(Mt 13, 52) Entonces Jesús agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.
Los escribas, de primera mano, en una lectura rápida de Mateo, quedarían
fuera del Reino. Están apegados a la ley más que a Dios mismo, cargan a los
demás con pesos insostenibles que ni ellos cumplen, explican la Ley según su
conveniencia, se hacen a sí mismos los únicos intérpretes de la Palabra,
ahogando las demás manifestaciones de la misma. No son para nada el modelo del
discípulo que pretende Jesús. Pero sorprendentemente, en este final del
capítulo 13 del Evangelio, son nombrados bajo la posibilidad de que estén en el
Reino de los Cielos. Condición ineludible para ello es que sean escribas
discipulados para el Reino.
Más que de una conversión, Jesús habla de los que han sido hechos
discípulos. Traducir conversión el
término griego matheteuo no hace
demasiada justicia al concepto. El vocablo griego es una derivación de mathetes, que significa discípulo. Jesús
no habla, precisamente, de escribas judíos que se convierten al cristianismo,
sino de escribas que son enseñados sobre los misterios del Reino. Por eso la
frase está casi como conclusión del capítulo 13, que es el discurso de las
parábolas. El Maestro ha enseñado por medio de parábolas lo misterioso del
Reino, su realidad, su dinámica, y los oyentes que han penetrado en esa
enseñanza, pueden ser escribas que reconocen lo bueno viejo y lo bueno nuevo. Mateo
escribe para un auditorio con muchos judíos convertidos al cristianismo, y su
obra es un monumental intento por trazar la continuidad en la discontinuidad,
el sostenimiento transformado de la religión israelita en el Mesías que llega
con un planteo inesperado.
Para Mateo es fundamental la posibilidad de que pueda tomarse lo mejor de
lo viejo, lo mejor del Antiguo Testamento, lo mejor del judaísmo, y que pueda
combinarse con lo mejor de lo nuevo, lo mejor de la Nueva Alianza, lo mejor del
cristianismo. Un verdadero escriba sabría hacerlo, sabría abrirse a lo bueno de
ambas corrientes sin cerrarse inexplicablemente en un sectarismo. Siguiendo
esta línea, muchos biblistas proponen la hipótesis de que Mateo esté haciendo
una autoreferencia en este versículo. Mateo es el escriba judío que supo sacar
lo viejo y lo nuevo. Mateo sería este hombre formado en el judaísmo que,
discipulado para el Reino, ha podido crear una síntesis con lo mejor de lo
mejor. En cuanto a hipótesis, es una posibilidad.
Esta frase que estamos analizando, quizás encontraría también asilo en el
acápite sobre los personajes del Reino, pero por dos razones considero que se
refiere mejor a los que heredan el Reino de los Cielos. La primera razón es la
presencia del término relacionado con el discipulado. El objetivo del
discipulado no es la herencia del Reino en cuanto premio al buen
comportamiento, sino la herencia como responsabilidad; los discípulos heredan
el Reino con la responsabilidad de seguir y perseguir su dinámica. El Reino no
es el premio final, sino un compromiso. Un escriba discípulo del Reino lo ha
heredado inmediatamente, y ahora tiene en sus manos la obligación de cambiar su
paradigma sobre la Palabra para expandirla, para universalizarla, para liberar
con su hermenéutica. Sigue siendo escriba, pero en otra perspectiva. La segunda
razón es que detrás de la afirmación tajante está la invitación. Creo que Mateo
está invitando a sus lectores judeo-cristianos a dar el salto final que es el
desprendimiento de las cargas judías que no permiten la expresión plena del
cristianismo. La invitación a recibir con los brazos abiertos la herencia del
Reino de los Cielos es un desafío para todos, pero para el escriba que proviene
del judaísmo tiene un componente especial, porque él ha sido maestro de otra
forma de ver las cosas, y en algunos aspectos, ha sido maestro contrario a este
Maestro que es Jesús. El Reino le exige un cambio rotundo. Una invitación es a
futuro: alguien viene siendo o haciendo algo, y se le invita a otra cosa, en
otro lugar, en otro tiempo; por eso considero que esta frase habla sobre los
que heredan el Reino, y no sobre los que ya son personajes del Reino.
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