domingo, 31 de marzo de 2013

Buena Pascua a los blogueros


Esta cuaresma tuvo dos hechos significativos que me hicieron pensar mucho y me hicieron releer bastante la historia de Jesús que cuentan los Evangelios. Uno de los hechos fue la renuncia de Benedicto XVI al pontificado (con la posterior elección de Bergoglio/Francisco). El otro fue la muerte de Hugo Chávez. Pero más allá de los hechos, lo que más me hizo volver frenéticamente a los Evangelios fueron las reacciones en torno a esos hechos. Las reacciones frente a la renuncia que más me llamaron la atención fueron las “ortodoxas”, las de aquellos que defienden ciegamente el catolicismo. Las reacciones frente a la muerte que más me llamaron la atención fueron las “progresistas”, las de aquellos que han elevado a Chávez a los altares. Y mi conclusión fue que el mundo me resulta cada vez más incomprensible.
Sin embargo, pude volver a los Evangelios. Y confirmé que Jesús no tiene nada que ver con el poder. Nada que ver con un papado, nada que ver con una entidad monárquica que se rige de manera absolutista, nada que ver con un armatoste de corrupción que sólo busca sostenerse a sí mismo. Tampoco tiene nada que ver con el afán enfermizo de poder que lleva a alguien a postularse a un mandato que no podrá terminar, nada que ver con un discurso de izquierda que acrecienta cuentas millonarias en Estados Unidos, nada que ver con la coerción y el espionaje al que piensa distinto. En definitiva, volver a los Evangelios me confirmó en una posición que, hoy por hoy, es difícil sostener: la crítica a todos los poderes (el de derecha y el de izquierda, el ortodoxo y el heterodoxo, el capitalista y el socialista).

Jesús fue enemigo acérrimo del poder. Y lo crucificaron. Y lo mataron los poderosos. Y murió sin poder, semi-desnudo, colgando, en soledad. Murió con una de las muertes más agresivas: expuesto para que se desangre frente al público. Una frase de Jesús me ha quedado en este camino de cuaresma: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así” (Mc 10, 42-43a). Los gobernantes y los poderosos hicieron sentir su peso sobre Él. Varios cristianos, tristemente, veo cómo apoyan a los gobernantes y a los poderosos, de una forma fanática, idolátrica, anti-evangélica. Apoyan al papado sin criticarlo. Apoyan a figuras presidenciales como lo fue la de Chavez sin el menor esbozo de crítica.
Y Jesús nos sigue repitiendo que no seamos como los poderosos de este mundo, que no les hagamos el juego, que no se la dejemos tan fácil. A Él lo crucificaron esos representantes del poder, y sin embargo les damos nuestro apoyo incondicional. Sigo confundido respecto al mundo, pero contento de que esta cuaresma me haya devuelto una certeza: ningún poder (religioso, político, social, económico) le llega a los talones al Reino de Dios por el que vivió, murió y resucitó Jesús.

jueves, 28 de marzo de 2013

No ver para creer / Domingo de Pascua – Ciclo C – Jn. 20, 1-9


El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
La escena de la tumba vacía del Evangelio según Juan tiene tres personajes bien presentes y uno ausente. Justamente, el gran ausente es Jesús. Tenemos, por lo tanto, tres personas frente a un misterio, frente a un suceso que deben interpretar. En la interpretación de las cosas juega un papel importante la psicología, las experiencias pasadas, la fe. Todo lo que somos y nuestros contextos determinan que leamos la realidad de tal o cual manera. La Magdalena ve la piedra quitada del sepulcro. Esa es su visión. En el texto griego del Evangelio, se puede entender que la piedra ha desaparecido, que ha sido llevada, a diferencia de los Sinópticos, donde la idea es que la piedra ha sido corrida. Ante este hecho demostrable y la imposibilidad de explicarlo con rápida lógica, María interpreta que se han llevado el cuerpo de Jesús. Su elucidación sería que si la piedra ha sido llevada, es porque ese trabajo se realizó entre varios, y si varios fueron al sepulcro por la noche, es porque constituían un grupo capaz de circular libremente y porque tenían un propósito. Ese propósito podría ser robarse el cuerpo de Jesús.
Mateo, en su relato, ha hecho eco de esta interpretación cuando asegura que los sumos sacerdotes y los ancianos dieron dinero a los soldados que custodiaban el sepulcro para que no contaran nada de lo ocurrido y circularan el rumor de que los mismos discípulos habían robado el cuerpo (cf. Mt 28, 11-15). Seguramente, las comunidades mateanas y joánicas tuvieron que lidiar con este rumor, y eso se ve reflejado aquí.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Anamnesis / Sábado de Gloria – Ciclo C – Lc. 24, 1-12 / 30.03.2013


El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro. Entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Asustadas, inclinaron el rostro a tierra, pero les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, pero al tercer día resucitará”. Y ellas recordaron sus palabras.Regresaron, pues, del sepulcro y anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Las que referían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. Pero a ellos todas aquellas palabras les parecían desatinos y no les creían. Con todo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio los lienzos y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.

Cada evangelista tiene su tradición pascual, y sin embargo, todos tienen una misma experiencia central. Para Marcos, Mateo, Lucas y Juan, es coincidencia la tumba vacía encontrada por las mujeres (cf. Mc 16, 1-4; Mt 28, 1-4; Lc 24, 1-3; Jn 20, 1). Para la tradición joánica, sólo María Magdalena va al sepulcro esa mañana; en Marcos se añaden María la de Santiago y Salomé (las mismas tres nombradas en Mc 15, 40, mirando la cruz); Mateo elimina a Salomé y sólo son dos las asistentes; Lucas, finalmente, aumenta el número de mujeres sin precisar la cantidad exacta. Para él, fueron María Magdalena, Juana, María la de Santiago y las demás (¿dos, tres, diez?). Estas mensajeras lucanas recuerdan el inicio del capítulo 8 del Evangelio, cuando se nombran las mujeres que acompañaban a Jesús mientras recorría itinerantemente la Palestina: “María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes” (Lc 8, 2b-3). Ellas eran discípulas, tanto como los Doce. Habían subido desde Galilea con Él.
Por eso los hombres con vestidos resplandecientes las exhortan a recordar las palabras de Jesús, recordar cómo les había hablado. Les están pidiendo memoria. Aquí aparece un juego de palabras en el texto griego. El verbo recordar es mnemoneuo, y la palabra para referirse a la tumba es mnemeion, que más exactamente significa memorial, y por extensión, monumento (o tumba). En griego, la acción de recordar y el sepulcro tienen la misma raíz. A partir de la muerte, entonces, es posible hacer memoria sobre la vida; a partir de un monumento que parece ser la morada final, es posible re-pensar la existencia. Porque la tumba vacía no es la palabra final; la tumba vacía interpela la historia pasada y la futura; es más, hace que lo pasado se proyecte hacia sus dimensiones escatológicas. Cuando se hace un memorial, no se congela un momento para retenerlo y detenerlo; el memorial es poner en movimiento, es recordar para seguir, es asumir para dispararse hacia el futuro.

martes, 26 de marzo de 2013

Murió… según las Escrituras / Viernes Santo – Ciclo C – Jn. 18, 1–19, 42 / 29.03.2013


