jueves, 4 de julio de 2013

Predicar, sanar, exorcizar (Evangelizadores Porfiados) / Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

El mes pasado sacamos a la luz, con Editorial San Pablo, un nuevo libro: Evangelizadores Porfiados. Es un libro sobre la evangelización, pero específicamente sobre la evangelización porfiada, la que se hace a contracorriente, como lo hizo Jesús. Fue escrito guiado por el Evangelio según Marcos, y pretende plantear una forma de comunicar la Buena Noticia que no se acomode, que no negocie, que no se calle.
El capítulo 11 se titula Predicar, sanar y exorcizar son cosas de todos los días. En cierto modo, este capítulo plantea una continuación entre las tareas básicas de los primeros evangelizadores (los Doce, los 72) y nuestra tarea evangelizadora actual. Aquí un fragmento de este capítulo, en sintonía con la lectura que la liturgia plantea para este domingo.

El evangelizador se sostiene en tres acciones: predicar, sanar y exorcizar. Pero las tres acciones se re-significan para dar respuesta a las situaciones actuales, y en continuación con los Doce (en continuidad con Jesús, en continuidad con los 72), seguir ofreciendo la alternativa del Reino, desde las mismas premisas con las que se inició: en pobreza, humildad, desde la itinerancia, como convocados y enviados, peregrinos, en comunidad.

¿Y cuál es la prédica para las situaciones misioneras actuales? En el centro, siempre lo fue y siempre lo será, el kerygma, el anuncio explícito de la Buena Noticia que significa la encarnación, la vida, muerte, pasión y resurrección de Jesús de Nazaret. Ninguna prédica puede desviarse de ese centro. Pero profundizando en algún aspecto del Evangelio que pueda sacudir al modelo social contemporáneo, podríamos enunciar la Verdad de los pobres. A una impresión social capitalista, donde importa la individualidad por sobre la comunitariedad, donde reino es un concepto imperial de opresión, la Verdad del Evangelio (Verdad de los pobres) es fuerza de choque, es mensaje que desestabiliza, es anuncio provocativo. Pocas cosas cuestionan más al varón y a la mujer de nuestra época que la existencia de una Verdad, y peor aún, que esa Verdad esté en lo despreciable, en lo desechado, en lo que no sirve, en lo inútil, en lo no mercantil. Que Dios se encarne en la sencillez de una aldea/paraje y no en los palacios/multinacionales, parece ser el escándalo de la historia humana.
¿Y cuál es el exorcismo para las situaciones misioneras actuales? Hemos dicho que expulsar demonios es signo de autoridad que libera. Jesús expulsaba con el poder de Dios y los Doce lo hacen con el poder de Jesús. Lo demás es farsa o simulación, es obra de Beelzebul. Los hechos demoníacos de la actualidad, esas opresiones que esclavizan al ser humano, ese gran aparato económico multinacional que limita las posibilidades, y las mismas ofertas de salvación del sistema que son la ayuda internacional con intereses, la compra de tierras extranjeras, son todo una farsa, un montaje siniestro. Mientras se promete el progreso y la promoción a una supuesta mejor calidad de vida (al primer mundo), se establece una organización mundial que separa cada vez más a los ricos de los pobres. Los poseídos de Palestina hace dos mil años quedaban fuera de la sociedad; los poseídos por la globalización capitalista y neoliberal quedan al margen, aislados de las posibilidades reales, relegados, sub-ocupados. Ante la metódica producción de pobres, el desafío está en una evangelización capaz de demostrar que su Señor es más poderoso que el dinero, que el Reino de Dios es más que la bolsa de valores, que la verdadera autoridad no está en el valor de cambio ni en la moneda fuerte, sino en la capacidad de dar la vida por los demás. El sistema económico puede poseer, pero sólo Jesucristo puede liberar.
¿Y cuáles son las curaciones para las situaciones misioneras actuales? Curar es restablecer lo que se había enfermado, recuperar el bienestar original, volver a soñar con la plenitud del universo. Cada vez con más ahínco la evangelización reconoce en la ecología un campo de acción. Sanar la Creación, restablecer el orden del principio, es curar en sentido universal y global. Una curación inclusiva, una curación para todos. El hecho pascual no ha afectado sólo la intimidad de los corazones, sino que cada fibra del universo se ha hecho nueva y es, en potencia, plena, en la medida en que sea asociada concientemente a la resurrección. En un sistema de salud burocratizado y comercial, el paciente es cliente y la medicina un negocio. El arte de curar la Creación implica oponerse al comercio de lo redituable que destruye y oponerse a la desidia de los destructores pasivos, aquellos que por no comprometerse contribuyen a la enfermedad comunitaria. Es porfiarle a la destrucción de los nuestros por la misma mano nuestra, es mirar la obra del Padre con la esperanza del primer capítulo del Génesis y los últimos del Apocalipsis, condensando la historia en el Edén.


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