(Mt 12, 28) Pero si expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. [Lc 11, 20]
Estamos ante un texto de lo que los biblistas llaman la Fuente Q, utilizada por Mateo y Lucas
para la redacción de sus Evangelios. A grandes rasgos, el proceso para
identificar esta fuente consistió en cruzar datos entre los tres Evangelios
sinópticos descubriendo que Mateo y Lucas tienen perícopas en común entre ellos
que no comparten con Marcos, y que evidentemente deben responder a otra fuente.
Se la ha llamado Fuente Q, pero no
hay manuscritos de ella, sino reconstrucciones hechas a partir de estos datos
cruzados. Este versículo que nos atañe está en una escena donde los dirigentes
religiosos de Israel ponen en duda la autoridad de Jesús para hacer lo que
hace, denunciando que sus obras son milagrosas debido a que su poder proviene
de Belzebul, el príncipe de los demonios. Jesús no sería un enviado de Yahvé,
sino un agente demoníaco que confunde a la gente con sus poderes mágicos. Peor
aún, sería un poseso conciente, que aceptaría la fuerza otorgada por el mal.
Marcos tiene, en su capítulo 3, una discusión semejante, pero dos diferencias
nos incumben: para Marcos, la acusación no sólo es que Jesús utiliza el poder
de Belzebul, sino que está completamente poseído por él; y la expresión que
queremos analizar de Mt 12, 28 no tiene paralelo en Marcos.
En esta perícopa mateana, Jesús explica lo que resulta lógico: si Satanás
lucha contra sí mismo, entonces es un tonto. ¿Por qué Belzebul expulsaría a sus
súbditos? ¿Qué sentido tiene? La acusación de los fariseos, de por sí, es
insostenible. Pero literariamente, la excusa es válida para que se desarrolle
una micro-teología sobre dos reinos enfrentados: el reino del mal (de Belzebul,
de Satanás, de los espíritu inmundos) y el Reino de Dios. Por primera vez en el
desarrollo del Evangelio según Mateo, se cambia la expresión Reino de los Cielos por Reino de Dios, de manera que el
contraste se hace más patente. De alguna manera, el mal tiene un reinado que
intenta expandir, y que no puede hacerlo si lucha contra sí mismo, como parecen
intuir erróneamente los fariseos. Este reino no es equiparable al Reino de Dios
(en ese caso estaríamos en un maniqueísmo que no responde a la teología
cristiana), pero está presente y se opone a lo divino, como se oponen los
grandes imperios/reinos de la historia con su poder opresivo, sus vejaciones al
ser humano y su sangre derramada. El Reino de Dios es mucho mayor y poderoso
que el reino del mal, pero la lucha se establece mientras el Reino de Dios
permanece con esta presencia misteriosa y pequeña en la historia.
Lo que Jesús deja en claro con la afirmación sobre el Reino de Dios que ha
llegado, son tres cosas: Él es un agente mesiánico, Satanás no tiene la
victoria, y el Reino está. Jesús es el agente mesiánico porque sus actos de
exorcismo manifiestan el poder de Dios; más aún, manifiestan el espíritu de
Dios, que lo ha poseído como lo
grafica el bautismo en el Jordán en manos de Juan. El espíritu divino está
sobre Él, lo ha ungido, y Satanás cae derrotado con las acciones de Jesús.
Muchas personas manifiestan el Reino, y lo siguen haciendo con sus obras y
palabras, pero Jesús es único y particular en cuanto es la objetivización histórica
de Dios. Su presencia en la historia deja en claro que Satanás tiene un reino,
pero no lo suficientemente poderoso para vencer. Jesús, en pocos gestos y
palabras, es capaz de expulsar los demonios. El exorcismo es una señal de
autoridad, y el agente mesiánico Jesús la tiene sobre los espíritus impuros. Finalmente,
si se entiende que Jesús es la objetivización histórica de Dios, y que Satanás
es expulsado, entonces el Reino de Dios está, ya ha llegado, y no hace falta
mirar el futuro desconsolados. Por supuesto que hay reinos malignos, hay
poderes terrenales opresores, hay injusticia institucionalizada, pero más allá
de eso, mucho más allá y por encima, hay Reino de Dios.
Esta reflexión de esperanza sirve como enseñanza cristiana, pero para ser
justos, también hay que pensar la frase de Jesús en la disputa con los
fariseos. Si ellos están esperando que baje Dios con su Reino para abofetear a
Satanás, deberían ser capaces de reconocer ese brazo poderoso de Yahvé en
Jesús. El foco de atención parecía ser una escatología mítica, en el sentido
narrativo espectacular del mito: Yahvé desciende en una nube manifestando un
poder que a simple vista puede reconocerse como el mayor poder del universo.
Jesús, en cambio, pone el foco de atención en el sufrimiento. Yahvé desciende
haciéndose hermano del sufrimiento, y buscando la solución al mismo. El poder
del Reino de Dios para derrotar el mal tiene una fuerza descomunal en el Dios
Rey que, sin quedarse en su trono, baja para compartir las miserias humanas. No
hay otro rey así, y por eso no hay dudas de que el Reino ha llegado, y está
presente.
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