martes, 30 de abril de 2013

Paz-Shalom versus Pax Romana / Sexto Domingo de Pascua – Ciclo C – Jn 14, 23-29 / 05.05.13


Jesús le respondió: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Les he dicho estas cosas estando entre ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho. Les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde. Han oído que les he dicho: Me voy y volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y se lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda crean.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Los que aman son habitados por el Hijo y el Padre, quienes ponen su morada en él o ella. Así como el Verbo “puso su morada entre nosotros” (Jn 1, 14), Dios arma la tienda en el discípulo. La imagen de la morada proviene de la historia veterotestamentaria sobre la Tienda del Encuentro, una especie de santuario móvil que Israel llevaba consigo en su peregrinación a manera de templo, antes de la construcción del Templo de Jerusalén. La morada había sido orden directa de Yahvé a Moisés (cf. Ex 25, 8-9); cuando el pueblo avanzaba por el desierto, la Tienda era desarmada y llevada, y cuando el pueblo se detenía, se armaba la Tienda, sobre la cual se ubicaba la nube o la columna de fuego que representaban la gloria de Dios (cf. Ex 40, 36-37); en la Tienda se encontraban cara a cara Moisés y Yahvé (cf. Ex 33, 8-11a).
Cuando Juan habla de una morada puesta entre los seres humanos, está recordando la Tienda del Encuentro. Aquella pregunta retórica que conserva el Deuteronomio sobre Yahvé sirve para los cristianos: “¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahvé nuestro Dios siempre que lo invocamos? (Dt 4, 7). La imagen de la morada es la imagen de la cercanía. Dios está en medio del pueblo, con la gente. Jesús es, justamente, el sacramento por excelencia de esa cercanía divina. En clave más íntima y espiritual, el discípulo puede experimentar la morada dentro suyo, como acompañamiento efectivo de su vida. Por eso Jesús puede manifestarse con plenitud a los que son capaces de abrirse al amor. Amando se conoce, y se conoce en profundidad. Hay que estar dispuesto a dejarse habitar por Dios, hay que darle espacio, dejarlo entrar, de lo contrario, la manifestación se queda en la distancia, en el conocimiento superficial. Dios se auto-revela, pero no todos guardan la Palabra. Se la escucha y oye, pero no supera el grado de lo trivial, lo voluble. Dios quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tim 2, 4); ahora bien, ¿todos los hombres están dispuestos a salvarse por la vía de la gracia/amor?

martes, 23 de abril de 2013

Gloria a Dios en las alturas, ¿y en la tierra? / Quinto Domingo de Pascua – Ciclo C – Jn 13, 31-35 / 28.04.13


Cuando salió, dice Jesús: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con ustedes. Ustedes me buscarán, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, ustedes no pueden venir, les digo también ahora a ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros”

Pistas exegéticas (qué dice el texto)
El sentido de los tópicos que se mencionan aquí, clásicos de la teología joánica, como la glorificación y el amor, adquieren su sentido pleno en el gran contexto de la última cena, que ha dado inicio en Jn 13, 1. El primer evento de esta cena es el lavatorio de los pies (cf. Jn 13, 2-17). A continuación, el tema de la traición de Judas se hace más evidente, y el redactor le dedica un espacio considerable al relato de las diferentes dimensiones de esta traición: la mirada profética de Jesús (cf. Jn 13, 18-21), la reacción de los discípulos en conjunto ante el anuncio (cf. Jn 13, 22), el trípode Pedro-Discípulo Amado-Jesús (cf. Jn 13, 23-26), la posesión demoníaca de Judas y su salida (cf. Jn 13, 27-30).
En este punto comienza la perícopa litúrgica de hoy. Al finalizar, en el versículo 35, se añade una situación posterior, que es el anuncio que hace Jesús de la negación de Pedro antes de que cante el gallo (cf. Jn 13, 36-38). El discurso que leemos, entonces, queda enmarcado por las dos traiciones de los íntimos.

miércoles, 17 de abril de 2013

Un solo Buen Pastor: sin coimas, sin negocios turbios, sin comprar votos / Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo C – Jn 10, 27-30 / 21.04.13


Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”


Pistas exegéticas (qué dice el texto)
Para adentrarnos en el contexto, es necesario leer Jn 10, 22: “Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno”. Como sabemos, para el desarrollo del Evangelio según Juan, las fiestas litúrgicas judías son importantísimas; no tanto en su valor propio, sino como oportunidades para que Jesús las supere con palabras o gestos. En el capítulo 2 tenemos la primera pascua judía (cf. Jn 2, 13) y la sustitución del Templo de Jerusalén por la persona de Jesús; en el capítulo 5 hay una fiesta judía no explicitada (cf. Jn 5, 1) que algunos comentaristas interpretan como Pentecostés, y la curación del paralítico introduce la discusión sobre el sábado, la ley mosaica y la autoridad jesuánica; en el capítulo 6 está la segunda pascua judía (cf. Jn 6, 4) y la multiplicación de los panes que es banquete pascual abierto; el capítulo 7 sucede en la fiesta de las tiendas o los tabernáculos (cf. Jn 7, 2), donde se realizaban libaciones de agua para la fertilidad del suelo, y a partir de las cuales Jesús declarará que Él tiene el agua viva (cf. Jn 7, 37-38); a partir del capítulo 13, con la última pascua celebrada por Jesús (cf. Jn 13, 1), Él sustituye los corderos inmolados en el Templo durante el día de la preparación, al mismo horario en que muere en la cruz (cf. Jn 19, 14.31).

