El Domingo de Ramos
es una de las celebraciones litúrgicas más queridas por la gente y, por esto,
una de las que más asistencia tiene. Pero a la vez es una de las menos
entendidas. El acento suele caer en el lugar equivocado, o sea, en los ramos
mismos y en el gesto de la bendición. Se sabe que es el comienzo de la Semana Santa y el portal a la Pascua , pero no se
dimensiona la importancia que tiene la lectura del relato de la pasión en este
día que precede una semana a los acontecimientos centrales. Inclusive este
ciclo C, leyendo la entrada mesiánica a Jerusalén según Lucas, los ramos son
inexistentes; sólo hay mantos que se tienden en el piso para que pase el
pollino. El autor puede prescindir de los ramos porque no son fundamentales
para la escena; en cambio, no puede obviar el pollino, los mantos que se depositan
en el piso y las aclamaciones de la multitud, todas señales del reinado de
Jesús. Porque el Domingo de Ramos es eso: la fiesta de Cristo Rey. Cuando
celebramos Cristo Rey durante el tiempo ordinario, la intención está, quizás,
más volcada hacia el reinado escatológico, a la dimensión universal y a la
mirada futura sobre ese Reino ya instaurado. En cambio hoy nos encontramos la
crudeza del Cristo Rey, que entra aclamado y que muere rechazado; un Rey
rodeado de intrigas, con acusaciones y persecuciones; un Rey que fracasa y que
es desacreditado en la cruz. Hoy nos acercamos a la clave hermenéutica del
reinado de Jesús.
Este es un blog escrito por un médico de profesión, que se considera biblista por vocación y teólogo por opción. El resultado es este intento de echar luz sobre lo que dice la Biblia.
sábado, 19 de marzo de 2016
viernes, 11 de marzo de 2016
(Cuaresma) Dios de las adúlteras o dios de los apedreadores – Jn. 8, 1-11
El texto de hoy
pertenece al Evangelio según Juan, pero no pertenece verdaderamente a él. Las
ediciones actuales de nuestras Biblias lo colocan como inicio del capítulo 8,
pero en un principio, muchos manuscritos no contaban con este pasaje.
Inclusive, en varias oportunidades fue ubicado después de Lc. 21, 38.
Ciertamente, el estilo literario es más semejante a Lucas que a Juan, y el tema
de la perícopa encaja mejor en lo
previo a la pasión lucana que en este capítulo 8 de Juan. Si intentamos leer de
corrido, uniendo Jn. 7, 52 con Jn. 8, 12, la ausencia de la escena de la mujer
adúltera no se notaría en el desarrollo del libro. Si bien Jn. 8, 15 es
coherente con la resolución tomada por Jesús en la controversia (“Vosotros juzgáis según la carne, yo no
juzgo a nadie”), también se presupone que Jn. 8, 15b-17 es un agregado
posterior. Lo que un buen número de comentaristas suponen es que la perícopa
podría haber circulado como texto independiente; pocos se habrían animado a
incluirla en los relatos evangélicos por la sencilla razón de que parece
absolver el pecado de adulterio, uno de los pecados que la Iglesia de los primeros
siglos trataba con mayor dureza; finalmente, el mismo peso tradicional del
texto (conocido por varias comunidades) y la coherencia evangélica (las
actitudes de Jesús en esta escena se corresponden con las actitudes de Jesús a
lo largo de los cuatro Evangelios), hicieron que se reconociera su inspiración
divina y su canonicidad.
miércoles, 9 de marzo de 2016
(Cuaresma) ¿Hijo pródigo, padre misericordioso o hermano fariseo? - Lc. 15, 1-3.11-32
La parábola del
padre misericordioso (mal llamada del hijo pródigo), no es un texto aislado en
Lucas. Cuidadosamente está ubicada en el capítulo 15, junto a otras dos
parábolas, la de la oveja perdida (cf. Lc. 15, 4-7) y la de la dracma perdida
(cf. Lc. 15, 8-10). Las tres parábolas están contadas en un contexto preciso:
Jesús rodeado de publicanos y pecadores (cf. Lc. 15, 1) y fariseos y escribas
que lo critican por comer con esta clase de gentes (cf. Lc. 15, 2). La
tradición ha llamado a esta sección las
parábolas de la misericordia, porque de una u otra manera, el amor/gracia
de Dios se manifiesta superando los límites previsibles. El pastor deja noventa
y nueve ovejas para buscar una sola; la mujer da vuelta la casa hasta encontrar
la dracma; el padre recibe al hijo menor que se había ido y que había
despilfarrado su herencia. En las tres escenas, el tema de la alegría es
evidente. La conversión del pecador genera un gozo indescriptible en el cielo,
entre los ángeles, y en el mismísimo padre. Hay fiesta y celebración porque los
muertos regresan a la vida, los extraviados encuentran el camino, los perdidos
son encontrados. Hay fiesta y celebración porque el amor es más grande que el
mal.
jueves, 3 de marzo de 2016
(Biblia) A qué le canta el Cantar de los Cantares
Un libro con historia
A lo largo de los siglos, desde que el Cantar de los Cantares fue escrito,
las interpretaciones sobre su significado se fueron sucediendo una tras otra.
De acuerdo a la época y a los menores o mayores tabúes sobre el tema sexual, se
lo vio como una mera alegoría de otra cosa o, finalmente, como lo que parece
ser: un canto al amor humano, y dentro del amor humano, a la faceta sexual del
amor. Quizás no parezca escandaloso decirlo así, libremente, en esta época,
pero significó un problema y, luego, un avance, llegar a reconocer que la
Biblia tiene un libro que habla eróticamente. En 1577, Fray Luis de León
tradujo al castellano el libro desde el latín y fue encarcelado por hacerlo. A
ese punto llegó el problema de su interpretación.
Obviamente, los primeros que hicieron historia al intentar descifrarlo
fueron los mismos judíos. Calculemos que el libro fue escrito alrededor del año
400 a .C.
Los exegetas del judaísmo, en general, optaron por la alegoría: el libro
describe la relación mística de amor entre Yahvé y el pueblo de Israel.
Siguiendo esa línea, el cristianismo primigenio pensó lo mismo, sólo que cambió
los protagonistas por Cristo y por la Iglesia, para adaptar el mensaje. San
Bernardo, por mencionar uno de los notables, interpretó que se trataba del Espíritu
Santo y la Virgen María. Fue Teodoro de Mopsuestia (350-428 d.C.) el que se
animó a postular algo distinto: el Cantar sería la evocación de un matrimonio
entre el rey Salomón y una princesa egipcia. En su momento, lo de Teodoro fue
descalificado, pero recuperó vigencia desde el Siglo XVI, mezclándose con otras
variantes que no prosperaron. En 1898, un cónsul alemán en Damasco notó cómo se
celebraban las bodas en el cercano y medio Oriente, y dijo, basado en sus
observaciones, que el Cantar de los Cantares podía ser, sencillamente, una
colección de cantos de amor destinados a festejar las bodas.
En el Magisterio católico, la última referencia que tenemos es la que hizo
Joseph Ratzinger como Papa Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est, número 6: “¿Cómo
se debe vivir el amor para que se realice plenamente su promesa humana y
divina? Una primera indicación importante podemos encontrarla en uno de los
libros del Antiguo Testamento bien conocido por los místicos, el Cantar de los
Cantares. Según la interpretación hoy predominante, las poesías contenidas en
este libro son originariamente cantos de amor, escritos quizás para una fiesta
nupcial israelita, en la que se debía exaltar el amor conyugal”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)