lunes, 29 de julio de 2013

Si entre ellos se pelean / Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 12, 13-21 / 04.08.13

Uno de la gente le dijo: “Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo”. Él le respondió: “¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes?”.  Y les dijo: “Miren y guárdense de toda codicia, porque, aunque alguien posea abundantes riquezas, éstas no le garantizan la vida”.Les dijo una parábola: “Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo dónde almacenar mi cosecha?. Y dijo: Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes, reuniré allí todo mi trigo y mis bienes y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea. Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?Así es el que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios”.

 (Esta parábola está abordada en el libro que editamos el año pasado con Editorial Claretiana de Argentina: Discípulos de este Siglo)

Pistas exegéticas (qué dice el texto)
A Jesús se le propone mediar una disputa familiar. Quizás, el fondo del problema sea el mismo que el de la parábola del padre misericordioso de Lc 15, 11-32: un hermano pide su parte de la herencia en vida. Lo usual es esperar la muerte del padre para repartir la herencia, pero en casos excepcionales se podía pedir por anticipado. Eso es lo que hace el hermano menor de la parábola del padre misericordioso, y eso es lo que pide hoy el que habla desde la multitud. En ambos casos el resultado parece ser la disputa familiar. Al regreso del hermano menor en el capítulo 15 de Lucas, es el hermano mayor quien se enoja y no quiere compartir la alegría del regreso. En la lectura de este domingo, la disputa fraternal ya parece estar instaurada; quien viene a pedir la mediación de Jesús, la pide porque su hermano no quiere partir la herencia todavía.

miércoles, 24 de julio de 2013

Que Dios se haga todo en todos / Decimoséptimo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 11, 1-13 / 28.07.13

Trabajando por lo que podrían decirse dos años arribé a un libro, a lo que sería el final de un libro (que no suele ser más que otro principio). Es un libro que costará publicar, porque su tamaño y su temática posiblemente no se correspondan con lo que se vende. Pero está en mi computadora, aguardando. Trata sobre el Reino de Dios en los Evangelios, tiene como título orientativo La obsesión de Jesús, y aquí dejo un breve fragmento que corresponde al análisis de un versículo que la liturgia católica propone leer este domingo.

(Lc 11, 2) El les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino” [Mt 6, 10]

La oración ocupa un espacio primordial en el relato lucano, tanto en el Evangelio como en Hechos de los Apóstoles. Jesús ora al Padre con confianza, así como la Iglesia primitiva asume esa actitud de su Maestro para perpetuarla en su seno, como oración comunitaria guiada por el Espíritu Santo.
Jesús se retira a lugares desiertos para orar cuando la muchedumbre lo persigue porque se hace famoso (cf. Lc 5, 15-16), ora en una montaña la noche antes de elegir a los Doce (cf. Lc 6, 12), ora a solas cuando pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es Él (cf. Lc 9, 18), tras lo cual emprenderá la larga subida a Jerusalén (cf. Lc 9, 51). La transfiguración sucede enmarcada en oración (cf. Lc 9, 28-29). Y Lc 11, 1-13 contiene la enseñanza del Padrenuestro y la parábola del amigo insistente, en conexión con la parábola paralela de la viuda insistente (cf. Lc 18, 1-8). Por su parte, la comunidad apostólica oraba en un mismo espíritu (cf. Hch 1, 14), y el día de Pentecostés descendió el Espíritu sobre los que se encontraban orando (cf. Hch 2, 4); al culminar ciertas oraciones el Espíritu se hacía presente (cf. Hch 4, 31; 8, 17), y fue el mismo Espíritu Santo el que separó a Bernabé y a Pablo para la misión (cf. Hch 13, 2).

martes, 16 de julio de 2013

Igualitarismo radical / Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 10, 38-42 / 21.07.13

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.Al fin, se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada”.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Nuevamente, la liturgia nos ofrece un episodio propio y original del Evangelio según Lucas. Ni Marcos ni Mateo parecen conocer a las hermanas Marta y María. Juan, por otro lado, sí las menciona y, ciertamente, les otorga un lugar privilegiado en los capítulos 11 y 12 de su obra, con el añadido del personaje del hermano llamado Lázaro. Lucas no conoce a Lázaro o no le da importancia porque no influye en el sentido de su relato. De todas maneras, tanto para la tradición joánica como para la lucana, Marta y María representan perfiles parecidos y definidos. La primera es la que sirve, la anfitriona, la que ejerce la diakonía (cf. Lc 10, 38 y Jn 12, 2); la segunda tiene una relación de ternura amorosa con Jesús (cf. Lc 10, 29 y Jn 12, 3). Marta siempre tiene la voz y la entereza para recriminar directamente al Maestro, ya sea la aparente pereza de María (en Lucas) o la demora del Señor que no pudo evitar la muere de Lázaro (en Jn 11, 21). Es en esa voz que podemos leer su declaración de fe equivalente a la declaración petrina: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo” (Jn 11, 27). María, en cambio, habla una sola vez, en Jn 11, 32, y el resto del tiempo permanece callada, acentuando sus actitudes y disposiciones desde los gestos (sentada escuchando en Lc 10, 39 y derramando perfume en los pies de Jesús en Jn 12, 3).

