“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”.Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”. El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: Mi señor tardará en llegar, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
El texto de hoy es relativamente largo para la liturgia y difícil de
estructurar internamente. A primera lectura da la impresión de constituir un
rejunte de ideas y frases de Jesús con un cúmulo de imágenes simbólicas y
metafóricas. Lamentablemente, a primera lectura se conforma como un texto
ininteligible y de difícil acceso desde nuestra cultura. Las imágenes y
metáforas necesitan ser explicadas y situadas en su contexto socio-histórico,
la referencia al castigo por parte del amo debe ser tamizada y adecuada, la
concatenación de la argumentación necesita una línea interpretativa que la
relacione. En definitiva, es un texto difícil hoy que no lo era hace dos mil
años. Es una perícopa enredada para nosotros y simple para la comunidad lucana.
Se pueden encontrar paralelos en Mateo, precisamente en Mt 6, 20-21, referencia
a la acumulación de tesoros que no pueden ser robados, y en Mt 24, 43-51, sobre
la parábola del mal servidor que se aprovecha de la ausencia de su amo y es
sorprendido por el regreso del mismo. Como vemos, aquello que en Mateo está
rotundamente separado, por casi un libro de distancia, por dieciocho capítulos,
en Lucas constituye una seguidilla.
En el texto se suceden imágenes metafóricas que desarrollan el contenido de
la enseñanza, con una cadencia que pareciera desordenada o arbitraria, pero que
guarda sucesión:
a) Polillas y ladrones: las primeras imágenes tienen que ver con
el tema que ocupa casi todo el capítulo 12, sobre las riquezas en la visión
humana y en la visión divina. La orden es terminante: vender los bienes y
darlos como limosna. En la lógica del Reino no son necesarios, más bien
estorban. En contrapartida, deben construirse bolsas que no se vuelvan viejas, según el original griego palaioo me, o sea, que no se desgasten y se rompan con el paso del
tiempo, como muchas veces sucede con las riquezas materiales que, al cambiar la
moda, se vuelven insuficientes para la satisfacción del cliente, obligando a
entrar en una moda de cambio y recambio que es círculo vicioso. Estas bolsas
particulares tienen la ventaja de acumular un tesoro que ni las polillas ni los
ladrones pueden maltratar. Son bolsas que resisten la embestida del mundo y por
eso pueden estar junto al corazón, o mejor dicho, el corazón puede estar en
ellas.
b) Cinturón y lámparas: la expresión sobre estar ceñidos se
refiere a tener ajustado el cinturón que, comúnmente, en un lugar donde es
habitual el uso de la túnica larga, se vuelve cotidiano. Quien tiene ajustado
el cinturón, evita enredar sus pies con la túnica y es capaz de realizar
movimientos sin obstáculos. Los ceñidos están dispuestos a trabajar, a
diferencia de los no ceñidos, que parecieran estar holgazaneando, confiados en
que nada nuevo sucederá. De la misma manera, la idea de las lámparas encendidas
tiene que ver con la atención puesta en una tarea. Encienden sus lámparas para
esperar los que saben que, aún siendo de noche, aún en la oscuridad, hay
alguien que viene. Como los hombres que esperan el regreso de su amo, para
abrirle inmediatamente, sin perder tiempo. Sólo los ceñidos y de lámparas
encendidas pueden abrir rápido la puerta. En términos cristianos, sólo los que
se desprenden de los bienes materiales pueden estar plenamente disponibles para
recibir a su Señor.
c) Cuidado con los
ladrones: el material
con el que se construían las casas de Palestina no era, en absoluto, concreto,
y podía ser fácilmente horadado. De tal manera, un ladrón no muy entrenado, no
necesitaba demasiado tiempo para perforar la pared de la habitación que quería
robar. Obviamente, como recalca Jesús, si el dueño de la casa supiese a qué
hora le agujerearán la pared, estará allí para sorprender in fraganti al malhechor. Como, normalmente, el dueño de casa no lo
sabe, debe tomar precauciones. El discípulo tampoco sabe a qué hora ni qué día
volverá el Hijo del Hombre, y por eso se ve en la obligación de estar siempre
atento, siempre en alerta. La imagen, para nada intenta comparar al Hijo del
Hombre con un ladrón, sino que busca explicar plásticamente el sentido de la
espera frente a lo desconocido. Para esperar lo que no sabemos con precisión,
es necesario tener ceñido el cinto y las lámparas encendidas.
d) Los riesgos de
aprovechar la demora: cuando Pedro le pregunta a Jesús si esas palabras que pronuncia son
advertencias generales (para todos) o advertencias discipulares (sólo para
ellos), el Maestro esquiva la
pregunta y cambia el planteo. No le responderá directamente a Pedro, no le dirá
que habla para todos ni para unos pocos. En cambio, le contará la historia del
servidor que, creyendo que el amo demoraría, se aprovechó de la situación para
golpear y emborracharse. Como era de esperarse, el amo volvió en el momento más
inoportuno de su juerga, demostrándole que no tenía sentido aprovecharse de la demora. Hasta aquí,
el mensaje para Pedro es que, en lugar de preocuparse por dividir entre los de
afuera y los de adentro, debe preocuparse por la venida del Hijo del Hombre, y
más aún, preocuparse por la situación que le toca ocupar, situación discipular,
ya que aquel que tiene más conocimiento (discípulo), está obligado a rendir
mayor cuenta, a diferencia del ignorante que actúa por la misma ignorancia. Si
el cristiano sabe que el Hijo del Hombre volverá, deberá ser tan precavido como
el dueño de la casa que sabe que vendrá el ladrón.
e) Los bienaventurados: más allá de las bienaventuranzas que
Lucas agrupó en Lc 6, 20-23, tenemos dispersas en medio del libro algunas más,
como las relacionadas a María (cf. Lc 1, 45.48), a los que no se escandalizan
de Jesús (cf. Lc 7, 23), a los dichosos que ven las obras jesuánicas (cf. Lc
10, 23), a los que oyen la
Palabra y la ponen en práctica (cf. Lc 11, 28), a los que
invitan al banquete a aquellas personas que no pueden retribuirle la invitación
(cf. Lc 14, 14), y las que recopila la perícopa de hoy. Se llama bienaventurados a los siervos que son
encontrados sirviendo por su señor, sobre todo si el amo llega en la hora menos
pensada y, contra todo pronóstico, los encuentra ejerciendo la diakonía en la medianoche o en la
madrugada. Serán ellos los que recibirán el gozo de ser servidos por su Señor,
y en ese servicio reconocerán que no se han convertido en amos, sino que les
está siendo dado aquello que dieron. Son bienaventurados porque han comprendido
y aprehendido la dinámica del Reino: el servicio. Como María, como los que no
se escandalizan de Jesús, como los que ven al Maestro y lo entienden, como los
que oyen la Palabra
y la ponen en práctica, y como los que realizan acciones en vistas a los marginados,
son bienaventurados los que esperan confiados y atentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario