martes, 15 de enero de 2013

Un casamiento muy simbólico / Segundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C – Jn. 2, 1-11 / 20.01.13


1 Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2 Jesús también fue invitado con sus discípulos.3 Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. 4 Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. 5 Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”. 6 Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. 7 Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. 8 “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. 9 El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo 10 y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”.11 Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Para este domingo dejo posteado el primer capítulo de un libro que anda dando vueltas, que escribí hace un tiempo, y que explora algunos milagros de Jesús. Puede que algún día se haga papel y se publique, o puede que no. De todas maneras, aquí está lo que serían algunas de las páginas iniciales.


Podemos comenzar comentando el pasaje desde su final, desde el versículo 11, cuando se enumera la conversión del agua en vino como el comienzo de los signos, o según otras traducciones, como el primero de los signos. La palabra griega que está detrás de estas traducciones es arche. El inicio del relato joánico también la posee (cf. Jn 1, 1: en el principio: en arche). Algunos exegetas consideran que su utilización en Jn 2, 11 no debería entenderse como una enumeración, como una consideración cuantitativa de los signos jesuánicos, sino en sentido cualitativo. Estaríamos hablando del signo prototípico antes que del primer signo de una lista. Lo prototípico es aquello que es modelo de lo demás, lo que resume e idealiza. El proto-tipo es el primer-molde. Así comprendidas, las bodas de Caná son la condensación de Jesús, y quedarse en la superficialidad del texto (Jesús asiste a una fiesta) sería un error grave. Si este episodio es prototípico, entonces hay un mensaje profundo y trascendental en él.
Jn 2, 1 nos da el contexto y el grueso de las claves hermenéuticas para situarnos frente al relato. La escena sucede tres días después. Pero, ¿después de qué? Aquí se nos propone una sucesión temporal que comienza en Jn 1, 29, cuando se habla del día siguiente al que Juan es interrogado por los sacerdotes y levitas. Hasta allí contabilizamos dos días. Luego, en Jn 1, 35 vuelve a mencionarse el día siguiente. Van tres. Finalmente, Jn 1, 43 habla de otro día siguiente. Ya tenemos cuatro días. Jn 2, 1 sucede tres días después de todo el capítulo 1, y se completan así siete días, en una clara evocación a la semana inicial del primer relato de la Creación en Génesis (cf. Gn 2, 3). Por lo tanto, podemos afirmar que la vida terrena de Jesús será una re-creación, un re-comienzo de la historia.
Pero la significación de los tres días no se queda allí. El capítulo 19 del Éxodo relata la llegada de Israel al monte Sinaí (cf. Ex 19, 1), el monte de la alianza con Dios. Yahvé dice a Moisés lo siguiente: “Ve al pueblo  y que se purifiquen hoy y mañana; que  laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día; porque el tercer día descenderá Yahvé sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pueblo” (Ex 19, 10-11). El tercer día es, entonces, la manifestación gloriosa de Dios frente a su pueblo para realizar la alianza, que será expresada en los mandamientos del capítulo 20 del Éxodo. Por lo tanto, también podemos afirmar que la vida de Jesús es la manifestación de la gloria de Yahvé que quiere hacer alianza con las gentes. El tópico es retomado al final del episodio de las bodas, cuando Juan especifica que con la conversión del agua en vino el Maestro “manifestó su gloria” (Jn 2, 11).
Por último, los tres días son también la anticipación del tercer día pascual, cuando el Crucificado es levantado de entre los muertos (cf. Jn 2, 19.21-22). Podemos agregar a las afirmaciones anteriores que la vida de Jesús, su re-creación y la manifestación de la gloria de Dios, sólo se entienden desde el episodio pascual.

martes, 8 de enero de 2013

Descubrirse Hijo de Dios / Bautismo del Señor – Ciclo C – Lc 3, 15-16.21-22 / 13.01.13


5 Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, 16 él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”.21 Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo 22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
El acontecimiento (Jesús bautizado por Juan) es uno de los más atestiguados por la cuádruple tradición evangélica. Esto representa un dato no menor. Pocos hechos de la vida de Jesús tienen tanto sostén histórico. El primero en narrarlo fue Marcos, alrededor del año 70 d.C., y la cita es Mc 1, 9-11; se trata del relato más breve de los Evangelios Sinópticos. Luego lo pusieron por escrito Mateo y Lucas, más de una década después, y cada uno le dio su impronta.
El problema teológico de la escena era la relación entre el Bautista y Jesús: ¿quién era verdaderamente el Mesías?, ¿por qué el Mesías se bautizaría con alguien supuestamente menor que Él?, ¿qué papel queda para Juan en el plan de salvación?. Mt. 3, 13-17 lo soluciona añadiendo un diálogo entre los protagonistas (Mt 3, 14-15), donde el Bautista se resiste a bautizar a Jesús, pero éste insiste argumentando que es preciso cumplir con toda justicia. Lucas avanza un poco más y, en sus primeros dos capítulos, presenta en un díptico las concepciones, nacimientos y circuncisiones del Bautista y de Jesús, dejando bien en claro que el primero está subordinado al segundo desde siempre. El relato lucano del bautismo también tiene sus improntas, pero eso lo veremos más adelante. Finalmente, sobre los albores del siglo II, el Evangelio según Juan habrá eliminado la escena del bautismo para mencionarla de pasada en labios del Bautista, quien asegura haber visto cómo el Espíritu de Dios bajaba y se posaba sobre Jesús (cf. Jn 1, 32-34).

lunes, 7 de enero de 2013

La epifanía a varias voces / Xabier Pikaza complementando a U. Luz y Benedicto XVI

Con gusto, dejo el link al blog de Xabier Pikaza, quien amablemente ha insertado mi comentario a la Fiesta de la Epifanía en uno de sus posteos. Siempre es un gusto y un honor compartir espacio web con tamaño maestro de la Biblia y la Teología. En este post epifánico, si se permite el término, Xabier complementa el comentario que han hecho U. Luz y Benedicto XVI a la escena mateana de los Magos de Oriente.
Un abrazo grande para él, y una invitación a recorrer su blog detenidamente, con tiempo, para disfrutarlo y saborearlo sin perder bocado.

http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2013/01/05/magos-3-epifania-algo-que-u-luz-y-benedi


miércoles, 2 de enero de 2013

La subversión de los extranjeros / Fiesta de la Epifanía del Señor – Ciclo C – Mt 2 , 1-12 / 06.01.13


1 Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 2 y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”. 3 Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. 4 Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. 5 “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: 6 Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel”. 7 Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, 8 los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.9 Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. 10 Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, 11 y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. 12 Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
La fiesta de hoy es llamada epifanía, que en griego significa manifestación. El término, en el uso literario griego, podía caber en dos ámbitos: el secular y el religioso. Para lo secular, designaba una llegada, una venida, o mejor dicho, un ingreso. Cuando una figura política importante (rey, emperador, embajador) ingresaba a una ciudad y se realizaba el acto solemne de la procesión, con pompa y lujos, ese evento era una epifanía. Digamos que se ponía de manifiesto la entrada de alguien de renombre. En el ámbito religioso, donde hallamos la otra acepción, sí podemos hablar de una manifestación divina, como un hecho sobrenatural, de origen celestial, que actuaba, generalmente, a favor de los seres humanos. Era epifanía el evento de la intervención divina que daba a conocer las obras particulares de los dioses para con los hombres. El cristianismo adoptó las dos acepciones para vincularlas a Jesús. 2Tim 1, 10 es un pasaje que habla de la “manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús”.
Dios encarnado es un ingreso y una manifestación en sí misma, es la entrada triunfal (paradójicamente, por la puerta de atrás de la historia) y la mano divina que socorre.