Los relatos de la pasión de los cuatro Evangelios tienen dos vertientes de composición. La primera son los sucesos históricos de por sí: el enjuiciamiento y la crucifixión de Jesús; la segunda es el Antiguo Testamento, que para los primerísimos cristianos era la única Escritura Sagrada. Si allí había hablado Dios, entonces allí había que encontrar la explicación a lo sucedido, la clave para entenderlo. Porque lo sucedido no era algo sin más, no era una muerte más en la historia, una injusticia de las tantas que podemos encontrarnos a diario. Había muerto alguien que predicaba y actuaba de acuerdo a lo que parecía ser una verdad última y nunca escuchada sobre Dios.
Este Jesús de Nazaret era un justo, con todas las letras. Sin embargo, había muerto vergonzosamente, abandonado por ese Dios de amor que predicaba. El Reino del que hablaba con tanta vehemencia y que veía cercano, a la vuelta de la esquina, no se había instaurado. Este Jesús de Nazaret que podía ser el Mesías, había fracasado.
El primer problema hermenéutico de esta situación está en que el mismo Antiguo Testamento, donde los cristianos buscaban respuesta, dice, en boca de un salmista, que “nunca vi a un justo abandonado” (Sal 37, 25). ¿Y entonces? ¿Jesús no era justo? ¿Dios no lo sostenía? Este problema hermenéutico pudo franjearse gracias a las experiencias de resurrección. Algunas mujeres y algunos varones tuvieron un encuentro con el Resucitado que les abrió la mente. Ahora podían entender que Dios verdaderamente sostenía al justo Jesús, y que lo había resucitado y reivindicado, y que ahora ya no moría más (cf. Rm 6, 9).
Pero la Escritura decía algo más: “Un colgado es una maldición de Dios” (Dt 21, 23). Este es el segundo problema hermenéutico. Si un colgado es un maldito, un crucificado no puede ser el Mesías, no puede ser la bendición de Dios para su pueblo. Los cristianos conocían la experiencia de la resurrección y eso era suficiente, pero a la hora de anunciar la Buena Noticia, y a la hora de ponerla por escrito, el inconveniente era la interpretación que los interlocutores podían hacer de los hechos. ¿Cómo podía creer un judío conocedor del Deuteronomio que un crucificado era el Elegido? Considerando que las primeras experiencias misioneras se realizan entre judíos, es lógico suponer que la tarea exegética de los primeros cristianos se lanzó a la carrera. Era necesario encontrar en la Escritura una multitud de apoyos al mesianismo de Jesús; los suficientes para contrarrestar o explicar la crucifixión. Por esta razón, los primeros relatos de la pasión que circulaban oralmente se fueron llenando de alusiones veterotestamentarias, hasta que los evangelistas los tomaron para ponerlos por escrito, agregando ellos también nuevas alusiones.
Vamos a remarcar algunas (hay muchas más) de estas referencias que la pasión según Juan ha conservado:

lunes, 25 de marzo de 2013

La Hora de lavar los pies / Jueves Santo – Ciclo C – Jn 13, 1-15 / 28.03.2013


Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?”. Jesús le respondió: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde”. Le dice Pedro: “No me lavarás los pies jamás”. Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. Le dice Simón Pedro: “Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza”. Jesús le dice: “El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: “No estáis limpios todos”.Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”.

Si bien el texto elegido litúrgicamente pertenece al Evangelio según Juan, y si bien los Sinópticos no conservan esta memoria, no son ajenos al mensaje de la perícopa. Lucas, el evangelista del Ciclo C, tiene un versículo interesante durante la última cena, unas palabras de Jesús a los comensales: “Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22, 27). Los paralelos con lo leído hoy son elocuentes. El tema es el servicio; la paradoja está presente (el mayor es el menor, el Maestro y Señor lava los pies); el movimiento relacionado con la mesa también (Jesús, en lugar de estar a la mesa siendo servido, sale de ella para servir). La última cena, así, no es un evento aislado de la pasión, sino una dimensión más del hecho pasional, un acceso diferente, una lectura desde otro ámbito. En la última cena, Jesús ya se está entregando radicalmente, ya está anticipando y viviendo en presente la pasión.

domingo, 24 de marzo de 2013

Presentación de Mitos de la Vida Moderna en Luz Urbana / Editorial Diosmío

El día 13 de marzo, día en que eligieron como Papa a Bergoglio, hicimos la presentación de mi último libro editado: "Mitos de la vida moderna". Nos hemos reído y disfrutado. Lucas Magnin hizo una introducción muy buena, con análisis que yo no había analizado, con argumentos de lectura que no había descubierto ni yo en mi propio libro. Fue un lindo espacio-encuentro. La Editorial Diosmío coordinó todo y, en definitiva, nos vimos las caras reales, los rostros de las personas detrás de las letras. Luz Urbana nos prestó su acogedor lugar.
El libro se sigue pudiendo conseguir en:
- Librería Espartaco: Deán Funes 80. Local 10. Galería Cabildo. Córdoba Capital.
- Tienda de la Ciudad: Independencia 33. Cabildo Histórico. Córdoba Capital.
- Júpiter Libros: Caseros 261. Córdoba Capital.
- Almacén de Cuentos La Lumbre: Padre Viera 259. Alta Gracia (Córdoba).
- Editorial Diosmío: editorialdiosmio@gmail.com


jueves, 21 de marzo de 2013

En la cruz, la vida es para los otros / Domingo de Ramos (Misa) – Ciclo C – Lc 22,14–23,56 / 24.03.2013


