martes, 22 de enero de 2013

Hemos jubilado el jubileo / Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Lc. 1, 1-4; 4, 14-21 / 27.01.13


1 Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, 2 tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. 3 Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, 4 a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.14 Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. 15 Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.16 Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. 17 Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos 19 y proclamar un año de gracia del Señor. 20 Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. 21 Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
La liturgia de este domingo nos presenta un texto compuesto por la unión de dos fragmentos que, en el Evangelio según Lucas, se encuentran separados largamente. Lc 1, 1-4 es el comienzo de toda la obra lucana (Lucas-Hechos), y Lc 4, 14-21 es el comienzo de las actividades propiamente públicas de Jesús. En el ínterin están los relatos de la infancia en los capítulos 1 y 2, el ministerio del Bautista en el capítulo 3 y las tentaciones en el desierto al comienzo del capítulo 4.
Ambos textos son programáticos, o sea, expresan el plan o proyecto que se llevará adelante. En el primer caso hallamos el programa del autor, de Lucas, quien hace a su texto una nota introductoria que sirve de clave intencional. En el segundo caso tenemos el programa pastoral de Jesús, el protagonista, quien resume la esencia de la Buena Noticia del Reino a través de un texto de Isaías. Ambos se encuentran al comienzo de sus acciones y ambos adelantan lo que se desarrollará.

La nota introductoria de Lucas es la aclaración de un historiador. En primer lugar, hace referencia a otros escritos que, aparentemente, circulan entre las comunidades cristianas. Muchos han intentado narrar ordenadamente los hechos, pero pareciese que han resultado incompletos. Por eso Lucas se ve en la responsabilidad de investigar diligentemente lo sucedido para ofrecer a Teófilo una visión completa y adecuada de la fe a la que adhiere. Por eso el tema del testimonio es fundamental en el desarrollo lucano. Ya esta perícopa afirma que una de las fuentes del autor son los testigos oculares, aquellos que hoy (y mañana sus continuadores) sufren tribulaciones para dar testimonio (cf. Lc 21, 13), aquellos que vieron al Resucitado (cf. Lc 24, 48; Hch 2, 32; Hch 3, 15; Hch 5, 32; Hch 10, 41), y que fueron enviados a ser testigos hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1, 8; Hch 8, 25; Hch 10, 42; Hch 22, 15).

Testimonio y transmisión son, para Lucas, un dueto inseparable. Él mismo aparece, en esta nota introductoria, como un eslabón más de la cadena y como garante de la apostolicidad de la fe. Ese es el sentido del capítulo 1 de Hechos de los Apóstoles, donde se repiten las referencias a los hechos que sucedieron desde el principio (cf. Hch 1, 1), el mandato misionero de transmisión de la fe (cf. Hch 1, 8), y la recomposición del número de los Doce con “uno de los hombres que anduvieron con nosotros [los Doce originales] todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de entre nosotros al cielo” (Hch 1, 21-22a).

En la escena en la sinagoga de Nazareth, Jesús de su propia boca da a entender a sus paisanos que los tiempos finales han llegado y que Él es el agente mesiánico esperado. El relato es el paralelo, probablemente, de Mc 6, 1-6 y Mt 13, 54-58, pero reubicado y reeditado para darle otra tonalidad. Mientras Marcos y Mateo tienen como contexto la ruptura con la sinagoga tras un tiempo ya considerable de ministerio en Galilea, para Lucas el centro parece estar en el problema que genera un Mesías tan cercano (tan vecino y tan pariente) y con un mensaje tan socio-económicamente inaceptable (liberador, comunitario).

La escena está construida de manera concéntrica tras la entrada de Jesús a la sinagoga. Al principio, Jesús se levanta, le entregan el rollo para leer y lo desenrolla (cf. Lc 4, 16b-17); tras la lectura, Jesús lo enrolla, lo devuelve a quien se lo entregó y se sienta (cf. Lc 4, 20). Como en un espejo, las acciones del Maestro se oponen. Se levanta y se sienta, le dan el rollo y lo devuelve, lo desenrolla para leer y lo vuelve a enrollar tras la lectura. Con esta estructura, los versículos que quedan al centro son los de Lc 4, 18-19, justamente el pasaje que es proclamado en voz alta.
La lectura pertenece a la sección de los profetas. Según afirman los estudiosos, el culto del sábado por la mañana en la sinagoga constaba de una sucesión de eventos que comenzaba con el recitado del Shemá (cf. Dt 6, 4ss) y la plegaria de las súplicas. A continuación, un doctor de la Ley proclamaba algún texto de la Torá (del Pentateuco), quizás con alguna explicación, y luego un varón de los presentes leía un texto de los Profetas, también con alguna explicación que podía correr por cuenta del mismo que había proclamado la lectura. Hch 13, 15 reseña la existencia de las dos lecturas (Ley y Profetas) en la sinagoga y la posibilidad que tenía alguno de los presentes de dirigirse con una exhortación a los asistentes.

La lectura profética en Nazareth es del libro de Isaías. El texto base sería Is 61, 1-2a: “El espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahvé, día de venganza de nuestro Dios”. Con una rápida lectura ya podemos advertir que la cita de Lucas no es idéntica al texto real del profeta. Jesús no habla de vendar los corazones rotos e Isaías no habla en este pasaje de devolver la vista a los ciegos (aunque el tema de la ceguera curada puede advertirse en Is 29, 18; Is 35, 5; Is 42, 7.16-18). El tema de la libertad a los oprimidos tampoco parece específicamente sacado de aquí, sino de Is 58, 6, donde es más patente la imagen del yugo como figura de la opresión. Finalmente, Jesús detiene la lectura en el año de gracia y no menciona el día de la venganza. La cita del profeta resulta, así, en una reinterpretación creativa a partir del Evangelio.
Con las modificaciones realizadas, el hincapié recae sobre el aspecto liberador de la Buena Noticia, el amor de Dios que se expresa como año de gracia, no como día vengativo, y la identidad mesiánica de Jesús. Él es el que viene a proyectar la vida hacia un estado de plenitud para los indignos. Los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos son los destinatarios principales de este anuncio divino. El Reino de Dios los encuentra como receptores privilegiados de este proyecto de amor. Modificando sus situaciones indignas (hablando palabras de salvación al pobre, abriendo las puertas de los encerrados, devolviendo la visión a los oscurecidos, quitando el yugo a los oprimidos) se hacen actuales las promesas de Dios.

El año de gracia mencionado es una referencia al año jubilar, una institución israelita de seguridad social. Según los biblistas, esta institución tuvo tres etapas. En un principio, se proclamaba cada siete años (año sabático), y consistía en no labrar la tierra (dejarla descansar) para que coman de los frutos que nacen espontáneamente los pobres (cf. Ex 23, 10-11). Más adelante, esta legislación fue ampliada y corregida, agregando al no labrado de la tierra, la condonación de las deudas al prójimo (cf. Dt 15, 1-2). Finalmente, se estableció el año jubilar, cuya legislación está contenida en el capítulo 25 del Levítico. Cada siete años sabáticos se proclamaría este año santo, donde los esclavos recuperarían la libertad, los que habían perdido tierras y propiedades las recobrarían (cf. Lv 25, 10), y la tierra descansaría (cf. Lv 25, 11-12). En la historia de Israel, nunca se encontraron registros de la práctica concreta del año jubilar.

Pistas hermenéuticas (qué nos puede decir hoy)
La fe en Jesús es una fe transmisible y una fe histórica, que no ha surgido como invento o ilusión de unos cuantos lunáticos, sino a partir de la experiencia concreta del encuentro con un judío de Nazareth que es el Salvador. Esa es la intención de Lucas: darnos a conocer a ese judío y los orígenes de la fe transmitida.

El mundo y la historia se plenifican en la inversión de las situaciones que agobian a los más pequeños. El plan programático de Jesús está en la vida vivida desde los marginales, en el Reino de la libertad, en la opción por el que está peor. Para Jesús, ser ungido, ser elegido, ser marcado por Dios, no es la capacidad de ejecutar la venganza divina, sino la capacidad de amar gratuitamente. Ser Mesías no es un privilegio de poder, sino el privilegio de servir. En Él se cumple la Escritura porque en Él es posible reconocer al otro como hermano digno.

Suena extraño a nuestros oídos la relación entre la seguridad social y el Reino. ¿Acaso la Buena Noticia tiene un componente económico como si se tratase de una planificación de políticas de Estado? Es complicado, pero es sumamente real. El Evangelio tiene una afectación económica gigante. ¿Qué pasaría si, como lo proclamó Jesús, los subyugados fuesen liberados? ¿Qué pasaría si todos los empleados con sub-sueldos fueran efectivizados por las empresas? ¿Qué pasaría si cada niño que nace, en un barrio privado o en una villa miseria, tuviese las mismas oportunidades de educación? ¿Qué pasaría si el Fondo Monetario Internacional perdonara por completo las deudas externas de los países llamados subdesarrollados? Se haría caso al Evangelio, pero sucumbiría el mercado.

Seguridad social y Reino nos parecen lejanos porque no queremos, en realidad, que se concrete tanta igualdad, no queremos que todos tengan las mismas oportunidades, no queremos que los de vida indigna salgan de su indignada, al menos si eso significa perder determinados privilegios que ostentamos. El salto de calidad en la Iglesia no se dará con mejores compendios teológicos ni con un magisterio más elocuente, sino en medio de la vida de los pobres, cuando el anuncio de la Buena Noticia no sea para ellos una invitación a sobre-vivir, sino la vivencia misma del año jubilar que trajo Jesús.

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