martes, 26 de diciembre de 2017

1. El Reino que llegará - Mateo


(Mt 6, 10) Que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo [Lc 11, 2]



La oración que llamamos Padrenuestro (Mt 6, 9-13) contiene una petición sobre el Reino, que se encuentra ubicada en la primera sección de la misma, dedicada principalmente a dichos que tienen como centro de la actividad a Dios mismo. Si bien la segunda parte del Padrenuestro sigue teniendo a Dios como protagonista, las peticiones están un tanto más relacionadas con la vida en la tierra, la vida de los humanos (el pan de cada día, el perdón de las ofensas, no caer en la tentación). La importancia de la petición sobre el Reino ubicada en la sección sobre Dios mismo, tiene que ver con la relación intrínseca que se establece entre el Reino, su venida y el Padre. Sou basileia erchomai, en griego, admite que la traducción del verbo (erchomai) pueda ser venir, llegar, caer sobre. Este verbo denota el hecho, el acto del ir o del venir. La petición al Padre es que el Reino llegue. Más aún, algunos exegetas prefieren que, en lugar de Reino, se entienda reinado; la petición sería que Dios se manifieste desde su orden de cosas; que la justicia, la igualdad, la verdad, la santidad y el amor divino convivan con los humanos. Es una petición a futuro, pero eso no quita que pueda ser una petición del presente para el presente, por la inversión de valores que implica para las sociedades, que tendrían que pasar de vivir según los reinos de la tierra, a vivir según el Reino de Dios.


La petición sobre el Reino se acopla perfectamente a la santificación del Nombre de Dios y a la realización de la voluntad divina en todo el universo. Los tres pedidos refieren a la soberanía de Dios, a la manifestación de lo divino y a un cambio social provocado por la presencia del Padre entre sus hijos y el reconocimiento de esa presencia. Estamos en el plano de lo escatológico-histórico. La santificación del Nombre de Dios es pedir al Padre que se manifieste, que se dé a conocer, que se auto-revele. La expresión puede remontarse al profeta Ezequiel (cf. Ez 20, 41; 36, 23), donde la santificación del Nombre de Dios es la salvación del pueblo. Cuando Dios se revela, cuando se hace manifiesto, el ser humano se salva, es rescatado. Y ese rescate se hace concreto en el Reino de Dios, aquella realidad última y concreta donde el humano se plenifica. Teológicamente, podemos afirmar que Dios existe en una constante auto-donación, que es una constante manifestación. Su esencia es darse. Por eso la concreción de estas peticiones del Padrenuestro dependen, en cierta medida, del reconocimiento que los seres humanos pueden hacer de ese Dios siempre presente.


De todas maneras, paradójicamente, el Dios siempre presente parece, para la humanidad en general, casi siempre ausente. Y esa ausencia justifica que las peticiones de la oración tengan un dejo de futuro. Se pide a Dios que algún día venga su Reino, que algún día su Nombre sea santificado universalmente, que algún día su voluntad se haga en todo lo creado. Ese algún día de proyección escatológica sostiene una esperanza, y en círculo virtuoso (no vicioso), esa esperanza nos pone en movimiento para reconocer la presencia de lo divino, su santificación, su manifestación y su voluntad.


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