martes, 9 de abril de 2013

Dos cambios para la Iglesia: universalidad y eucaristía / Tercer Domingo de Pascua – Ciclo C – Jn. 21, 1-14 / 14.04.2013


Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: “Voy a pescar”. Le contestan ellos: “También nosotros vamos contigo”. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Les dice Jesús: “Muchachos, ¿no tienen nada que comer?”. Le contestaron: “No”. Él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: “Es el Señor”. Cuando Simón Pedro oyó “es el Señor”, se puso el vestido – pues estaba desnudo – y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Les dice Jesús: “Traigan algunos de los peces que acaban de pescar”. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: “Vengan y coman”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres tú?”, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Hay dos cambios necesarios en esta Iglesia que se propone a sí misma cambiar. Un cambio es la universalidad: entender que el Catolicismo Romano no es el centro salvífico, y más allá aún, entender que nuestras organizaciones eclesiales son sólo una forma, pero que existen diversas formas de practicar el Reino de Dios, posiblemente muchas más válidas que las nuestras. El otro cambio se debe dar en la eucaristía: no podemos seguir celebrando los domingos como lo venimos haciendo, con una consagración reducida a un varón ordenado y no a la comunidad, con gente que se queda fuera de la mesa por considerárselos impuros, con un rito medieval y uniformado.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Los relatos de resurrección joánicos abarcan los capítulos 20 y 21 del Evangelio. Dentro de estos relatos, cuatro corresponden a visiones del Resucitado. La primera escena es la del descubrimiento que hace María Magdalena del sepulcro vacío y la comunicación a Pedro y al otro discípulo (cf. Jn 20, 1-2); la segunda es el descubrimiento que hacen Simón Pedro y el discípulo amado de la tumba vacía (cf. Jn 20, 3-10); la tercera escena de resurrección y primera visión es el encuentro en el jardín de la Magdalena y Jesús (cf. Jn 20, 11-18); la cuarta escena y segunda visión es la que tienen los discípulos sin Tomás (cf. Jn 20, 19-25); la tercera visión ya cuenta con la presencia de Tomás (cf. Jn 20, 26-29); y, finalmente, el largo episodio del capítulo 21, que leemos hoy, es la cuarta visión del Resucitado. De una u otra manera, más allá de la cristología de las cuatro visiones, tenemos profundas miradas eclesiológicas en estos textos. Se nos dice una palabra sobre el Cristo, pero también una palabra sobre la Iglesia. Se nos habla de la vida nueva del Hombre Nuevo, pero también de la vida nueva de la Comunidad Nueva. Íntimamente ligadas, la resurrección de un hombre es la re-fundación del Pueblo de Dios.

miércoles, 3 de abril de 2013

La Pascua de los ciegos / Segundo Domingo de Pascua – Ciclo C – Jn. 20, 19-31 / 07.04.2013


Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también yo los envío”. Dicho esto, sopló y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”.Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con ustedes”. Luego dice a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”. Le dice Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”.Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. Éstos han sido escritos para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Lo que tenemos delimitado litúrgicamente es el final del capítulo 20 del Evangelio según Juan, que consta, en total, de 21 capítulos. Como podemos percatarnos fácilmente en una lectura rápida, los últimos versículos son una conclusión que funciona a manera de epílogo de todo lo narrado. El libro puede terminar allí. Sin embargo, nuestras ediciones de la Biblia tienen un capítulo más. Esto es porque, de hecho, la primera redacción joánica acababa en el capítulo 20, y lo posterior es un agregado de los discípulos del redactor, los cuales vuelven a escribir una conclusión en Jn 21, 24-25. Por eso este Evangelio parece terminar en dos oportunidades.

Si bien la primera conclusión es breve, de apenas dos versículos, resume eficientemente la intencionalidad y el sentido de la obra joánica. En primera instancia, aclara que Jesús realizó muchos otros signos, y no solamente los que están contenidos en los 20 capítulos previos.
Recordamos que Juan no utiliza la palabra milagro (como los sinópticos), sino semeion, que en griego significa señal o signo. De las bodas de Caná se dice que fue el signo proto-típico (cf. Jn 2, 11); los judíos lo interrogan sobre qué signo presenta para expulsar a los vendedores del Templo (cf. Jn 2, 18); durante la primera Pascua en Jerusalén, realiza muchos signos (cf. Jn 2, 23); Nicodemo reconoce que nadie realiza los signos que Él hace si Dios no está con él (cf. Jn 3, 2); la curación del hijo del funcionario es interpretada por el relator como el segundo signo (cf. Jn 4, 54); la gente le sigue por los signos que realiza en los enfermos (cf. Jn 6, 2); la gente ve en la multiplicación de los panes un signo profético (cf. Jn 6, 14) y se pregunta si el Cristo podrá hacer más signos que Jesús (cf. Jn 7, 31); en la misma línea que Nicodemo, los fariseos se alarman porque si Jesús es pecador, no podría hacer los signos que hace (cf. Jn 9, 16); inclusive los signos son causa del planeamiento de su muerte (cf. Jn 11, 47-53); finalmente, la gente se agolpa más todavía cuando entra a Jerusalén porque se corre la noticia del signo que realizó en Lázaro, reviviéndolo (cf. Jn 12, 17-18).
Los biblistas, a esta primera sección de Juan, hasta el inicio del capítulo 13, la llaman el libro de los signos, con razón.