sábado, 30 de diciembre de 2017

2. El Reino que llegará - Mateo


(Mt 16, 28) Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino. [Mc 9, 1; Lc 9, 27]



Esta frase de Jesús común a todos los Sinópticos, como ya dimos a entender al analizar la versión de Marcos, es difícil de clasificar. Puede ser un texto sobre el Reino que ya está o sobre el Reino que viene; puede ser una expresión de la escatología en sentido terminal (como telos de la historia) o de la escatología en sentido actual (como acción permanente que tiende a una plenitud). En este contexto mateano, preferí situar la expresión dentro del capítulo sobre el Reino que llegará por la diferencia que guarda de vocabulario respecto a Marcos. El inicio de ambos es igual, pero sobre el final, el Jesús de Marcos anuncia un Reino que ha llegado con poder, mientras que Mateo anuncia al Hijo del Hombre llegando en su Reino. La imagen del Reino que trae el Hijo del Hombre es, en su primera acepción, escatológica hacia delante. El Hijo del Hombre descenderá en unas nubes que le servirán de trono y su Reino se establecerá. No nos detendremos a analizar los matices posibles (el Hijo del Hombre ya llegó en Jesús, el Reino viene del cielo mas se construye desde la tierra), sino que nos limitaremos a tomar la expresión según su tradición, que es escatológica.


La asociación entre el Hijo del Hombre y el Reino de los Cielos debe buscarse hacia lo subsiguiente (la escena de la transfiguración de Mt 17, 1-9) y hacia unos versículos atrás (Mt 16, 21-22). Jesús ya les aclaró a sus oyentes que el Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser condenado a muerte. La idea del agente mesiánico, en el judaísmo, era ambigua. La aclaración es vital. Este Hijo del Hombre sufriente acerca mucho más el mesianismo al Siervo de Isaías que al descendiente davídico político-militar con su ejército celestial. Jesús no ha tomado arbitrariamente la imagen del Hijo del Hombre, sino que la ha contextualizado desde una posición clara: el triunfo del Hijo del Hombre atraviesa el sufrimiento y la muerte.


El contrapunto del Siervo sufriente lo pondrá la escena de la transfiguración que, en Mateo, a diferencia de Marcos, tiene una tendencia particular a resaltar a Moisés. Éste es nombrado antes que Elías; Jesús es descrito con un rostro luminoso que recuerda el rostro de Moisés al encontrarse con Dios (cf. Ex 34, 29-35); y en las palabras que dirige la voz del cielo, Mateo añade la expresión escúchenlo que recuerda Dt 18, 15: “El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán”. El profeta como yo es el profeta como Moisés, que vendrá para guiar al pueblo de Israel hacia el éxodo definitivo, el éxodo escatológico. El siervo que sufre es también el pastor-profeta triunfante que es capaz de llevar al pueblo de Dios hacia la plenitud. La transfiguración mateana es una visión fugaz de cómo se concretan las esperanzas del Antiguo Testamento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario