martes, 30 de octubre de 2012

Con un solo mandamiento es suficiente / Trigesimoprimero Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 12, 28-34 / 04.11.12


28 Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”. 29 Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; 30 y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”. 32 El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, 33 y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”.34 Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”.Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. (Mc. 12, 28-34)



28
Un escriba, un doctor de la Ley, erudito en la Palabra de Dios escrita y exegeta de turno, ha oído cómo Jesús discutió y venció en las argumentaciones contra miembros del Sanedrín (cf. Mc 11, 27-33), fariseos y herodianos (cf. Mc 12, 13-17), y saduceos (cf. Mc 12, 18-27). Ahora se acerca él para preguntar, y preguntará sobre la Ley de Dios, su objeto de estudio.
La gran función escriba consistía en aprender la Ley, enseñarla como maestros rabinos y utilizarla para argumentar y legislar en diferentes casos. Los escribas habían llegado a contabilizar unas 613 prescripciones o mandatos dentro de la Tora, lo cual vuelve completamente razonable la pregunta realizada a Jesús: si hay 613 mandamientos, ¿cuál es el más importante? Pues se suponía, como en muchísimos sistemas religiosos, que debe existir un principio unificador y sintético. Si bien se distinguía entre mandamientos graves y leves, de los 613 se exigía el cumplimiento de todos. Las escuelas rabínicas se dividían frente a esta preguntar del escriba. Algunos pensaban que era una pregunta absurda, porque los mandamientos eran 613 y punto. Otros creían que podía formularse la pregunta y que la respuesta era muy cercana a la que pronunció Jesús.
El primero de los mandamientos no se refiere al que está ordenado de principio en la lista, sino al que es el principio y fuente de los demás mandatos. Se utiliza primero (protos en griego) en el sentido prototípico. Debe haber un mandato que marque la forma de los demás, el molde de donde se desprenden todos los otros, un resumen que sea, en realidad, lo más importante. Un resumen, no de lo que ya está formulado, sino que existe antes de las formulaciones.

martes, 23 de octubre de 2012

No todos los caminos conducen a Roma / Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 10, 46-52 / 28.10.12


46 Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. 47 Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. 48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”.49 Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. 50 Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. 51 Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. 52 Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. (Mc. 10, 46-52)



