lunes, 10 de junio de 2013

Betania: casa de hermanos / Jn 12, 1-11 / Hijas de María Auxiliadora

Representantes de las comunidades Hijas de María Auxiliadora se han reunido en Córdoba este fin de semana. Están reflexionando camino al Capítulo General de la Orden que tendrá lugar el año que viene. Han elegido para reflexionar, como centro bíblico, el relato de Jn 12, 1-11, esa comida entre los hermanos Lázaro, Marta y María, junto a Jesús y sus discípulos.
Me han pedido que les acerque alguna reflexión exegética al respecto, para su encuentro y para su camino. Ha quedado un texto básico tipo comentario versículo por versículo. Pero ese texto no es lo importante, sino la posibilidad que se plantea esta congregación de ser casa de hermanos abierta a los jóvenes, según el espíritu salesiano. Su deseo es un deseo para toda la Iglesia: ser casa, ser hermanos, abrir la puerta a los jóvenes.
Dejo parte del comentario que les ofrecí, sólo algún fragmento, pues lo importante está en rezar y trabajar por la concreción de esta casa abierta.



La ubicación temporal de la escena es de seis días antes de la Pascua. La mayoría de los comentaristas creen que esta referencia no tiene mayor valor simbólico que el de localizar los hechos cerca de la Pascua, más precisamente en la última semana de vida de Jesús. Según el Evangelio según Juan, Jesús muere el Día de la Preparación (cf. Jn 19, 31), o sea, el viernes antes del Sabbath de Pascua, según la costumbre de los judíos helenizados. En esta perspectiva, la escena de Betania tiene lugar un lunes. La Iglesia Católica celebra el día antes (domingo) la entrada a Jerusalén con los ramos, más basada en la cronología sinóptica, siendo que Juan sitúa un día después de Betania la entrada con los ramos (cf. Jn 12, 12-13). Para resumir, si nos focalizamos en el relato joánico: Betania ocurre un lunes, la entrada mesiánica a Jerusalén un martes, Jesús muere el viernes de Preparación, el sábado se celebra la Pascua judía y el domingo (séptimo día de esta semana) resucita Jesús. Si lo entendemos así no hay mayor simbolismo, pero si entendemos que seis días antes no implica al día específico de Pascua, entonces comenzamos en el domingo anterior, y el domingo de resurrección sería el octavo día de esta cuenta, lo cual sí es simbólico para Juan: el octavo día (cf. Jn 20, 26) es el día de la nueva Creación, de lo que ha sido hecho nuevo por la Pascua de Jesús, es el día añadido por Dios a los siete originales del Génesis. Esto ya perfila la escena de Betania como un anticipo.
Betania es un poblado a tres kilómetros de Jerusalén, sobre el territorio del Monte de los Olivos. Para Juan hay una Betania que es donde bautizaba Juan Bautista (cf. Jn 1, 28) y otra que es donde residen sus amigos (Lázaro, Marta y María). La primera Betania también es llamada Bethabara en algunos manuscritos, que significa casa del vado. La segunda, la de esta escena, no es fácil de clasificar etimológicamente. Podría significar casa del bote, casa de los pobres o casa de Ananías (esto último por su supuesto nombre antiguo, Ananías, mencionado en Neh 11, 32). De todas formas, Betania y la casa de los amigos de Jesús cobra importancia histórica como posible sitio donde Jesús habría estado albergado la última semana de su vida. Tiene sentido que pernoctara allí y se desplazara a Jerusalén durante el día. A sólo 3 kilómetros, la distancia se podía recorrer tranquilamente de ida y vuelta, y se evitaba el tumulto y gentío que debía haber en la gran ciudad por motivo de las peregrinaciones para la Pascua. Los historiadores coinciden en narrar la imponencia de la cantidad de gente y la consiguiente imposibilidad de conseguir alojamiento. Tiene sentido que Jesús se alojara de unos amigos, posiblemente con sus discípulos. Esto ha hecho pensar en los tres hermanos como personas ricas, capaces de albergar mucha gente. No lo sabemos a ciencia cierta. También debemos recordar que la hospitalidad es un hecho sagrado en Oriente, y aún en pequeños espacios, con poco para ofrecer, el dueño de casa está obligado a ofrecer alojamiento y comida a quien lo visita.
Si vamos más profundo, ni siquiera podemos asegurar la hermandad de estos tres amigos de Jesús. Lázaro, como personaje, sólo es conocido por Juan, no por los Sinópticos. Su historia es propia de este Evangelio y más aún su relación con Marta y María, que Lucas, por ejemplo, presenta solas (cf. Lc 10, 38-42). Tendríamos que arriesgarnos a considerar a estos tres hermanos como un personaje compuesto. Un personaje compuesto es un recurso literario mediante el cual el autor simboliza algo o alguien a partir de más de una persona. En este caso, cada uno de los tres hermanos simboliza una parte de algo mayor: la comunidad eclesial. Lázaro, como bien lo sabe el lector que viene degustando el Evangelio, es un revivido (cf. Jn 11, 43-44): estaba muerto y Jesús lo trajo de nuevo a la vida, a pesar de que parecía imposible, a pesar de que llevaba cuatro días en la sepultura. Marta, como también lo sabe el lector, ha proclamado versículos atrás una profesión de fe impresionante: “Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo” (Jn 11, 27). María, por su parte, se nos presentará más adelante como la que unge a Jesús para su sepultura. Si apelamos al simbolismo de cada uno de estos hermanos, tenemos en Lázaro la esperanza (sobre todo esperanza de resurrección), tenemos en Marta la fe (ha proclamado un credo), y como veremos, tenemos en María el amor. Reconociendo la clásica trilogía: fe, esperanza y amor, tenemos al modelo de la comunidad cristiana. Esta comunidad de hermanos representa a la Iglesia en su esplendor: en su fe proclamada como credo, en su esperanza de una resurrección y una vida nueva, y en el amor (ya veremos que es un tipo de amor especial: a Jesús y a los pobres).

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