(Mt 16, 19) Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.
Este texto es clave para el ecumenismo. Una decisión sobre la
interpretación de este versículo y sus sucedáneos puede determinar un
acercamiento profundo o un alejamiento irreconciliable en el camino del
diálogo. Por lo pronto es un alejamiento. El catolicismo ha interpretado
sostenidamente que estamos ante una validación de la institución del papado.
Pedro se presenta como el personaje que sería el primer Papa, dueño de las
llaves del Reino, con poder absoluto de atar y desatar, con la capacidad de
modificar en la tierra cosas que se modifican en el cielo. El texto es
complejo. El acervo histórico que se desprende de él también. Es un texto sobre
el personaje de Pedro, pero también sobre el personaje de la Iglesia respecto
al Reino. Mateo es el único evangelista que la nombra como tal. El término, en
griego, es ekklesía, que puede
traducirse por asamblea convocada. La
traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta (LXX),
utiliza el vocablo para traducir la qahal
hebrea, asamblea de los santos que constituyen el pueblo de Dios, los justos de
Israel. Pero ekklesía no es un
término derivado específicamente del ámbito religioso o litúrgico. El Imperio
Romano utilizaba la palabra para designar la asamblea de pobladores debidamente
convocada que, junto con la boulé
(consejo), expresaban la voluntad del pueblo (demos).
Para Mateo, esta Iglesia no puede ser derrotada por las puertas del Hades (pule Hades según el texto original
griego que algunas versiones traducen como el poder de la muerte). Esta expresión es una sinécdoque. En este
caso, las puertas designan la totalidad del Hades, como sucedía con las
ciudades antiguas que, al tener grandes pórticos de entrada (por ser
amuralladas), podían ser identificadas por sus puertas. La puerta de la ciudad
era el símbolo de la ciudad misma. También, en un segundo nivel, las puertas
son la fuerza de la ciudad. Cuando se atacaba un lugar, el hecho de derribar
las puertas era la certeza de que la batalla estaba ganada y ese lugar iba a
ser conquistado. Una puerta fuerte, difícil de derribar, corresponde a una
ciudad fuerte. Las puertas del Hades son el Hades con toda su fuerza. Hades (el infierno de la mitología
griega) es el vocablo que la LXX
eligió para traducir el hebreo Sheol,
sitio de la cosmogonía hebrea donde terminaban todos los humanos al morir,
lugar de oscuridad debajo de los mares, donde los muertos están concientes de
la sombra que los rodea como en un estado de suspensión. El Sheol es la cueva final donde la
esperanza se acaba. Allí sólo resta esperar, a tientas, que Dios se digne a
visitar a los muertos para sacarlos de su estado. La Iglesia , según Mateo, es
más fuerte que eso. Está para prevalecer sobre esa fuerza de la desesperanza. La Iglesia es más poderosa
que la muerte. Por eso puede ser una alternativa a la sociedad imperial que
propaga la opresión con sus legiones militares.
Pedro, y con él toda la comunidad eclesial, tiene las llaves del Reino (las
llaves de la puerta, aunque no se diga explícitamente). Pedro tiene toda la
fuerza de la Iglesia. ¿Y eso qué significa? Un texto clave para entender el
significado de las llaves es Is 22, 22, en el oráculo que habla sobre Eliaquím:
“Pondré sobre sus hombros la llave de la
casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo
abrirá”. Eliaquím recibe las llaves davídicas, por lo tanto, tiene
autoridad para abrir y para cerrar. Pedro, por la revelación de Jesús como
Mesías e Hijo de Dios, puede abrir la comprensión del Reino a los demás. Toda
la fuerza de la Iglesia es la potencia para proponer un modo de vida
alternativo desde la perspectiva del Reino. Hay un reino que es de muerte (el
reino del Hades), pero la
Iglesia tiene las llaves para abrir el Reino de la vida,
mucho más poderoso. La función primordial de Pedro es transmitir vida, ser un
generador de espacios de comunión que se enfrenten al Hades, a la muerte, al
poder opresor. No son las llaves de una puerta real, como muchas veces se
interpreta, aplicando a Pedro (y sus supuestos sucesores) la capacidad de vender
parcelas en un cielo post-mortem. Son llaves como responsabilidad, como
obligación eclesial de hacer el Reino más cercano a todos, más entendible, aquí
en la tierra, ahora. La dicotomía tierra-cielo con la que juega el lenguaje de
este versículo no es dicotomía en realidad, sino más bien una descripción de
los extremos que encierran la totalidad. Si se interpreta como dicotomía,
entonces el cielo no tiene nada que ver con la tierra, y la historia es sólo un
paso que hay que soportar; pero sin dicotomía, tierra-cielo es el universo
creado, y la historia es un componente objetivo para nosotros de la gran
realidad que no podemos abarcar por completo, pero que podemos transformar con
la fuerza de la comunión.
Del mismo modo, el poder de atar y desatar (relacionado al poder de
abrir y cerrar) está en oposición a la destrucción que disemina el Hades. Así
como Pedro recibe el encargo, en Mt 18, 18 es toda la comunidad eclesial la que
recibe el mismo poder de atar-desatar. Toda
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