46
Jericó es, para los peregrinos a Jerusalén que vienen del norte, un lugar de paso obligado. Todos la describieron como un oasis de palmeras, un lugar distinto y fértil en comparación al desierto que la rodea. Hay dos emplazamientos de la ciudad: el primero corresponde al Antiguo Testamento, más al norte, y la Jericó del Nuevo Testamento, la que correspondería a esta escena, al sur de la antigua, signada por las obras edilicias de Herodes, quien tenía allí una residencia para el invierno. En el Evangelio según Marcos, Jericó representa la puerta de entrada al final de las cosas, que como ya sabemos, es en realidad el principio de las cosas. Jericó juega como una bisagra entre el final del camino del discipulado y el comienzo de la semana en Jerusalén, que termina/empieza en la cruz y la tumba vacía. Llegar a Jericó es prepararse para lo que se viene, como última posta de respiro antes de los frenéticos días finales. Marcos no se detiene a explicar nada de la ciudad ni el paso de Jesús por ella. La escena sucederá cuando salen de allí, y ya veremos que el sentido seguirá siendo el camino: Jesús sigue su camino a Jerusalén, esa es su meta.
El autor habla de Jesús con sus discípulos más una multitud que acompaña. Uniendo esta referencia a la cronología que comenzará con el próximo capítulo del libro, algunos comentaristas sostienen que estamos en una peregrinación típica de subida a Jerusalén para celebrar la pascua, y por eso la multitud que acompaña. Era habitual viajar en grandes caravanas por los polvorientos caminos para defenderse mejor de los salteadores. Puede que históricamente el núcleo del relato sea una peregrinación pascual, pero Marcos ha hecho de esta peregrinación un camino de discipulado intensivo con fines pedagógicos, como la ha demostrado desde el capítulo 8.
Para cerrar este camino tenemos un personaje ciego. Así como para iniciarlo hubo otro ciego en Betsaida (cf. Mc 8, 22-26). La presencia de dos ciegos, al principio y al final del camino, como escenas-marco del proceso discipular, es un mensaje simbólico. Jesús realiza el camino de discipulado para quitar la ceguera de sus seguidores, para hacerlos ver la realidad sobre Él mismo (es el Hijo del Hombre que debe ser crucificado), sobre el Reino (realidad que construye un universo de amor al prójimo) y sobre Dios (Padre de todos los seres humanos que trasciende la religión). Los dos ciegos (el de Betsaida y el de Jericó) son la clave hermenéutica para entender todo lo que ha sucedido en el camino. El discipulado se trata de pasar de un estado de ceguera a la luz de una revelación que libera y que nos ayuda a ponernos en el camino con plena confianza. Bartimeo será el modelo del discípulo; no Pedro, Santiago ni Juan; es el ciego de Jericó el ejemplo paradigmático a seguir para los lectores. Pedro, Santiago y Juan son formas de discipulado, son una enseñanza de correcciones para el camino, pero Bartimeo es la pro-forma de la conversión y del seguimiento.
A diferencia del ciego de Betsaida, Bartimeo tiene nombre propio. También a diferencia del de Betsaida que parece tener una casa, Bartimeo es un mendigo. No tiene hogar, no tiene dinero, y sobrevive día a día (algunos días seguramente no) de lo que puedan dejarle los peregrinos. Su nombre es una construcción gramatical aramea que significa hijo (bar) de Timeo. Aquí sucede un recurso literario que es la repetición para remarcar algún aspecto: primero se dice que es el hijo de Timero, y luego se dice lo mismo en su nombre compuesto (hijo de Timeo, Bartimeo). Timeo significa, en griego, apreciado o valorado. El hecho de ser reconocido como hijo de algo o alguien, no es siempre en términos bíblicos una referencia familiar de paternidad. Se es hijo de algo o alguien, también cuando se es discípulo de ese algo o de ese alguien, como en 2Rey 2, 3 al hablar de los hijos de los profetas, que puede traducirse como discípulos de los profetas. Entonces, Bartimeo sería, simbólicamente, un discípulo del apreciado, lo que podría referirse a alguien que cree que el Mesías ha de ser una persona valorada por la sociedad, un digno hijo político-militar de David. La curación de su ceguera sería, justamente, quitarle esa visión tergiversada del mesianismo. Bartimeo tiene que convertirse de su primera idea sobre la salvación y el Reino para incorporarse al camino de Jesús de Nazaret.

jueves, 18 de octubre de 2012

Un hombre no puede pagar a Dios su rescate (Salmo 49) / Vigesimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 10, 35-45 / 21.10.12


35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. 36 El les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”. 37 Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. 38 Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?”. 39 “Podemos”, le respondieron.Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. 40 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”.41 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. 42 Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. 43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; 44 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. 45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. (Mc. 10, 35-45)


35
Vienen a Jesús dos hermanos de los primeros que se unieron a Él en el camino del discipulado. Son Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo. Por Mc 1, 19-20 ya conocemos su parentesco con Zebedeo, probablemente una especie de empresario marítimo del Mar de Galilea, con algunas barcas y empleados a su cargo. Quizás una empresa pequeña y familiar, lo que no quita que esta familia se diferencie del resto de las familias galileas, las cuales apenas si podían sobrevivir a diario. Es difícil trasladar las categorías sociales actuales a la Palestina de aquella época, pero podemos hablar de que pertenecerían a una clase media, con más holgura económica que la gran clase baja pobre constituida por campesinos, jornaleros y trabajadores manuales.
Cuando se unen al camino de Jesús, Santiago y Juan aparecen muy ligados a Pedro. Son los tres discípulos privilegiados que presencian eventos únicos junto al Maestro: el milagro de la hija del jefe de la sinagoga (cf. Mc 5, 37), la transfiguración (cf. Mc 9, 2), la explicación sobre los signos de los últimos tiempos (cf. Mc 13, 3, en este caso junto a Andrés) y la oración agónica en Getsemaní (cf. Mc 14, 33). Creer que estamos ante los privilegiados frente al resto puede resultar un error de hermenéutica. Posiblemente estemos ante los tres más duros de entendimiento, que deben ser instruidos con más ahínco para comprender el sentido de la cruz, de la muerte-vida. En la perspectiva del Jesús histórico y de la Iglesia primitiva, quizás sí sea correcto hablar de estos tres como los pilares de fe, como las cabezas apostólicas, pero en el relato de Marcos son las cabezas duras. La hija del jefe de la sinagoga pasa de la muerte a la vida, la transfiguración trasciende la vida mostrando reflejos de resurrección, el discurso escatológico del capítulo 13 envuelve la existencia en una atmósfera de final entre tribulaciones que despierta a la nueva creación, y en Getsemaní el Hijo de Dios agoniza en el portón de su pasión. Todos estos eventos son una enseñanza clave para los discípulos que no quieren asumir la cruz como camino mesiánico.
Esto vale también para las escenas de Pedro solo, y para esta escena que analizamos ahora, donde Santiago y Juan vienen con un pedido fuera de contexto en el proyecto del Reino de Dios. Estos tres discípulos necesitan aprender constantemente que no se trata de éxito, sino de fidelidad al proceso; no se trata de tomar el trono y reinar sobre los demás, sino destruir los tronos para que todos sirvan.

