Voy a estar colgando algunas postales de un libro escrito que es preferible poner en la web, para no perder tiempo respecto a las editoriales empecinadas en publicar lo que se vende, no lo que es interesante. Aquí quizás tenga más provecho.
La expresión Reino de Dios, o su
equivalente Reino de los Cielos,
aparece 14 veces en el Evangelio según Marcos, el relato más primitivo de los
cuatro Evangelios y el que inaugura el género literario. Mateo conserva 37
veces la frase, lo cual lo posiciona como el que más la menciona. Lucas tiene
32 apariciones en lo que sería, propiamente, el Evangelio, más otras 8 veces en
Hechos de los Apóstoles, considerado de su autoría. Finalmente, el Evangelio
según Juan es el más escueto, con apenas 2 menciones a la expresión, concentradas
en una sola escena del capítulo 3 del libro (y tres menciones más en un
versículo del capítulo 18, pero sólo con la palabra Reino).
Esta rápida mirada revela que el Reino de Dios es un tema interesantísimo
para los Evangelios Sinópticos, pero con diferente alcance en la obra joánica. Como
veremos más adelante, Juan tiene otra preocupación donde focalizar su atención,
y eso lo lleva a reinterpretar el concepto del Reino. En cuanto a los
Sinópticos, si bien coinciden ampliamente en su visión del Reino, cada uno
aporta un matiz particular. Los tres se remontan al Jesús histórico que dijo e
hizo según el Reino, pero el paso del tiempo y el desprendimiento progresivo
del cristianismo que fue dejando de ser parte del judaísmo, minó la relación de
raíz que vincula la prédica de Jesús con el judaísmo. Porque, primeramente,
Jesús aprendió de qué se trataba el Reino de Dios según la visión de la
teología judía, que lo propone como una situación escatológica donde Yahvé
reinará sobre todas las naciones elocuentemente, de manera que todos los seres
humanos no tendrán otra opción que reconocer su realeza y peregrinar, en masa,
al Templo de Jerusalén, para adorar al verdadero Dios. Esta es la concepción
general sobre el Reino en tiempos de Jesús. Posteriormente, suponemos, Jesús
tamiza esta visión con los profetas de Israel predicadores de la justicia
social. Entiende, entonces, que el Reino es algo más que una peregrinación
escatológica de pueblos hacia el reconocimiento de la grandeza divina. El Reino
tiene que ver con la vida para los pobres y oprimidos. Si Israel se convierte
al verdadero Reino, si libera al esclavizado, si rompe las cadenas de los
esclavos, si eleva al marginado, las naciones la reconocerán como la concreción
histórica del proyecto paradisíaco. Y allí ocurrirá la peregrinación
escatológica. Por eso Jesús concentra su ministerio en Palestina. Él ha sido
enviado a las ovejas perdidas de Israel (cf. Mt 15, 24). Cuando Israel se
convierta, el mundo se convertirá.
Las primeras comunidades cristianas pudieron seguir apegadas a esta visión
por un tiempo, mientras permanecían vinculadas fuertemente al judaísmo, pero
con la apertura que significó la creación de comunidades fuera de Palestina, y
el influjo de los heleno-cristianos, la idea de convertir a Israel primero se
fue desvaneciendo. Allí se enmarcan los intentos de los evangelistas por
presentar el Reino de Dios en sus libros. Quizás sea Mateo el más sensible a
este hecho y el que más tiempo dedique a dejar en claro cuáles son los procesos
históricos del Reino, pero Marcos no escapa a la realidad cuando relaciona el
Reino con el martirio, ni Lucas remarcando la importancia de los pobres en el
Reino. Juan, más alejado de los Sinópticos en época de composición y en tópicos
abordados, se permite abandonar el
concepto en los vocablos específicos y transformarlo por otros más relacionados
a la salvación y a la vida eterna. De todas maneras, hay un hilo conductor en
los cuatro Evangelios que es el reinado de Jesús. Cada evangelista acentúa de
distintas formas la calidad de rey del Mesías, del hijo de David, y con eso,
indirectamente, están hablando del Reino de Dios. Porque el término reino, más allá de nuestras nuevas
tendencias teológicas que lo replantean, en el siglo I d.C. sigue
representando, simbólicamente, un orden/espacio con un rey/monarca. Para los
cuatro Evangelios ese Rey del Reino de Dios es Jesús.
Sí me he percatado de algo en la investigación y en la escritura que
demandó este texto: aunque en el siglo I todavía se pensaba el reino con el parámetro de orden y de
rey, Jesús ya había instado cambios de paradigmas. El Reino de Dios predicado y
practicado por Jesús obliga a transformar todas las perspectivas hacia esos nuevos
paradigmas: la universalidad (no hay judíos y paganos en términos de salvación),
la transversalidad (no hay sacro y profano como espacios de acción de lo
religioso), la destrucción de lo profesional (no son necesarios los
profesionales de la religión porque todo ser humano puede conectarse con Dios),
y la predilección (pobres, marginados, excluidos, parias y oprimidos van por
delante).
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