El país polarizado
Hay una situación actual de la teología argentina, hecha por argentinos, que me preocupa hace bastante tiempo. Es una situación que tiene mucho que ver con el estado de lo político en Argentina, con la polarización y con el conflicto social que excede el ámbito puro de los partidos políticos llegando a insertarse en casi todos los ámbitos de la vida de este país.
Para los familiarizados con esta situación a la que me refiero, es fácil detectarlo; para los que no, puede resumirse de la siguiente manera: en Argentina hay dos facciones en un enfrentamiento irreversible; por un lado los adherentes al proyecto y modelo llevado adelante por el matrimonio Kirchner en su paso y permanencia en el poder ejecutivo desde hace casi diez años; por el otro lado los opositores acérrimos a ese proyecto y modelo. El problema no está en que existan las dos facciones, sino en que su polarización es extrema y el nivel de agresividad está creciendo en una escalada que ha alcanzado un punto irreversible. Ambas facciones tienen fanáticos. Eso también es un problema. No hablamos sólo de adherentes, sino de un fanatismo que ciega y que no deja espacio a la reflexión ni al diálogo sincero y real. Hay fanáticos K, podríamos decir, y fanáticos anti-K. Los primeros defienden todo lo que sale emanado del ejecutivo y de la cohorte kirchnerista; los segundos atacan todo lo que sale emanado del ejecutivo y de la cohorte krichnerista. No hay tintas medias, no hay grises. Y el fenómeno excedió a los partidos políticos, o a aquellos tradicionalmente más involucrados en el partidismo; es un fenómeno que llegó hasta los núcleos familiares, de manera que hermanos no se hablan más a causa de este enfrentamiento, o amigos dejan de juntarse regularmente por este conflicto. Como cualquiera con memoria y reflexión puede inferir, el punto de no retorno lleva, indefectiblemente, a una violencia que va a estallar. Lo sabemos por la historia pasada.
Ahora bien, el problema de la teología en Argentina es que se ha polarizado perdiendo lo que considero son dos características básicas de la teología: la crítica y la profundidad. Vayamos a la representación básica y esquemática. Existe un grupo de teólogos adheridos al proyecto krichnerista, en este punto ya fanáticos del kirchnerismo. En la otra facción existen los teólogos anti-kirchneristas; los católicos, en su gran mayoría son fieles y leales a todo lo que emane de la Conferencia Episcopal Argentina y del Vaticano. En el medio hay teólogos interesantísimos y teólogos grises. Los interesantes, que aún conservan la crítica y la profundidad, son los menos. Los grises son varios. Se podría caracterizar cada grupo así:
a) Teólogos K: consideran que el proyecto kirchnerista (llamado “nacional y popular”) es una expresión de los anhelos setentistas de la teología de la liberación. Interpretan que las legislaciones de estos últimos diez años y la política económica abordada son expresiones de un posible avance del Reino de Dios. Hasta se podría decir que es una epopeya, donde el kirchnerismo revirtió la crisis 2001-2002 del país restituyendo la dignidad de los pobres, y por esa restitución de la dignidad de los excluidos, puede hablarse de una afinidad con el Evangelio.
b) Teólogos anti-K: los católicos adhieren bastante al neo-conservadurismo eclesial llevado adelante por el Vaticano en este último tiempo. Ven el kirchnerismo como una amenaza, al igual que sus pares latinoamericanos pueden ver los gobiernos populistas de la misma manera. Temen que el avance del poder K ataque privilegios eclesiales de antaño. Y temen que el impulso a determinadas legislaciones (matrimonio igualitario, igualdad de género) socaven el pilar teológico-pastoral de la familia que sostiene la institución. Para ellos, Reino de Dios y Evangelio es lo mismo que Iglesia.
c) Teólogos interesantes: muy pocos, casi contados con los dedos de la mano. Son capaces de criticar con altura el modelo kirchnerista y criticar la institución eclesial. Rescatan lo positivo de estos diez años en materia política, pero pueden denunciar lo que esconde el modelo. Al mismo tiempo no escatiman las posibilidades para hacer saber a la Iglesia qué prácticas y qué visiones se oponen tajantemente al Evangelio. Tienen una visión particular del poder que se fundamenta en la visión de poder que tenía Jesús.
d) Teólogos grises: daría lo mismo que estén o que no estén, que hablen o que no hablen, que escriban o que no lo hagan. Son los repetidores. Dicen lo mismo que ya se ha dicho con otras palabras. No innovan en la teología por temor. Tienen la tendencia a buscar una comodidad ideológica que no comprometa. En política no se meten. En organización eclesial tampoco. Ni fríos ni calientes.