miércoles, 10 de julio de 2013

Sobre cómo nos vamos haciendo prójimos / Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 10, 25-37 / 14.07.13

Se levantó un legista y dijo, para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?”. Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Le dijo entonces: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”.Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: “Y ¿quién es mi prójimo?”. Jesús respondió: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verlo tuvo compasión. Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y lo montó luego sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.
¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?”. Él dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Le dijo Jesús: “Vete y haz tú lo mismo”.

Una parábola propia de Lucas. Quizás, junto con la parábola del padre misericordioso (también exclusiva de Lucas), sean las dos más recordadas de todas las parábolas que se le atribuyen a Jesús. Y quizás, justamente por ser las más recordadas, son las más complicadas de llevar a la práctica. Dejo fragmentos del capítulo de mi libro “Discípulos de este Siglo” que se dedica a analizar al buen samaritano. Ha sido editado con Claretiana de Argentina el año pasado, y permanece en stock para ser adquirido.


La dinámica del texto es ir desde la idea israelita de prójimo a la idea jesuánica. Verdaderamente cambia la interpretación de las cosas si la vida se analiza desde la pregunta del legista (¿quién es mi prójimo?) o desde la pregunta de Jesús (¿quién es el que se hace prójimo?). Para el legista, la cuestión es saber a quién debo amar y a quién no. Para Jesús, la cuestión es que debo amar, sin importar a quién. El primero de los interlocutores busca una clasificación, una separación que distinga a los merecedores del trato amoroso y a los que no son dignos; el segundo pone el dedo en la llaga, en lo macabro que esconde una clasificación. ¿Cuál es la pregunta válida? ¿Cuál es la verdadera pregunta que debemos hacernos? ¿Importa saber quién es mi prójimo o importa hacerse prójimo?

jueves, 4 de julio de 2013

Predicar, sanar, exorcizar (Evangelizadores Porfiados) / Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

El mes pasado sacamos a la luz, con Editorial San Pablo, un nuevo libro: Evangelizadores Porfiados. Es un libro sobre la evangelización, pero específicamente sobre la evangelización porfiada, la que se hace a contracorriente, como lo hizo Jesús. Fue escrito guiado por el Evangelio según Marcos, y pretende plantear una forma de comunicar la Buena Noticia que no se acomode, que no negocie, que no se calle.
El capítulo 11 se titula Predicar, sanar y exorcizar son cosas de todos los días. En cierto modo, este capítulo plantea una continuación entre las tareas básicas de los primeros evangelizadores (los Doce, los 72) y nuestra tarea evangelizadora actual. Aquí un fragmento de este capítulo, en sintonía con la lectura que la liturgia plantea para este domingo.

El evangelizador se sostiene en tres acciones: predicar, sanar y exorcizar. Pero las tres acciones se re-significan para dar respuesta a las situaciones actuales, y en continuación con los Doce (en continuidad con Jesús, en continuidad con los 72), seguir ofreciendo la alternativa del Reino, desde las mismas premisas con las que se inició: en pobreza, humildad, desde la itinerancia, como convocados y enviados, peregrinos, en comunidad.

martes, 2 de julio de 2013

Su Templo es el Mundo / Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 10, 1-12.17-20 / 07.07.13

Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir. Y les dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos. Ruegen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Vayan; miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie en el camino. En la casa en que entren, digan primero: Paz a esta casa. Y si hubiere allí un hijo de paz, su paz reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes. Permanezcan en la misma casa, coman y beban lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayan de casa en casa. En la ciudad en que entren y los reciban, coman lo que les pongan; curen los enfermos que haya en ella, y díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes. En la ciudad en que entren y no los reciban, salgan a sus plazas y digan: Sacudimos sobre ustedes hasta el polvo de su ciudad que se nos ha pegado a los pies. Sepan, de todas formas, que el Reino de Dios está cerca. Les digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad”.Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño; pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos”.

El texto conocido de la Misión de los 72 es propiamente lucano. Ninguno de los otros evangelistas lo narra. Es fácil hallar en esta inclusión de Lucas una herramienta literaria para hacer parangón con el envío de los Doce sucedido en Lc 9, 1-6.10. Comparando ambos episodios encontramos en común el tema de los enviados, la descripción de una serie de actividades que deben realizar y el regreso en el que los discípulos cuentan al Maestro la experiencia.