sábado, 13 de octubre de 2012

Discípulos de este Siglo / Editorial Claretiana

Editorial Claretiana ha habilitado hace un tiempo un sistema de compra vía web para sus libros. Invito a visitar la página, de la cual ofrezco el link más abajo, para informarse sobre el mecanismo, y vuelvo a recomendar mi último libro, que también se puede comprar por este mecanismo informático:
Este no es un libro sobre parábolas, nos dice el autor, pero… ¿y entonces? “Ellas serán el puente para llegar al evangelio-poético de Jesús. Por eso podemos leer este libro a solas o trabajar las parábolas en comunidades, ya que la poesía admite distintas y variadas sensaciones de acuerdo al creyente, que pueden compartirse.”“La expresión máxima de la poesía de Jesús son sus parábolas” Porque Jesús es un poeta profético “la parábola contada por Jesús incomoda”. Por eso sus parábolas nos inspiran aún hoy en día, nos conmueven, nos ayudan a “ponernos en movimiento” para transformar nuestra sociedad como discípulos de este siglo.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Qué difícil lo tendríamos sin la gracia / Vigesimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 10, 17-30 / 14.10.12


17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”. 18 Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. 19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. 20 El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. 21 Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. 22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. 24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. 26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. 27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.28 Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. 29 Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, 30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna”. (Mc. 10, 17-30)


17
Vamos a introducirnos a una escena muy conocida, muy utilizada pastoralmente, muy clave en el análisis teológico de la relación entre Jesús, el cristianismo y las riquezas. Seguramente, Marcos la ha heredado y la integró en esta sección para dar su visión del tema. Seis términos en griego aparecen sólo en esta perícopa y el autor no los utiliza en ninguna otra parte de su libro, dando cuenta de esta herencia que ha recibido narrativamente. Sí ha añadido un inicio particular que entronca la escena con el contexto general de su relato: Jesús está en camino.
Nos encontramos muy cerca del final de esta sección de enseñanza discipular. Ahora toca el momento de abordar la cuestión de las riquezas. En general, Marcos ha dado su visión presentando un Jesús marginal con los marginados, pero ahora se focalizará en el tópico para que Jesús diga, en voz alta, su pensamiento sobre ricos y riquezas.
Para eso se nos introduce al hombre desesperado que viene corriendo y se arrodilla para preguntar algo. No sabemos nada de él. El autor tampoco se gastará en describirlo. Puede ser un hombre que ha pasado noches enteras en vela intentado resolver el problema que tiene en su corazón. La pregunta sobre la vida eterna, sobre cómo llegar a ella, desvela a más de uno, y en su desesperación, es una pregunta de esperanza, una pregunta que da por sentada la eternidad, da por sentado al Dios de la vida, incapaz de dejar en el polvo su Creación. Pero también puede tratarse de una pregunta que esconde una interpretación farisea sobre cómo negociar con Dios una recompensa por las buenas obras.
El hombre trata a Jesús de maestro bueno.  No es un título ni un tratamiento acostumbrado en el judaísmo. Suena a adulación en vistas a obtener una respuesta favorable, pero no se puede descartar la oportunidad de la sinceridad, de que realmente el hombre considerara bueno a Jesús, más que bueno que los otros, y por eso digno de ser llamado así. Para la cuestión exclusivamente narrativa, el calificativo dará pie a un desarrollo teológico que expondremos a continuación: si sólo Dios es bueno, toda la bondad en el mundo se remite a Él, y el ser humano puede ser multiplicador de esa bondad.
La pregunta que abre la discusión es de las más profundas que pueden hacerse: cómo vivir eternamente, cómo estar en la plenitud de Dios para siempre. Aquí, la vida eterna es equivalente a esa proyección escatológica de estar siempre con Dios, siempre en su presencia, llevando la vida humana a su máxima realización. Se remite a un estado de felicidad imposible de describir, pero anhelado por todos. Por eso podemos creer que es una pregunta con esperanza la del hombre desesperado. Se asume que hay una continuación de la vida más allá de la muerte y de esta existencia terrenal, y se asume que esa vida plena y maravillosa puede heredarse. No como una herencia donde el dueño decide sobre sus propiedades con un notario, sino como herencia de amor, como suceso lógico de entrega de lo que ya es en potencia. El hombre considera que esta heredad puede estipularse desde cosas que se hacen. Si hago esto consigo aquello. En principio es una visión mercantilista de la dinámica del Reino. En esta percepción, la vida plena puede ganarse, o peor aún, intercambiarse a manera de trueque con buenas obras.
Para algunos comentaristas, la pregunta del hombre puede leerse desde el Sal 15, donde se inicia preguntando quién se hospedará en la Carpa del Encuentro y quién habitará la Montaña. A continuación de las preguntas, el salmista enumera quiénes tienen el honor de acceder a los lugares santos (Carpa y Montaña): estos son los que practican la justicia, los que dicen la verdad, el que no hace mal al prójimo, el que no embauca al inocente. El esquema es similar a la escena de Marcos. Alguien pregunta cómo acceder/heredar las cosas de Dios (vida eterna, carpa, lugares santos), y se le enumerarán una serie de actos que están relacionados con esa herencia.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Dios sigue soñando / Vigesimoséptimo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 10, 2-16 / 07.10.12


2 Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”. 3 Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”. 4 Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”. 5 Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. 6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. 7 Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, 8 y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.10 Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. 11 El les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; 12 y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”.13 Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. 14 Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. 15 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. 16 Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos. (Mc. 10, 2-16)


2
Estos son de los pocos fariseos que quedan a estas alturas del Evangelio según Marcos. Están fuera de su territorio conocido, de la Galilea. Allí actuaban a sus anchas. Pero con el cambio de escenario, con el inicio del camino de subida a Jerusalén, su protagonismo como antagonistas de Jesús tuvo que ser relegado en manos de otros grupos religiosos. Volverán para dar su última aparición en Mc 12, 13, junto a los herodianos.
Como en otras oportunidades, los fariseos se acercan para poner a prueba a Jesús. La intención queda develada desde el principio. Las preguntas que le formulan no son sinceras en su intención. Sí lo son en la problemática que abordan, como veremos más adelante, pero están teñidas de un halo de trampa. En este caso, debemos suponer que Jesús tenía una posición ya tomada al respecto de lo que le preguntan, y que su posición era pública; por eso la pregunta buscaría dejarlo al descubierto como desobediente de la Ley. Si bien existían varias escuelas de interpretación en el judaísmo, todas respetaban la letra explícita de la Ley de Moisés, y divagaban sobre esa letra, sin ponerla en tela de juicio. Básicamente, las escuelas interpretativas hacían una hermenéutica descriptiva, de mero desarrollo de lo existente, o una hermenéutica legislativa, interpretando aquello que la Palabra no había normatizado en detalle. Dos de las más importantes y sobresalientes de estas escuelas eran las lideradas por los maestros Schammai e Hillel.
La pregunta en concreto que debe responder Jesús ahora es sobre la licitud del divorcio. De por sí, en el contexto de la Ley de Moisés, la pregunta es una redundancia. Si un judío acepta la Ley mosaica como designio y palabra divina, entonces no puede criticar o poner en duda su legitimidad. Si lo hace, entonces está rechazando a Israel y a su Dios. Esa es la trampa. Jesús ya se ha expresado abiertamente sobre la posibilidad de que la Ley de Moisés no sea completa, no sea exactamente Palabra de Dios, y sea perfeccionable. Entonces, como fondo de la temática del divorcio, está la cuestión de si lo que proclamó Moisés tiene validez o no, si el judaísmo puede estar fundado en ello o puede ser plástico con esa Ley. Está la cuestión de la relación de Jesús con la Ley: ¿vino a abolirla, vino a cumplirla al pie de la letra, vino a modificarla, vino a superarla?