(Mt 24, 14) Esta Buena Noticia del Reino será proclamada en el mundo entero como testimonio delante de todos los pueblos, y entonces llegará el fin.
Dentro del discurso escatológico de Mateo, contenido entre los capítulos 24
y 25 de su libro, se anuncia que la llegada del fin está relacionada con el
anuncio de la Buena Noticia del Reino al mundo entero. En primer lugar, hay que
entender qué es la llegada del fin. ¿Es un final de intervalo? ¿Cómo si todo
pareciese acabarse para recomenzar? ¿O es un final definitivo de todo lo que
conocemos? ¿Es un final de la historia del Imperio Romano oprimiendo a Israel o
es el final de todas las opresiones? Los discursos escatológicos, valiéndose
del género apocalíptico, tienen la particularidad de mezclar los tiempos, y
describir sucesos para hoy y para mañana, para el presente y para el futuro. Es
parte de la riqueza del lenguaje, pero también parte de la confusión. El fin,
en este caso, puede ser la caída de Jerusalén del año 70 d.C., así como puede
ser el desenlace de la historia universal.
El segundo punto es la proclama a todo oikoumene
y todos los ethnos. El oikoumene, que traducimos como mundo, es específicamente el mundo
conocido del Imperio Romano. Más allá de sus límites no hay nada. Roma es el
mundo y en Roma acaba el mundo. No hay la visión global que podemos tener hoy,
en el sentido geográfico, aunque sí la visión globalizada, de la unicidad
romana que se impone. Por otro lado, los ethnos
son las naciones (a veces traducido como pueblos),
y las naciones son, en la tradición bíblica, los grupos poblacionales paganos.
El pueblo que no es judío es un pueblo que pertenece a las naciones del mundo.
Como vemos, el anuncio de la Buena Noticia del Reino alcanza una expansión
universal. Tanto judíos como paganos deben recibir la proclama. El sustento
teológico de esta idea está documentado en el Antiguo Testamento, por ejemplo
en Is 2, 2-4 y Miq 4, 1-2: las naciones acudirán al monte Sión, a la casa del
Templo del Señor, reconociendo su soberanía sobre el mundo. Es la imagen de la
peregrinación escatológica. El sustento pastoral de esta idea es un estímulo
para los cristianos que leen a Mateo, sumergidos en un mundo que ellos esperan
sea transformado por la venida del Hijo del Hombre, retrasada. En ese aparente
retraso, la tarea de la evangelización debe copar sus existencias. Hasta pareciese
condicional: es necesario que todos conozcan y hayan oído bien sobre el Reino
para que el Reino se manifieste en todo su esplendor.
No se oculta tampoco el sentido político y anti-romano en esta expresión. Flavio
Josefo narra cómo la noticia de que Vespasiano ha sido coronado emperador es
una buena noticia que llega y es bien recibida en cada rincón del mundo. El
paralelo con Mateo es interesante. Los emperadores creen que son la buena
noticia para la oikoumene, que traen
una salvación definitiva y final, una resolución plena para la historia romana,
pero terminan generando más muerte con su poder militar, traicionados por sus
íntimos y como tiranos opresores. El Reino de Dios, en cambio, es una Buena
Noticia real, no sólo para el Imperio Romano, sino para todos los seres
humanos, y es sinceramente la respuesta definitiva. Por eso hay que proclamar
en cada rincón del mundo la contra-noticia de los emperadores y del Imperio
Romano. Por eso la evangelización, para Mateo, no es inocente ni desprendida de
las realidades terrenales, aunque se hable del Reino de los Cielos. Hay un
anuncio que dar, una noticia que es la mejor de todas, y no podemos dejar que
las anti-noticias se adjudiquen la capacidad de resolver la historia.
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