle de ahí en adelante lo que resta del libro, y mientras Lucas comprime 12 años en los dos primeros capítulos y luego salta hasta los treinta años del Maestro (cf. Lc 3, 23), la juventud e inicio de la adultez de Jesús se esconden bajo Lc 2, 40: “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” y Lc 2, 52: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.

Puede hablarse de los relatos de la infancia como unidades literarias con peso específico. Y aún más, muchos biblistas coinciden en afirmar que estas unidades son un mini-Evangelio, o sea, que son resumen, simbolismo y anticipo de lo que se narrará después. Son resumen porque, en apenas dos capítulos, los temas principales de la vida y muerte de Jesús se hacen presentes; son simbólicos porque las imágenes, las situaciones y las figuras suelen señalar una realidad mayor que se terminará de entender al final de la lectura completa del libro; y son anticipo porque, desde la infancia de Jesús (presente literario) anuncian los sucesos de la vida pública y de su muerte y resurrección (futuro literario).

domingo, 23 de diciembre de 2012

Poner a Dios en su lugar

Juan José Gravet, a través del último boletín de su parroquia, me ha hecho recordar un texto del 2009. Lo vuelvo a postear para esta Navidad. Agradezco a Juanjo, párroco de Rosario, en el barrio de Ludueña, que ha tomado el texto y lo ha hecho tinta en el último boletín. Agradezco con bella memoria a las comunidades eclesiales de base de esa zona, que son testimonio real de que Dios debe estar en su lugar, entre los últimos.

Dejo el link al blog de la parroquia y abajo el texto reflotado de aquel 2009: http://pquiacristoredentor.blogspot.com.ar/




Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc. 2, 12)
Una de las tradiciones populares navideñas consiste en llevar en procesión, la Nochebuena, una imagen del Niño Dios hasta el pesebre, para colocarlo donde debe estar en ese momento, entre sus padres, apenas nacido. A nadie se le ocurriría ponerlo en otro lugar, precisamente porque estamos en la Navidad, y el niño que nos ha nacido no puede estar demasiado lejos de su madre. No sería bueno que esté guardado en un cajón ni dentro del trineo de Papá Noel. Su lugar en esa noche maravillosa es el pesebre.
¿Pero qué tiene de atractivo el pesebre para que Dios quiera estar allí? Buceando los Evangelios, resulta que en Marcos no hay ni rastros de un pesebre, puesto que ni siquiera hay rastros de la infancia de Jesús. Lo primero es Juan el Bautista (cf. Mc. 1, 2-4). Nos trasladamos a Mateo y ya se nos dibuja una sonrisa, porque aquí si hay relatos de la infancia; igualmente, la escena del nacimiento me desilusiona en la búsqueda, porque del pesebre no hay noticias (cf. Mt. 1, 25); avanzamos hasta el famosísimo episodio de los magos de Oriente, pero éstos no lo hallaron en un pesebre, sino en una casa de Belén (cf. Mt. 2, 9-11). Al Evangelio según Juan ya lo habíamos descartado de antemano en esta búsqueda porque recordamos que lo primero de lo primero es el himno al Logos (cf. Jn. 1, 1-18), luego el testimonio del Bautista (cf. Jn. 1, 19-28). De pesebre, ni hablar.
Entonces decidimos abordar Lucas, con la certeza de que la palabra pesebre nos viene de allí. Parece que la búsqueda tendrá consuelo. Localizamos Lc. 2, 7 y la claridad del autor es extrema: “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue”. Es una imagen grabada en la memoria. La explicación escuchada todos los años es la misma: Dios elige la humildad del pesebre para manifestarse y las malas gentes de Belén no le dieron espacio en sus casas a una mujer parturienta. ¿Pero será tan así? Cuando repasamos Lc. 2, 7 no encontramos casa ni gente mala. Donde no había lugar para ellos es en un albergue. En el texto griego (idioma que usó Lucas para escribir), la palabra es kataluma, y puede tratarse tanto de una especie de hotel para viajeros de caravanas en el Oriente, como de la habitación de determinadas casas reservadas para los huéspedes. Los biblistas dicen que si José, según la versión de Lucas, llevó a una mujer a punto de parir por unos doscientos kilómetros (de Nazareth a Belén) sin haber previsto alojamiento, entonces era un padre demasiado irresponsable. Tenemos que suponer que si fue a empadronarse a Belén porque era su ciudad familiar (cf. Lc. 2, 4), había allí parientes, y que kataluma sería, más que albergue, la habitación de huéspedes de una casa relacionada sanguíneamente con José. ¿Y por qué no había lugar para ellos en esa casa? Porque María pariendo se hacía impura según la ley escrita en el Levítico capítulo 12. Si el nacido era varón, como en este caso, la madre quedaba impura por siete días, al octavo día se circuncidaba al niño, y la madre aún permanecía treinta y tres días más impura. El problema con la mujer impura, según el Levítico, es que quien la toca se vuelve impuro (cf. Lev. 15, 19), sobre lo que ella se acuesta queda impuro, sobre lo que se sienta queda impuro el objeto (cf. Lev. 15, 20), y aún quien toca algo que esté en contacto con el lugar donde ella se acuesta o se sienta, también se vuelve impuro (cf. Lev. 15, 23). Es demasiado evidente que tener una parturienta en casa era volver impura toda la casa, y por cuarenta días a lo mínimo. Esa es la respuesta a por qué no había lugar para ellos. Aquí no se trata de gente mala, sino de estrictos cumplidores dela Ley.
Después de enterarnos de eso, el pesebre parece perder un poco la mística con la que lo habíamos envuelto. Sin gente mala, sin humildad ascética, con cumplimiento de una ley que está contenida en la Biblia explícitamente, el pesebre parece dejar de ser pesebre. Y aquí viene la clave de todo esto. Al seguir leyendo el Evangelio según Lucas, son los pastores los primeros personajes inmediatos al nacimiento. Y no se trata, precisamente, de los pastorcillos de nuestros pesebres vivientes, simpáticos y jóvenes. En los tiempos del nacimiento de Jesús, la cultura popular los consideraba parte de la clase social baja en la que no se podía confiar, pues indefectiblemente, debían ser ladrones, malhechores o mal vivientes. Su reputación no era lo más envidiado en Palestina. Los pastores eran la lacra, los marginados; y para los terratenientes, mano de obra barata que cuidaba rebaños que no eran suyos. Ellos son, según Lucas, los primeros que reciben el anuncio (cf. Lc. 2, 8-12), son los destinatarios de la Buenísima Noticia del niño en el pesebre. Porque el Evangelio tiene dos aristas: al Salvador se lo reconoce en el pequeño e indefenso (cf. Lc. 2, 11-12) y la Buena Noticia es anunciada a los pobres (cf. Lc. 4, 18).
Marcos, Mateo y Juan no hablan de un pesebre, sin embargo, siempre recalcan que Jesús andaba con publicanos, prostitutas y pecadores, que vivía entre lo marginal, que se identificaba con los que nada tienen y nada son para la sociedad. Marcos, Mateo y Juan ignoran el pesebre, pero no dan vuelta la cara ante el Dios que comparte su tiempo con los lacra, que vive entre ellos, que es señalado como uno más del montón. De Jesús se puede decir que murió como nació: entre los parias, entre los despreciables, los desechables. Su lugar en Nochebuena es el pesebre. ¿Y qué tiene de atractivo el pesebre, entonces? Probablemente los pastores, lo menos atractivo de la época, lo más marginal. En esta Navidad pongamos a Dios en su lugar: con los inmigrantes ilegales, los desocupados, los homosexuales, los drogadictos, las prostitutas, los indígenas, los esclavos del capitalismo, los enfermos, los presos, los divorciados, los silenciados, los oprimidos, los últimos…

martes, 18 de diciembre de 2012

Dos panzas que se encuentran / Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo C – Lc 1, 39-45 / 23.12.12


39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. 40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, 42 exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? 44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. 45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.


Pistas de exégesis (qué dice el texto)
El sitio exacto donde residen Isabel y Zacarías no es mencionado. La tradición lo ha identificado con Am Karam, una localidad a 6 kilómetros de Jerusalén, en la provincia de Judá, lo que implicaría un desplazamiento gigante de María desde Nazaret, considerando su estado gestacional. En esa época, los viajes no eran seguros. En los caminos desiertos los asaltantes encontraban presas fáciles en los grupos pequeños que se desplazaban por allí. Lo ideal era viajar en caravana. ¿Cómo habría viajado María, entonces? ¿Y José? De él no hay noticias en el relato. También resulta extraño que María no se quede para el parto de Isabel siendo que ha realizado un viaje tan largo. Lc 1, 56-57 da a entender que se quedó tres meses con su prima y se volvió a su casa antes del parto.

La perícopa comienza con la expresión en aquellos días, propia del lenguaje del Antiguo Testamento (cf. 2Rey 10, 32; 15, 37; 2Cron 32, 24; Is 38, 1; Dn 10, 2). Y es que Lucas ha tejido sus dos primeros capítulos con el telón de fondo de las Escrituras judías. Tomando moldes veterotestamentarios relató la infancia de Jesús y de Juan el Bautista. Con ese recurso literario establece continuidad en la historia de la salvación. La primera época de la historia es la de la Antigua Alianza, la que culmina con la llegada de Jesús. En el Evangelio según Lucas ese período tiene como representantes a Zacarías (sacerdote del templo), a Isabel (estéril al comienzo, como muchas mujeres del Antiguo Testamento) y a Juan el Bautista (el último profeta de la Antigua Alianza y el más grande). Cuando comienza el ministerio de Jesús se abre una nueva etapa, la del Hijo, la de la Nueva Alianza (cf. Lc 22, 20), que tendrá su coronación en la ascensión (cf. Lc 24, 50-51; Hch 1, 9). Y, finalmente, llega el período del Espíritu Santo con la efusión de Pentecostés narrada en el capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles. El tiempo del Espíritu Santo es, por lo tanto, el tiempo de la Iglesia, que perpetúa la utopía de Jesús.

martes, 11 de diciembre de 2012

El insuficiente evangelio de la ética mínima / Tercer Domingo de Adviento – Ciclo C – Lc 3, 10-18 / 16.12.12


10 La gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?”. 11 Él les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”. 12 Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. 13 Él les respondió: “No exijan más de lo estipulado”. 14 A su vez, unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”.15 Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, 16 él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. 17 Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible”.18 Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Toda la tradición de los Evangelios Sinópticos parece coincidir en que el Bautista comenzó su ministerio antes que Jesús, que lo realizó a orillas del Jordán, en el desierto, y que su práctica regular era el bautismo. La hermenéutica que asocia este ministerio joánico con la cita del comienzo del capítulo 40 de Isaías también es una constante (cf. Mc 1, 2-3; Mt 3, 3; Lc 3, 4-6; Jn 1, 23).

Respecto al discurso del Bautista hallamos algunas diferencias redaccionales entre los evangelistas. Para Marcos, el Bautista tiene una función netamente precursora, de anuncio directo del Mesías que viene, y casi sin mensaje propio. Juan menciona en apenas dos versículos al que viene detrás de él, el que es más fuerte, del que no es digno de desatarle la correa de las sandalias (cf. Mc 1, 7), y el que trae un bautismo mejor (cf. Mc 1, 8).
Para Mateo y para Lucas, el mensaje del Bautista es más completo, e inclusive parece contrapuesto al Evangelio de Jesús. En la primera parte del mensaje coinciden Mateo y Lucas. Las exhortaciones son duras, en tono acusatorio. El apelativo raza de víboras dirigido a fariseos y saduceos en Mateo (cf. Mt 3, 7), y a la gente en general en Lucas (cf. Lc 3, 7), es durísimo. Esta primera parte culmina con la imagen apocalíptica del hacha puesta a la raíz de los árboles, dispuesta a cortar lo que será quemado (cf. Mt 3, 10; Lc 3, 9). Viene, entonces, un agregado lucano, que analizamos luego, y se retoma la correspondencia en Mt 3, 11 y Lc 3, 16, esta vez con la imagen del agente mesiánico que tiene en su mano el bieldo y que quemará la paja con un fuego inextinguible. La inmediatez con la que presenta el castigo divino que será ira implacable parece oponerse diametralmente a la práctica del perdón y al amor de Dios Padre presentado por Jesús.

martes, 4 de diciembre de 2012

Yo quiero una Iglesia para hoy, no para ayer / Segundo Domingo de Adviento – Ciclo C – Lc 3, 1-6 / 09.12.12


1 El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2 bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.3 Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. 5 Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. 6 Entonces, todos los hombres verán la salvación de Dios”.


Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Así como en Lc 1, 5 es nombrado Herodes y en Lc 2, 1-2 son mencionados el César Augusto y Cirino para delimitar las coordenadas históricas de los acontecimientos, el comienzo del capítulo 3 de Lucas, solemnemente, establece el panorama de los poderosos al comienzo del ministerio de Juan el Bautista:
Tiberio César: fue el sucesor del Emperador Augusto entre los años 14 d.C. y 37 d.C., pero su reinado comenzó, aunque no oficialmente, unos años antes, cuando comenzó a compartir el poder con Augusto. La variante más aceptada hoy por los historiadores considera que la coordenada de Lc 3, 1 podía situarse entre los años 27 d.C. y 29 d.C.; entre estos años comenzaría la historia pública de Jesús de Nazaret.
Poncio Pilato: fue procurador (gobernador) de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d.C. Los historiadores como Filón y Flavio Josefo hablan negativamente sobre él cuando lo describen. Aparentemente, se trataba de un anti-semita cruel que, en varias oportunidades, se enfrentó a los dirigentes judíos y, según Lucas, habría asesinado un grupo de galileos durante el tiempo de alguna fiesta israelita importante (cf. Lc 13, 1).
Herodes: se trata de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Fue tetrarca de Galilea entre los años 4 a.C. y el 39 d.C. Según Lucas, será quien aprenda al Bautista y lo mate (cf. Lc 3, 19-20; Lc 9, 9), y tendrá una participación casi cómica en el juicio a Jesús (cf. Lc 23, 7-12).
Filipo: estuvo en el poder, gobernando Iturea y Traconítida entre los años 4 a.C. y el 33/34 d.C. Lucas no lo volverá a mencionar en su libro.
Lisanias: aquí hallamos un dato histórico no comprobable actualmente. No se puede identificar a ciencia cierta a este personaje. Lo más contemporáneo sería Lisanias de Abilene, supuesto tetrarca de una región al noroeste de Damasco. También existió un tal Lisanias I, rey de los Itureos, bajo el gobierno de Antonio y Cleopatra, entre el año 40 y el 36 a.C., por lo tanto, fuera de contexto en estas coordenadas lucanas.
Anás y Caifás: Anás era el suegro de Caifás. Fue sumo sacerdote judío entre los años 6-15 d.C., pero sus contactos políticos eran tan importantes, que logró perpetuarse en el poder a través del pontificado de cinco de sus hijos y de su yerno Caifás, quien pontificó entre el 18 y el 36 d.C. Pero más allá de quien se sucediera en el cargo, el que verdaderamente tomaba las decisiones y manejaba la situación era Anás, y sus familiares (hijos y yerno) le obedecían. Él era el verdadero jefe de Israel.