Como el significado de la epifanía es muy amplio para condensarlo en un solo acontecimiento o en una sola fecha, la Iglesia primitiva interpretó que tres eran las escenas evangélicas dignas de ser contempladas bajo el arco epifánico. Una de ellas es el relato de los magos de Oriente. La segunda escena es el bautismo de Jesús en el Jordán, que litúrgicamente se celebra el domingo posterior a la Fiesta de la Epifanía. Y la tercera escena es la que el Evangelio según Juan tiene al comienzo de su capítulo 2, las bodas de Caná, que en este Ciclo C se lee a continuación del domingo del bautismo del Señor.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El niño-sacramento / Sagrada Familia – Ciclo C – Lc 2, 41-52 / 30.12.12


41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.42 Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, 43 y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. 44 Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. 45 Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.46 Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. 48 Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. 49 Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. 50 Ellos no entendieron lo que les decía.51 El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. 52 Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Pistas de exégesis (qué dice el texto)
Los dos Evangelios que contienen relatos de la infancia de Jesús (Mateo y Lucas), estructuralmente, tienen por lo menos dos partes: los relatos de la infancia y la vida pública. Mt 1-2 y Lc 1-2 aparecen como una unidad literaria propia, coherente en sí misma y discontinuada del resto de los libros, no por carecer de relación con el ministerio de Jesús, sino porque entre la infancia y la vida pública acontecen, en silencio, unos veinte años. Mientras Mateo comprime unos 10 años en los primeros dos capítulos y luego salta hasta el bautismo para dedicarle de ahí en adelante lo que resta del libro, y mientras Lucas comprime 12 años en los dos primeros capítulos y luego salta hasta los treinta años del Maestro (cf. Lc 3, 23), la juventud e inicio de la adultez de Jesús se esconden bajo Lc 2, 40: “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” y Lc 2, 52: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.

Puede hablarse de los relatos de la infancia como unidades literarias con peso específico. Y aún más, muchos biblistas coinciden en afirmar que estas unidades son un mini-Evangelio, o sea, que son resumen, simbolismo y anticipo de lo que se narrará después. Son resumen porque, en apenas dos capítulos, los temas principales de la vida y muerte de Jesús se hacen presentes; son simbólicos porque las imágenes, las situaciones y las figuras suelen señalar una realidad mayor que se terminará de entender al final de la lectura completa del libro; y son anticipo porque, desde la infancia de Jesús (presente literario) anuncian los sucesos de la vida pública y de su muerte y resurrección (futuro literario).

domingo, 23 de diciembre de 2012

Poner a Dios en su lugar

Juan José Gravet, a través del último boletín de su parroquia, me ha hecho recordar un texto del 2009. Lo vuelvo a postear para esta Navidad. Agradezco a Juanjo, párroco de Rosario, en el barrio de Ludueña, que ha tomado el texto y lo ha hecho tinta en el último boletín. Agradezco con bella memoria a las comunidades eclesiales de base de esa zona, que son testimonio real de que Dios debe estar en su lugar, entre los últimos.

Dejo el link al blog de la parroquia y abajo el texto reflotado de aquel 2009: http://pquiacristoredentor.blogspot.com.ar/




Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc. 2, 12)
Una de las tradiciones populares navideñas consiste en llevar en procesión, la Nochebuena, una imagen del Niño Dios hasta el pesebre, para colocarlo donde debe estar en ese momento, entre sus padres, apenas nacido. A nadie se le ocurriría ponerlo en otro lugar, precisamente porque estamos en la Navidad, y el niño que nos ha nacido no puede estar demasiado lejos de su madre. No sería bueno que esté guardado en un cajón ni dentro del trineo de Papá Noel. Su lugar en esa noche maravillosa es el pesebre.
¿Pero qué tiene de atractivo el pesebre para que Dios quiera estar allí? Buceando los Evangelios, resulta que en Marcos no hay ni rastros de un pesebre, puesto que ni siquiera hay rastros de la infancia de Jesús. Lo primero es Juan el Bautista (cf. Mc. 1, 2-4). Nos trasladamos a Mateo y ya se nos dibuja una sonrisa, porque aquí si hay relatos de la infancia; igualmente, la escena del nacimiento me desilusiona en la búsqueda, porque del pesebre no hay noticias (cf. Mt. 1, 25); avanzamos hasta el famosísimo episodio de los magos de Oriente, pero éstos no lo hallaron en un pesebre, sino en una casa de Belén (cf. Mt. 2, 9-11). Al Evangelio según Juan ya lo habíamos descartado de antemano en esta búsqueda porque recordamos que lo primero de lo primero es el himno al Logos (cf. Jn. 1, 1-18), luego el testimonio del Bautista (cf. Jn. 1, 19-28). De pesebre, ni hablar.
Entonces decidimos abordar Lucas, con la certeza de que la palabra pesebre nos viene de allí. Parece que la búsqueda tendrá consuelo. Localizamos Lc. 2, 7 y la claridad del autor es extrema: “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue”. Es una imagen grabada en la memoria. La explicación escuchada todos los años es la misma: Dios elige la humildad del pesebre para manifestarse y las malas gentes de Belén no le dieron espacio en sus casas a una mujer parturienta. ¿Pero será tan así? Cuando repasamos Lc. 2, 7 no encontramos casa ni gente mala. Donde no había lugar para ellos es en un albergue. En el texto griego (idioma que usó Lucas para escribir), la palabra es kataluma, y puede tratarse tanto de una especie de hotel para viajeros de caravanas en el Oriente, como de la habitación de determinadas casas reservadas para los huéspedes. Los biblistas dicen que si José, según la versión de Lucas, llevó a una mujer a punto de parir por unos doscientos kilómetros (de Nazareth a Belén) sin haber previsto alojamiento, entonces era un padre demasiado irresponsable. Tenemos que suponer que si fue a empadronarse a Belén porque era su ciudad familiar (cf. Lc. 2, 4), había allí parientes, y que kataluma sería, más que albergue, la habitación de huéspedes de una casa relacionada sanguíneamente con José. ¿Y por qué no había lugar para ellos en esa casa? Porque María pariendo se hacía impura según la ley escrita en el Levítico capítulo 12. Si el nacido era varón, como en este caso, la madre quedaba impura por siete días, al octavo día se circuncidaba al niño, y la madre aún permanecía treinta y tres días más impura. El problema con la mujer impura, según el Levítico, es que quien la toca se vuelve impuro (cf. Lev. 15, 19), sobre lo que ella se acuesta queda impuro, sobre lo que se sienta queda impuro el objeto (cf. Lev. 15, 20), y aún quien toca algo que esté en contacto con el lugar donde ella se acuesta o se sienta, también se vuelve impuro (cf. Lev. 15, 23). Es demasiado evidente que tener una parturienta en casa era volver impura toda la casa, y por cuarenta días a lo mínimo. Esa es la respuesta a por qué no había lugar para ellos. Aquí no se trata de gente mala, sino de estrictos cumplidores dela Ley.
Después de enterarnos de eso, el pesebre parece perder un poco la mística con la que lo habíamos envuelto. Sin gente mala, sin humildad ascética, con cumplimiento de una ley que está contenida en la Biblia explícitamente, el pesebre parece dejar de ser pesebre. Y aquí viene la clave de todo esto. Al seguir leyendo el Evangelio según Lucas, son los pastores los primeros personajes inmediatos al nacimiento. Y no se trata, precisamente, de los pastorcillos de nuestros pesebres vivientes, simpáticos y jóvenes. En los tiempos del nacimiento de Jesús, la cultura popular los consideraba parte de la clase social baja en la que no se podía confiar, pues indefectiblemente, debían ser ladrones, malhechores o mal vivientes. Su reputación no era lo más envidiado en Palestina. Los pastores eran la lacra, los marginados; y para los terratenientes, mano de obra barata que cuidaba rebaños que no eran suyos. Ellos son, según Lucas, los primeros que reciben el anuncio (cf. Lc. 2, 8-12), son los destinatarios de la Buenísima Noticia del niño en el pesebre. Porque el Evangelio tiene dos aristas: al Salvador se lo reconoce en el pequeño e indefenso (cf. Lc. 2, 11-12) y la Buena Noticia es anunciada a los pobres (cf. Lc. 4, 18).
Marcos, Mateo y Juan no hablan de un pesebre, sin embargo, siempre recalcan que Jesús andaba con publicanos, prostitutas y pecadores, que vivía entre lo marginal, que se identificaba con los que nada tienen y nada son para la sociedad. Marcos, Mateo y Juan ignoran el pesebre, pero no dan vuelta la cara ante el Dios que comparte su tiempo con los lacra, que vive entre ellos, que es señalado como uno más del montón. De Jesús se puede decir que murió como nació: entre los parias, entre los despreciables, los desechables. Su lugar en Nochebuena es el pesebre. ¿Y qué tiene de atractivo el pesebre, entonces? Probablemente los pastores, lo menos atractivo de la época, lo más marginal. En esta Navidad pongamos a Dios en su lugar: con los inmigrantes ilegales, los desocupados, los homosexuales, los drogadictos, las prostitutas, los indígenas, los esclavos del capitalismo, los enfermos, los presos, los divorciados, los silenciados, los oprimidos, los últimos…

