(Mt 21, 31) Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”.
Esta expresión halló su lugar en esta sección sobre los que heredan el
Reino, aunque con algunos argumentos podría recolocarse en la sección
siguiente, sobre los que quedan fuera. La frase parece abarcar ambas
realidades. Preferí mantenerla aquí porque no estoy seguro que se hable de
gente que queda fuera, sino de una entrada progresiva y más lenta. Publicanos y
prostitutas llegan antes, pero los demás (sumos sacerdotes, ancianos y fariseos,
según el contexto) también pueden llegar, más lento, pero pueden hacerlo. Creo
que es una expresión de esperanza, más que de exclusión.
Mateo ha situado esta frase, propia de su libro, sin paralelos, en medio de
una seguidilla de tres parábolas que tienen como destinatarios específicos a
los dirigentes religiosos. La parábola del hijo obediente y el hijo
desobediente (cf. Mt 21, 28-31), la de los viñadores homicidas (cf. Mt 21,
33-43) y la de los invitados a la boda (cf. Mt 22, 1-14), representan
situaciones que, parabólicamente, afectan a los encargados oficiales de la
religión de Israel. Ellos lo saben y lo entienden, y por eso se reconocen a sí
mismos como destinatarios negativos del mensaje (cf. Mt 21, 45), decidiendo detener
de una buena vez a Jesús (cf. Mt 21, 46). Esta seguidilla de parábolas deja en
claro el contraste entre la religión del clero, de los escribas y fariseos,
respecto al tipo de religión de Jesús, y a cómo se propone la relación con
Dios. De la determinación de ese modo relacional surge la diferenciación social
y la exclusión o inclusión de personas. La religión oficial e
institucionalizada, fundamentada en el culto estereotipado, establece reglas y
normas que tienen un fin separatista, para que quede claro quiénes son los de
adentro y quiénes son los de afuera. La religión de Jesús, el cristianismo
original, busca los caminos de la inclusión, asumiendo que Dios es lo
suficientemente grande y amoroso como
para abarcar a todos sus hijos en una relación íntima y personal con cada uno.
Con la primera parábola, de los dos hijos, Jesús aprovecha para dejar de
manifiesto que la religión de las reglas y el culto no significa tener una
relación de profundidad e intimidad con Dios. No son las reglas ni el culto lo
que objetiva exclusivamente el amor fluyendo entre una persona y Dios. Para la
religión del Reino, este cambio de paradigma significa que los publicanos y las
prostitutas pueden preceder a los profesionales religiosos, pueden llevarles la
delantera.
Entendamos antes quiénes son los publicanos y las prostitutas. El publicano
(telones) es el cobrador de impuestos
(aunque la palabra también se utilizaba para los que cobraban entrada en los
prostíbulos, de donde puede venir la asociación entre publicanos y
prostitutas), individuo poco estimado entre los israelitas porque sirve al
Imperio Romano; empleado de los opresores. Para sobrevivir debe añadir al
precio del impuesto un agregado que se guarda para él. Los publicanos no eran
personas ricas (a diferencia de los jefes publicanos, o architelones, que sí lo eran), sino empleados públicos que ganaban
lo que podían juntar de comisión de los impuestos cobrados. A la par, las
prostitutas fueron siempre marginadas, doblemente, por su profesión y por su
condición de mujeres. Muchas veces se llamaba prostituta a cualquier mujer que entrase a una comida de varones. Ambos,
publicanos y prostitutas, son parte del gran elenco de pobres sociales de
Palestina, junto a los leprosos y los niños. Para la religión, estos marginales
son condenados de antemano. Para los marginales, en cambio, este Reino que proclama
Jesús es esperanza de antemano. En el universo del Reino de los Cielos, los
pobres sociales pueden ingresar a la realidad salvífica, pueden heredar aún
siendo desheredados de la tierra. Sus méritos no son la llave; ahí no está
puesto el énfasis de la expresión. Jesús no quiere decir que publicanos y
prostitutas son mejores que el clero y que los fariseos. Jesús quiere hacer
patente que la realidad del Reino es más incluyente de lo que muchos piensan, y
que esa inclusión no está medida por el culto ni por la religión estereotipada,
sino por la condición humana, por el hecho de ser hijos del Padre.
El reduccionismo de creer que la expresión de Jesús invita a estafar a los
demás y prostituirse no puede ser más paupérrimo. El espíritu de la frase de
Jesús es la invitación a convertirse en marginado social, convertirse en lo que
representa el publicano y la prostituta para el sistema religioso, convertirse
en lo que representan los huérfanos que piden monedas en la calle para la
sociedad urbanizada, convertirse en lo que representa el homosexual para el
oficialismo eclesial, convertirse en lo que representa el trabajador en negro
para el sistema capitalista. El mensaje eclesiológico de Mateo no es ingenuo.
Al contrario, sigue siendo una espina en el cristianismo. Mientras seguimos
haciendo pastorales de la institución en detrimento de las pastorales del
Reino, continuamos la línea de los sumos sacerdotes y de los fariseos. La
religión del Reino es aquella donde los pobres sociales ingresan primero y
ocupan los primeros puestos. La Iglesia de Jesús debe ser la Iglesia de los
publicanos y las prostitutas. Aunque alimente el escándalo.
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