martes, 26 de febrero de 2013

La gracia de la conversión (Discípulos de este Siglo, Editorial Claretiana) / Tercer Domingo de Cuaresma – Ciclo C – Lc 13, 1-9 / 03.03.2013


1 En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. 2 El les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? 3 Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. 4 ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? 5 Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.6 Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. 7 Dijo entonces al viñador: Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?. 8 Pero él respondió: Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. 9 Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”.

Para este domingo de Cuaresma ofrezco uno de los capítulos de mi libro “Discípulos de este Siglo”, editado por Editorial Claretiana de Argentina en el año 2012. El capítulo se llama “La gracia de la conversión” e intenta descifrar un poco el sentido de esta parábola narrada por Jesús sobre la higuera que no da frutos, siempre en el contexto de lo que sucede previamente, con el comentario sobre los galileos y los jerosolimitanos que han muerto. Este capítulo es muy querido para mí, porque alguien, tras leerlo, me dijo que podía mirar la muerte desde otra perspectiva (su muerte y la muerte de sus seres queridos): todo morimos, indefectiblemente, pero eso no es lo importante; lo fundamental es que tenemos la opción de abrirnos a la gracia mientras estamos vivos.

A Jesús le presentan un caso conocido en Palestina. Se trata de unos galileos que han sido asesinados por Pilato, aparentemente en el mismísimo templo, y por eso su sangre se mezcló con la de los sacrificios, o quizás durante alguna fiesta importante de peregrinación a Jerusalén. En los relatos históricos extra-bíblicos es difícil encontrar una referencia clara a este episodio, aunque sí a la crueldad de Pilato y su aversión a los judíos. Por lo tanto, no es inverosímil el suceso. La pregunta que podemos hacernos es por qué le traen a colación a Jesús el caso. Hay tres cuestiones a considerar al respecto:
1. Era creencia generalizada que las desgracias personales o familiares respondían a la existencia de un pecado, personal o familiar. Cuando a Job, el protagonista del libro que lleva su nombre, le suceden tantas desdichas, la explicación repetitiva hasta el hartazgo de sus interlocutores es que hay un pecado que él no está reconociendo (cf. Job 8, 4; 22, 5). En el Evangelio según Juan, cuando aparece el ciego de nacimiento, los discípulos preguntan al Maestro: “Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Jn 9, 2b). Por lo tanto, la muerte prematura o violenta es, en la mentalidad de la época, un suceso de justicia divina, que paga al pecador por su falta. Una teología de la retribución terrenal.
2. Pedir a Jesús una posición política no es algo ajeno a los Evangelios. En una ocasión muy conocida, los escribas y los sumos sacerdotes le envían unos espías para que le pregunten si es lícito pagar el tributo al César (cf. Lc 20, 20-26). Este tipo de preguntas son trampas tendidas. Si Jesús toma parte por alguno de los bandos que disputan violentamente, o sea, que basan sus principios en el uso de armas, está negando su Evangelio de amor. Quizás, en este caso, presentar el caso de los galileos es una incitación a que Jesús se manifieste en contra de Pilato y a favor del nacionalismo, una incitación a tomar partido, a reclamar venganza por esa sangre derramada.
3. Pero podemos ir por una interpretación más. A esta altura de la narración lucana queda claro que la praxis de Jesús se opone a los poderes terrenales, y dentro de ellos al poder imperial. Queda claro, también, que esto no puede acabar bien; el mismo Jesús ya ha anunciado su muerte dos veces (cf. Lc 9, 22.44). Como Jesús es galileo, cabe la posibilidad de que se le mencione el hecho de sus compatriotas muertos para hacerle ver que Él va por el mismo camino; Pilato lo ejecutará por su comportamiento. Puede sonar a advertencia, pero también puede ser una recriminación, o hasta una justificación de lo que pasará: si lo matan es porque algo habrá hecho.

martes, 5 de febrero de 2013

La pesca más graciosa de la historia / Quinto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 5, 1-11 / 10.02.13


1 En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. 2 Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. 3 Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. 5 Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. 6 Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. 8 Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. 9 El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; 10 y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”.11 Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
En Lc 4, 42-44 la gente busca desesperadamente a Jesús y quieren retenerlo, pero Él es conciente de que debe anunciar la Buena Noticia en otros lados, y por eso se va “predicando por las sinagogas de Judea”. Tras esto encontramos el texto que leemos hoy. La fama de Jesús se está expandiendo, está realizando los primeros recorridos como profeta itinerante, tiene un grupo de seguidores aún no definido con precisión, entendido más bien como oyentes ocasionales o pre-discípulos. Las masas están con Él (exceptuando sus paisanos de Nazareth) porque habla con una autoridad distinta y porque sana (cf. Lc 5, 15).

Simón, Santiago y Juan, cuando comienza la escena de este domingo, no son los apóstoles ya definidos que tenemos en nuestras mentes. A Jesús lo conocen; ha estado en casa de Simón y quitó la fiebre a su suegra, pero sus vidas continúan, sus trabajos están en pie, no son itinerantes como el Maestro, no lo han dejado todo. Ciertamente, cuando acaba el relato de hoy, su condición es distinta, ya son discípulos con todas las letras, han dejado las barcas y le siguen.
¿Pero es posible hablar de un relato vocacional estricto? El Maestro no los llama como, por ejemplo, a Leví, con el clásico sígueme (cf. Lc 5, 27). Y tampoco encontramos la construcción literaria del Evangelio según Marcos: vengan conmigo (cf. Mc 1, 17). Quizás no estemos ante un relato vocacional estándar; lo que Lucas plantea en pocas líneas es el agrupamiento de unos tres acontecimientos que se fueron sucediendo con no tanta rapidez en la historia de los discípulos. Un primer acontecimiento pudo haber sido la predicación de Jesús en Cafarnaún (que el relato sintetiza en los primeros versículos); el segundo momento sería el de los signos (milagros) del Reino, autoridad e identidad de Jesús (que para esta escena es la pesca milagrosa); finalmente, el tercer momento sería la conversión/vocación para seguir a Jesús (final del relato). En términos estrictos de la historia científica, estos tres momentos, seguramente, no estuvieron agrupados como los presenta Lucas, puesto que Simón ya ha escuchado a Jesús y ha visto cómo era sanada su suegra, pero a los fines pedagógicos, la escena muestra el cambio rotundo que ocurre desde la situación inicial a la final; cambio que es obra de la gracia.