martes, 18 de diciembre de 2012

Dos panzas que se encuentran / Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo C – Lc 1, 39-45 / 23.12.12


39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. 40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, 42 exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? 44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. 45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.


Pistas de exégesis (qué dice el texto)
El sitio exacto donde residen Isabel y Zacarías no es mencionado. La tradición lo ha identificado con Am Karam, una localidad a 6 kilómetros de Jerusalén, en la provincia de Judá, lo que implicaría un desplazamiento gigante de María desde Nazaret, considerando su estado gestacional. En esa época, los viajes no eran seguros. En los caminos desiertos los asaltantes encontraban presas fáciles en los grupos pequeños que se desplazaban por allí. Lo ideal era viajar en caravana. ¿Cómo habría viajado María, entonces? ¿Y José? De él no hay noticias en el relato. También resulta extraño que María no se quede para el parto de Isabel siendo que ha realizado un viaje tan largo. Lc 1, 56-57 da a entender que se quedó tres meses con su prima y se volvió a su casa antes del parto.

La perícopa comienza con la expresión en aquellos días, propia del lenguaje del Antiguo Testamento (cf. 2Rey 10, 32; 15, 37; 2Cron 32, 24; Is 38, 1; Dn 10, 2). Y es que Lucas ha tejido sus dos primeros capítulos con el telón de fondo de las Escrituras judías. Tomando moldes veterotestamentarios relató la infancia de Jesús y de Juan el Bautista. Con ese recurso literario establece continuidad en la historia de la salvación. La primera época de la historia es la de la Antigua Alianza, la que culmina con la llegada de Jesús. En el Evangelio según Lucas ese período tiene como representantes a Zacarías (sacerdote del templo), a Isabel (estéril al comienzo, como muchas mujeres del Antiguo Testamento) y a Juan el Bautista (el último profeta de la Antigua Alianza y el más grande). Cuando comienza el ministerio de Jesús se abre una nueva etapa, la del Hijo, la de la Nueva Alianza (cf. Lc 22, 20), que tendrá su coronación en la ascensión (cf. Lc 24, 50-51; Hch 1, 9). Y, finalmente, llega el período del Espíritu Santo con la efusión de Pentecostés narrada en el capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles. El tiempo del Espíritu Santo es, por lo tanto, el tiempo de la Iglesia, que perpetúa la utopía de Jesús.