Una cena distinta. Los cuatro relatos de la institución de la Eucaristía que hay en el Nuevo Testamento responden a dos tradiciones diferentes. Tenemos la tradición de Mc-Mt, donde la inspiración predominante está en el pasaje de Ex 24, 8, cuando Moisés rocía al pueblo con la sangre de la alianza. La otra tradición, de Pablo-Lc, encuentra más cabida desde la profecía de Jer 31, 31-34, donde se habla de la nueva alianza que establece Dios con su pueblo. Estas dos miradas no hacen más que recalcar dos aspectos propios de la Eucaristía. Dejando a Pablo de lado y concentrándonos en los sinópticos, tenemos que la estructura de la cena varía entre la tradición de Mc-Mt y la de Lc. Si para los dos primeros Evangelios (Mc 14, 17-26 y Mt 26, 20-30) el croquis es: altercado con Judas/institución de la Eucaristía (pan/vino)/salmos y salida hacia el monte de los Olivos; para Lucas es: primera copa/pan/segunda copa/altercado con Judas/discusión entre los discípulos sobre quién es el mayor/palabra a Simón/recomendación a los discípulos/himnos y salida al monte de los Olivos. Como vemos, la sobremesa es más extensa en Lucas, y trata sobre la actitud discipular frente al drama de la muerte. Algunos discípulos son entregadores (como Judas), otros se disputan los primeros puestos y quieren oprimir al hermano (como en el altercado sobre quién es el mayor), otros se sentarán a comer y beber en la mesa del Reino por su fidelidad (por haber permanecido con Jesús en las pruebas), otros niegan al Cristo, pero son sostenidos por la gracia al final (como Pedro), y otros seguirán indefinidamente sin entender (como en el altercado sobre las espadas).

Getsemaní sin nombre. La escena de la oración agónica de Jesús sucede en el monte de los Olivos para Lucas, pero no precisamente en un lugar llamado Getsemaní (cf. Mc 14, 32 y Mt 26, 36). El autor, además, obvia las tres insistentes veces que, según Marcos (cf. Mc 14, 37-41), Jesús encuentra dormidos a los discípulos. En este caso es una sola vez al final. En la misma línea, los discípulos no huyen cuando sucede el prendimiento del Maestro, como se narra en Mc 14, 5-52 y Mt 26, 56. A estas omisiones le podemos contraponer dos adiciones lucanas: el ángel que conforta a Jesús en su agonía y el sudor de sangre. Estos eventos narrados en Lc 22, 43-44 no figuran en muchos de los manuscritos antiguos. San Hilario, San Jerónimo y San Cirilo testimonian que en muchos códices de su época faltaba este texto. Una de las hipótesis es que el texto estaba en la versión original del libro, pero que fue censurado durante la época en que la herejía arriana cobró vigor, ya que el arrianismo predicaba que Jesús no era divino, y la fuerte imagen agónica mostrada en esta escena sería uno de sus argumentos. Hoy sabemos, científicamente, que el sudor de sangre es un fenómeno que puede suceder en momentos de gran tensión, cuando los capilares de las glándulas sudoríparas se dilatan al punto de romperse.

lunes, 18 de marzo de 2013

A Jerusalén entra un rey / Domingo de Ramos (procesión) – Ciclo C – Lc 19, 28-40 / 24.03.2013


28 Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. 29 Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: 30 “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; 31 y si alguien les pregunta: ¿Por qué lo desatan?, respondan: El Señor lo necesita.32 Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. 33 Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo desatan?”. 34 Y ellos respondieron: “El Señor lo necesita”. 35 Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. 36 Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.37 Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. 38 Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. 39 Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. 40 Pero él respondió: “Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras”.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
El Domingo de Ramos es una de las celebraciones litúrgicas más queridas por la gente y, por esto, una de las que más asistencia tiene. En este ciclo C, leyendo la entrada mesiánica a Jerusalén según Lucas, los ramos son inexistentes; sólo hay mantos que se tienden en el piso para que pase el asno. El autor puede prescindir de los ramos porque no son fundamentales para la escena. El Domingo de Ramos es la fiesta de Cristo Rey. Cuando celebramos Cristo Rey durante el tiempo ordinario, la intención está, quizás, más volcada hacia el reinado escatológico, a la dimensión universal y a la mirada futura sobre ese Reino ya instaurado. En cambio hoy nos encontramos la crudeza del Cristo Rey, que entra aclamado y que muere rechazado; un Rey rodeado de intrigas, con acusaciones y persecuciones; un Rey que fracasa y que es desacreditado en la cruz. Hoy nos acercamos a la clave hermenéutica del reinado de Jesús.

¿Cómo se relaciona el asno con el reinado de Jesús? En primer lugar, cualquier habitante de Palestina que tuviese un vehículo tracción sangre ya se encontraba en una situación diferente a la gran mayoría que se trasladaba a pie. En animales circulaban, por ejemplo, los gobernantes. De esta manera, Jesús no ingresa a Jerusalén a pie, como un ciudadano común, sino montado, como los reyes.
Pero esto no desdice los dichos de Jesús sobre los reyes de las naciones que las oprimen (cf. Lc 22, 25-26) ni su práctica de vida en el pueblo y con el pueblo, porque el animal elegido es un pollino, y no un caballo. El caballo es el vehículo de la guerra, el animal de los ejércitos. Los que promueven las batallas montan en caballo y pelean desde ellos. Jesús es el promotor de la paz, y monta un asno, un animal pacífico. Su reinado no conquista territorios con la fuerza de la espada y con la sangre derramada de los otros; Él es rey que convierte los corazones y que derrama su propia sangre. No envía a morir a sus súbditos, sino que da la vida por todos.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Descubriendo al Padre de Jesús / Quinto Domingo de Cuaresma – Ciclo C – Jn 8, 1-11 / 17.03.2013


1 Jesús fue al monte de los Olivos. 2 Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. 3 Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, 4 dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. 6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. 7 Como insistían, se enderezó y les dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. 8 E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. 9 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, 10 e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”. 11 Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”.

Como último domingo de esta Cuaresma, la propuesta es acercarse al texto que propone la liturgia para orarlo. Este comentario va sólo como ayuda-memoria, como guía en el camino, prescindible ante la elocuencia del relato en sí. Está dividido en tres partes: una profundización, más exegética; una meditación, más hermenéutica; y una contemplación, con algunas preguntas para cuestionar y cuestionarse.

Primera mirada: la profundización
La situación de la mujer traída ante el Maestro está claramente codificada en la Torá. Si un varón y una mujer casada son encontrados teniendo relaciones, los dos se merecen la pena de muerte (cf. Dt 22, 22; Lev 20, 10). Si se trata de una mujer desposada, pero que aún no convive con el esposo (lo que nosotros podríamos entender como una prometida, pero que en el judaísmo tenía carácter sagrado ya de matrimonio), ambos infieles deben ser llevados a la puerta de la ciudad y ser lapidados (cf. Dt 22, 23-24). Esas son las disposiciones. La mujer traída ante Jesús, legalmente, tiene todas las de perder. Sin embargo, como bien lo indica el texto, la respuesta no es tan fácil. Por eso este caso es puesto como tentación para Jesús. Si la solución fuese demasiado evidente y no causara compromiso, no se la habrían presentado. La treta reside en que tanto una respuesta tajantemente positiva, como una tajantemente negativa, complican a Jesús. Si afirma con seguridad que la adúltera debe ser lapidada, contradice su práctica habitual de comer y convivir con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 30; Lc 7, 34; Lc 15, 1); contradice su mensaje, el Reino que predica. Si aceptase la condenación de la adúltera, ya no podría volver a sentarse con los despreciados del sistema. Les daría la espalda. En la otra opción, negando rotundamente la pena de muerte, se opondría al mismísimo Moisés y a la Ley sagrada, contraviniendo lo que se consideraba Palabra de Dios. Si Jesús se presentaba como Mesías, como agente mesiánico o, al menos, como la voz autorizada para anunciar la venida definitiva cercana de Dios, no podía oponerse a la mayor figura de la historia israelita, aquel que los había sacado de Egipto y les había dado las tablas de la alianza.

martes, 12 de marzo de 2013

Presentación de "Mitos de la vida moderna" / Con Editorial Diosmío y Lucas Magnin


