miércoles, 28 de agosto de 2013

Un pan que combate la estupidez / Vigésimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc 14, 1.7-14 / 01.09.13

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: Déjale el sitio, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: Amigo, acércate más, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Esta comida en casa de uno de los principales fariseos tiene cuatro partes que acentúan cuatro aspectos del Reino. En la liturgia de hoy leemos dos de ellos, mientras que el primero es cortado y el último se sale fuera de la selección. Toda la gran escena abarca desde Lc 14, 1, cuando se presenta el contexto situacional, y culmina en Lc 14, 24. El dato de que todo sucede en medio de una comida no es menor. El banquete es una de las imágenes más queridas por la Biblia para representar el final de los tiempos. En una comida final, los seres humanos tendrán la oportunidad de sentarse a la par de Dios para degustar una comilona excepcional en la que abundarán y sobrarán manjares: “El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados” (Is 25, 6). Así como los reyes ofrecían banquetes para agasajar invitados o para celebrar una victoria de guerra, de la misma manera Yahvé sentará a sus amigos en la mesa del Reino.

En este caso, interesante resulta que Jesús acepte comer en casa de un fariseo de los principales, o sea, uno de los jefes del partido fariseo. Anteriormente, en Lc 7, 36 y Lc 11, 37, tenemos noticias de que Jesús ya comió en casa de fariseos. Esta situación, en contraste con las constantes discusiones, parece ilógica. Sin embargo, Jesús en casa de un fariseo, compartiendo la mesa, es la metáfora del banquete del Reino al que todos están invitados, pero del que algunos quedan fuera por su propia cerrazón. El rígido pensamiento fariseo se auto-excluye porque no acepta una visión de la mesa tan radical, tan abierta, tan libre. En la pedagogía de Jesús, comer con un fariseo es la oportunidad de dejar al descubierto las falencias de un sistema religioso regido por leyes de pureza/impureza, e invitar al anfitrión a revertir una escala de valores donde lo principal es el dios castigador en lugar del Dios Amor.
El primer episodio de esta comida, que la liturgia no conserva, es el del hidrópico (Lc 14, 2-6). No hay otro registro de Jesús curando a una persona con este padecimiento. En realidad, la denominación hidropesía, actualmente, engloba una serie de patologías que pueden causar hinchazón en el cuerpo, edema generalizado. Pero lo importante es la pregunta que generará la situación de este enfermo: “¿Está permitido curar en sábado?”. Ese es el eje vertebral de la curación del hidrópico, y de todas las curaciones en general. ¿Es lícito mejorar la calidad de vida del que sufre, a pesar de los obstáculos legales que aparezcan? ¿Cuál es la prioridad absoluta: el bien del otro o mi estabilidad jurídico-emocional? La respuesta de Jesús es la curación en sí, a pesar de ser sábado. La propuesta del Reino es también una propuesta de sinceridad. No pueden existir leyes que, en nombre de Dios, contraríen la realidad humana. Si una ley religiosa es ilógica, no significa que Dios lo sea también, sino que los seres humanos que la elaboraron en nombre divino son los ilógicos.
A continuación tenemos las dos parábolas ubicadas en el centro del banquete. La primera está dirigida a los invitados y la segunda al anfitrión, el fariseo principal. Para los invitados, el tono parece más bien de recomendación elegante, sin atisbos de una enseñanza espiritual o moral más profunda. Se sugiere no ocupar los primeros puestos, o sea, los que están más cercanos al anfitrión y a los personajes importantes, para no pasar la vergüenza de ser echados de allí. La parábola es inexplicable sin el versículo 11 sobre los humillados que son exaltados y los exaltados que son humillados. Esta frase resuena a Lc 1, 52 y se repite en Lc 18, 14 en la parábola sobre el fariseo y el publicano que rezan en la sinagoga, remarcando la relación entre los ensalzados que caen y el grupo fariseo. Por auto-proclamarse cercanos a Dios y sentados en los primeros puestos, donde todos los pueden ver y alabar, son humillados, llevados al último lugar. Al contrario, aquellos que ellos sitúan al último, Dios los reintegra a los puestos de honor del banquete para vergüenza de los antiguos/falsos primeros. Queda claro que el Reino predicado por Jesús es una inversión social y religiosa. Los que se creen alta sociedad y puros, en realidad no están alcanzando la meta de la mesa compartida. Serán invitados a moverse al final, porque a otros han condenado a ese final. El castigo, si puede llamarse así, consiste en recorrer el camino de humillación que hicieron recorrer a los demás. Ese camino que recorren los invitados debe ser recorrido, también, por los que hacen las veces de anfitriones. A eso apunta la segunda parábola. La parábola sobre invitar a los pobres, lisiados, paralíticos y ciegos coloca la recompensa en la resurrección. Como un banquete con invitados marginales ya es signo del Reino, en realidad ya estamos recompensados con la resurrección de la dignidad humana. No hace falta esperar un apocalipsis violento para que la realidad de Dios se manifieste plenamente, sino que basta con abrir la mesa.
La última parábola de esta sección, ubicada en Lc 14, 15-24, no es contemplada por la liturgia. Como corolario, cierra las reflexiones sobre esta comida que simboliza el Reino de Dios concretado y por concretarse. Se trata de invitados que se excusan, por diversas razones, de la invitación a un banquete, por lo cual el dueño de casa decide invitar a los pobres, ciegos, lisiados y paralíticos, y aún sobrando lugar en la mesa, amplía la invitación a la gente de los caminos. La urgencia del Reino/comida es la urgencia que no puede dejarse por otras consideraciones. Los que tienen otras prioridades ya no son bienvenidos, porque han rechazado lo que es absoluto en el Evangelio de Jesús: “Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura” (Lc 12, 31; cf. Mt 6, 33). Realmente, la inversión de las escalas sociales y de los valores debe ser una prioridad, ayer y hoy. Por eso no hay excusas para el que rechaza la invitación a una mesa abierta.

Pistas hermenéuticas (qué nos dice el texto)
El texto de hoy comienza con Jesús ingresando a la casa de un principal fariseo a comer. Lo que muchas traducciones bíblicas en español se pierden del texto original griego es que Lucas habla de ir a comer pan. Junto con el banquete, el tema del pan es figura clásica del Antiguo y del Nuevo Testamento. Se comparte el pan porque es comida simple, porque es comida de Medio Oriente, porque las caravanas llevaban pan para alimentarse en el camino, porque el pan se hace del fruto del trabajo, porque el pan se parte y se comparte. Es un alimento que encierra un simbolismo gigante y multifacético. Cuando decimos que los marginales se quedan sin pan, en el contexto en que nos estamos moviendo, significa que los marginales no pueden comer, pero tampoco pueden participar de la mesa. Pobres, ciegos, paralíticos y lisiados son un conjunto que representa un grupo mucho mayor. Los pobres se quedan sin el pan material, los ciegos sin el pan compartido en la visión del mundo, los paralíticos sin el pan de valerse por ellos mismos, los lisiados (anaperos en griego, o sea, los mancos) también se quedan sin el pan de valerse por ellos mismos. Y todos, por decisión de la elite religiosa, se quedan sin el pan de la salvación.

Cuando se habla de una Buena Noticia integral que lleve pan a los hambrientos para que puedan oír la Palabra, se está hablando de una evangelización del pan, que alimente todo el ser de las personas. Si buscamos integralidad, mirada holística, buscamos un banquete terrenal y religioso, buscamos que lo escatológico sea hoy. Queremos un pan para los pobres que sea signo de un Reino para todos, y servir al lisiado siendo signo de la dignidad que tiene por él mismo, y conseguirle trabajo al desempleado para que ese trabajo honre a Dios. Queremos pan para todos porque todos se merecen el anuncio de la Buena Noticia. Queremos un pan material que no opaque el pan de la Palabra, y una Palabra que alimente sin olvidarse de las barrigas. Integral es ver lo marginal de cada dimensión. Integral es reconocer lo excluido que se encuentra el homosexual tanto como el que vive en una villa miseria tanto como el que padece un defecto físico. Son el gran abanico humano de los marginados, los que se quedan sin pan por alguna razón estúpida. La Buena Noticia es la respuesta a la estupidez que segrega, porque es el pan de Jesús que reúne en comunión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario