martes, 24 de octubre de 2017

De qué se trata aquello del Reino de Dios


La expresión Reino de Dios, o su equivalente Reino de los Cielos, aparece 14 veces en el Evangelio según Marcos, el relato más primitivo de los cuatro Evangelios y el que inaugura el género literario. Mateo conserva 37 veces la frase, lo cual lo posiciona como el que más la menciona. Lucas tiene 32 apariciones en lo que sería, propiamente, el Evangelio, más otras 8 veces en Hechos de los Apóstoles, considerado de su autoría. Finalmente, el Evangelio según Juan es el más escueto, con apenas 2 menciones a la expresión, concentradas en una sola escena del capítulo 3 del libro (y tres menciones más en un versículo del capítulo 18, pero sólo con la palabra Reino).


Esta rápida mirada revela que el Reino de Dios es un tema interesantísimo para los Evangelios Sinópticos, pero con diferente alcance en la obra joánica. Como veremos más adelante, Juan tiene otra preocupación donde focalizar su atención, y eso lo lleva a reinterpretar el concepto del Reino. En cuanto a los Sinópticos, si bien coinciden ampliamente en su visión del Reino, cada uno aporta un matiz particular. Los tres se remontan al Jesús histórico que dijo e hizo según el Reino, pero el paso del tiempo y el desprendimiento progresivo del cristianismo que fue dejando de ser parte del judaísmo, minó la relación de raíz que vincula la prédica de Jesús con el judaísmo. Porque, primeramente, Jesús aprendió de qué se trataba el Reino de Dios según la visión de la teología judía, que lo propone como una situación escatológica donde Yahvé reinará sobre todas las naciones elocuentemente, de manera que todos los seres humanos no tendrán otra opción que reconocer su realeza y peregrinar, en masa, al Templo de Jerusalén, para adorar al verdadero Dios. Esta es la concepción general sobre el Reino en tiempos de Jesús. Posteriormente, suponemos, Jesús tamiza esta visión con los profetas de Israel predicadores de la justicia social. Entiende, entonces, que el Reino es algo más que una peregrinación escatológica de pueblos hacia el reconocimiento de la grandeza divina. El Reino tiene que ver con la vida para los pobres y oprimidos. Si Israel se convierte al verdadero Reino, si libera al esclavizado, si rompe las cadenas de los esclavos, si eleva al marginado, las naciones la reconocerán como la concreción histórica del proyecto paradisíaco. Y allí ocurrirá la peregrinación escatológica. Por eso Jesús concentra su ministerio en Palestina. Él ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel (cf. Mt 15, 24). Cuando Israel se convierta, el mundo se convertirá.


Las primeras comunidades cristianas pudieron seguir apegadas a esta visión por un tiempo, mientras permanecían vinculadas fuertemente al judaísmo, pero con la apertura que significó la creación de comunidades fuera de Palestina, y el influjo de los heleno-cristianos, la idea de convertir a Israel primero se fue desvaneciendo. Allí se enmarcan los intentos de los evangelistas por presentar el Reino de Dios en sus libros. Quizás sea Mateo el más sensible a este hecho y el que más tiempo dedique a dejar en claro cuáles son los procesos históricos del Reino, pero Marcos no escapa a la realidad cuando relaciona el Reino con el martirio, ni Lucas remarcando la importancia de los pobres en el Reino. Juan, más alejado de los Sinópticos en época de composición y en tópicos abordados, se permite abandonar el concepto en los vocablos específicos y transformarlo por otros más relacionados a la salvación y a la vida eterna. De todas maneras, hay un hilo conductor en los cuatro Evangelios que es el reinado de Jesús. Cada evangelista acentúa de distintas formas la calidad de rey del Mesías, del hijo de David, y con eso, indirectamente, están hablando del Reino de Dios. Porque el término reino, más allá de nuestras nuevas tendencias teológicas que lo replantean, en el siglo I d.C. sigue representando, simbólicamente, un orden/espacio con un rey/monarca. Para los cuatro Evangelios ese Rey del Reino de Dios es Jesús.

Sí me he percatado de algo en la investigación y en la escritura que demandó este texto: aunque en el siglo I todavía se pensaba el reino con el parámetro de orden y de rey, Jesús ya había instado cambios de paradigmas. El Reino de Dios predicado y practicado por Jesús obliga a transformar todas las perspectivas hacia esos nuevos paradigmas: la universalidad (no hay judíos y paganos en términos de salvación), la transversalidad (no hay sacro y profano como espacios de acción de lo religioso), la destrucción de lo profesional (no son necesarios los profesionales de la religión porque todo ser humano puede conectarse con Dios), y la predilección (pobres, marginados, excluidos, parias y oprimidos van por delante).

Este libro se concentra, únicamente, en el análisis de las frases y escenas de los cuatro Evangelios canónicos que mencionan explícitamente el Reino de Dios (para el Evangelio según Mateo se acepta Reino de los Cielos como equivalente, y para algunos pasajes solamente la expresión Reino cuando es claro que funciona como apócope de la expresión completa). No se han tomado para este texto las referencias al Hijo del Hombre que aparecían solas sin nombrar el Reino, ni tampoco las parábolas que no comienzan aclarando que son parábolas como el Reino. Esto responde a la premisa de dejar al alcance de la mano un texto lo más sintético posible dentro de la enormidad del tópico, y asumiendo que las menciones explícitas no dejan lugar a dudas: se está hablando del Reino de Dios. Con estos versículos seleccionados no es necesario divagar en largas consideraciones exegéticas a fin de justificar su inclusión para estudiar la noción de Reino de los cuatro Evangelios.

Este libro se presenta como un libro de estudio; puede utilizarse así; pero los acostumbrados a libros de estudios verán que no hay notas al pie y que se ha tratado de limpiar el texto de múltiples referencias y de agregados típicos de los libros de estudio. Aquí ya estamos ante una cuestión personal: los libros de estudio clásicos se quedan entre los que estudian profesionalmente, pero difícilmente se hacen entendibles y accesibles para el resto, porque divagan, porque profundizan a un nivel que se necesita un profesor al lado para comprender, porque muchas veces confunden en su potencia erudita. Este es un libro de estudio sobre el Reino de Dios en los Evangelios, pero quisiera que sea de estudio para todos, y no sólo para los profesionales.
A los profesionales: sepan disculparme. A los catequistas, animadores de comunidades, animadores bíblicos, pastores de barrios marginales, sacerdotes de pequeñas parroquias perdidas, misioneros, discípulos comprometidos con el Reino que no tienen tiempo ni dinero para seguir y soportar económicamente una formación en seminarios y escuelas bíblicas: este texto es todo de ustedes; se los debo.

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