Mañana, en el Centro Cultural Luz Urbana de Córdoba (Arturo M Bas 461), estaremos haciendo la presentación en sociedad de "Mitos de la vida moderna", mi último libro. Ha sido editado por la Editorial Diosmío, que como ya he dicho, es una Editorial equilibrada y arriesgada, que ha tomado el desafío de poner en tinta unos relatos que están al borde de lo secular y lo religioso. Ha sido un riesgo que valoro mucho, porque pocas editoriales habrían tenido la osadía de arriesgarse con una edición así.
La presentación iniciará a las 20hs y la introducción literaria la hará Lucas Magnin, amigo de la vida, hermano de por-menores y por-mayores. Para mí es un gusto y es un honor que así sea. Posteriormente, trataré de leer alguno de los relatos del libro y, si no resulta aburrido, contar algo del proceso creativo que llevó a este ensayo ficcional sobre la posibilidad de mitificar la vida moderna. Ha quedado un libro interesante, con toques de anacronismo que despistan y, al mismo tiempo, sirven de hermenéutica para este mundo que gira y en el que seguimos viviendo.
Queda hecha la invitación para todos los que puedan llegarse, a compartir un rato de libros, de historias y, sobre todo, de verse las caras.



martes, 5 de marzo de 2013

¿Hijo pródigo, padre misericordioso o hermano fariseo? (Discípulos de este Siglo, Editorial Claretiana) / Cuarto Domingo de Cuaresma – Ciclo C – Lc 15, 1-3.11-32 / 10.03.2013


1 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 2 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. 3 Jesús les dijo entonces esta parábola:11 “Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de herencia que me corresponde. Y el padre les repartió sus bienes. 13 Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. 14 Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. 15 Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. 16 El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Entonces recapacitó y dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! 18 Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; 19 ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. 20 Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo. 22 Pero el padre dijo a sus servidores: Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, 24 porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado. Y comenzó la fiesta.25 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. 26 Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. 27 El le respondió: Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo. 28 El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, 29 pero él le respondió: Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. 30 ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!. 31 Pero el padre le dijo: Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. 32 Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.

Nuevamente, como ocurrió el domingo anterior, ofrezco otro capítulo de mi libro “Discípulos de este Siglo”, editado por Editorial Claretiana de Argentina, en este caso analizando la parábola del padre misericordioso de Lucas 15. Litúrgicamente, el texto está elegido con precisión para esta última etapa de la Cuaresma. Es la posibilidad de ver el camino hacia la Pascua desde la óptica de dos hijos, uno que recorre los pasos de la conversión y otro que vive farisaicamente su relación filial. Son dos opciones que nos instan a tomar una actitud de vida.

La parábola del padre misericordioso (mal llamada del hijo pródigo), no es un texto aislado en Lucas. Cuidadosamente está ubicada en el capítulo 15, junto a otras dos parábolas, la de la oveja perdida (cf. Lc 15, 4-7) y la de la dracma perdida (cf Lc. 15, 8-10). Las tres parábolas están contadas en un contexto preciso: Jesús rodeado de publicanos y pecadores (cf. Lc 15, 1) y fariseos y escribas que lo critican por comer con esta clase de gentes (cf. Lc 15, 2). Es lo que la tradición ha llamado como las parábolas de la misericordia, porque de una u otra manera, el amor/gracia de Dios se manifiesta superando los límites previsibles. El pastor deja noventa y nueve ovejas para buscar una sola; la mujer da vuelta la casa hasta encontrar la dracma (como ya analizamos anteriormente); el padre recibe al hijo menor que se había ido y que había despilfarrado su herencia. En las tres escenas, el tema de la alegría es evidente. La conversión del pecador genera un gozo indescriptible en el cielo, entre los ángeles, y en el mismísimo padre. Hay fiesta y celebración porque los muertos regresan a la vida, los extraviados encuentran el camino, los perdidos son encontrados. Hay fiesta y celebración porque el amor es más grande que el mal.
Decidimos repetir los primeros versículos del capítulo 15 de Lucas, a pesar de haberlos ya citados en el acápite anterior, porque a partir de esta unificación es más fácil entender hacia dónde apunta la parábola.
En el Evangelio según Lucas, hay tres referencias a Jesús comiendo con publicanos y pecadores. La primera es la de Lc 5, 29, en casa de Leví, seguida de las murmuraciones de fariseos y escribas (cf. Lc 5, 30). La tercera es la de Lc 19, 1-10, en el episodio de Zaqueo, donde Jesús se hospeda en casa del jefe de los publicanos (es evidente que comió allí); la gente murmura por este comportamiento. La segunda referencia es la que leemos ahora, con la misma estructura de siempre: Jesús come con los impuros y los supuestos puros murmuran y critican su actitud. Por lo tanto, las tres parábolas de la misericordia no son sólo mensajes para los pecadores; quizás sean todo lo contrario: mensajes para los que practican el farisaísmo, para los que se creen justos y condenan a los demás. Precisamente en el relato del padre misericordioso, que es una parábola compuesta por dos partes, la primera hasta Lc 15, 24, y la segunda hasta Lc 15, 32, es la sección final la más importante. El centro de interés no es la conversión del hijo menor, sino la conversión que no quiere realizar el hijo mayor. El menor se arrepintió, volvió, y aceptó ser hijo digno nuevamente. El mayor no se comporta como hijo ni como hermano; él necesita aprehender la enseñanza. Basados en el contexto que ya citamos, el hijo mayor se corresponde a los fariseos y a los escribas. En clave hermenéutica, el hijo mayor se puede corresponder con cualquiera de nosotros.
Pero veamos el centro de la estructura literaria, que corresponde al padre y a su recepción del hijo menor que volvió. Esta recepción y las actitudes que la acompañan son lo que irrita al hijo mayor, que no está tan molesto con el hermano como con su progenitor, incapaz de castigar, juez injusto que no sobrecarga con penas el pecado que se ha realizado en su contra. Seguramente, el hijo mayor no tendría problemas en recibir a su hermano si éste fuese reducido a la condición de jornalero y recibiese un trato de inferioridad. Pero lo que hace el padre es todo lo contrario. Al verlo venir de lejos, como si lo estuviese esperando, oteando el horizonte, se conmueve. La palabra en griego para esta compasión es splagcnizomai, que puede traducirse casi literalmente como ser movido en las entrañas. Splagcna designa las vísceras, los órganos más internos. Es una compasión que se manifiesta hasta físicamente, con un nudo en el estómago, por ejemplo. Es la compasión que nace de lo profundo. El mismo término es utilizado en Lc. 7, 13 cuando Jesús se compadece de la viuda de Naín que ha perdido a su único hijo, y en Lc 10, 33 para describir el sentimiento del buen samaritano de la parábola respecto al hombre asaltado y maltratado por los salteadores. Es la compasión que mueve a la acción efectiva, que revive y que asiste al prójimo. En el caso del padre, es la compasión que lo pone en movimiento, que lo hace correr, como corre Zaqueo para ver pasar al Maestro (cf. Lc 19, 4) y Pedro para ver el sepulcro vacío la mañana de resurrección (cf. Lc 24, 12). En la cultura mediterránea, a un hombre notable no se le permitía correr, pues era indecoroso. Sin embargo, eso no es impedimento para el padre. Al llegar ante el hijo menor, se echa sobre su cuello, se deja caer sobre él, y lo besa efusivamente. La palabra griega para este beso es katafileo, la misma con la que se describe en Lc 7, 38 cómo la pecadora pública besa los pies de Jesús tras haber derramado lágrimas y perfume sobre ellos. En Hch 20, 37, nuevamente se utiliza el vocablo cuando los presbíteros de Éfeso se despiden de Pablo, arrojados sobre su cuello y afligidos porque ya no lo volverían a ver. Katafileo, entonces, no son besos decorosos, sino expresiones genuinas y pasionales de amor. Son los besos que no se dan por compromiso, sino por un sentimiento verdadero, en situaciones extremas.

domingo, 3 de marzo de 2013

Presentación de "Mitos de la vida moderna" de Leonardo Biolatto

Estos son los datos de la presentación de mi último libro: "Mitos de la vida moderna". Lo haremos en el Centro Cultural Luz Urbana de Córdoba, lugar de gente amiga, donde siempre es bueno volver. Los comentarios al texto los hará Lucas Magnin, excelente poeta, músico y, sobre todo, amigo/hermano de la vida.


  • Centro cultural Luz Urbana - Arturo M. Bas 461 - Córdoba Capital
  • Con comentarios de Lucas Magnin y artistas invitados.