17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”. 18 Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. 19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. 20 El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. 21 Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. 22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. 24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. 26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. 27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.28 Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. 29 Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, 30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna”. (Mc. 10, 17-30)
17
Vamos a introducirnos a una escena muy conocida, muy utilizada
pastoralmente, muy clave en el análisis teológico de la relación entre Jesús,
el cristianismo y las riquezas. Seguramente, Marcos la ha heredado y la integró
en esta sección para dar su visión del tema. Seis términos en griego aparecen
sólo en esta perícopa y el autor no los utiliza en ninguna otra parte de su
libro, dando cuenta de esta herencia que ha recibido narrativamente. Sí ha
añadido un inicio particular que entronca la escena con el contexto general de
su relato: Jesús está en camino.
Nos encontramos muy cerca del final de esta sección de enseñanza
discipular. Ahora toca el momento de abordar la cuestión de las riquezas. En
general, Marcos ha dado su visión presentando un Jesús marginal con los
marginados, pero ahora se focalizará en el tópico para que Jesús diga, en voz
alta, su pensamiento sobre ricos y riquezas.
Para eso se nos introduce al hombre desesperado que viene corriendo y se
arrodilla para preguntar algo. No sabemos nada de él. El autor tampoco se gastará
en describirlo. Puede ser un hombre que ha pasado noches enteras en vela
intentado resolver el problema que tiene en su corazón. La pregunta sobre la
vida eterna, sobre cómo llegar a ella, desvela a más de uno, y en su
desesperación, es una pregunta de esperanza, una pregunta que da por sentada la
eternidad, da por sentado al Dios de la vida, incapaz de dejar en el polvo su
Creación. Pero también puede tratarse de una pregunta que esconde una
interpretación farisea sobre cómo negociar con Dios una recompensa por las
buenas obras.
El hombre trata a Jesús de maestro
bueno. No es un título ni un
tratamiento acostumbrado en el judaísmo. Suena a adulación en vistas a obtener
una respuesta favorable, pero no se puede descartar la oportunidad de la
sinceridad, de que realmente el hombre considerara bueno a Jesús, más que bueno
que los otros, y por eso digno de ser llamado así. Para la cuestión
exclusivamente narrativa, el calificativo dará pie a un desarrollo teológico
que expondremos a continuación: si sólo Dios es bueno, toda la bondad en el
mundo se remite a Él, y el ser humano puede ser multiplicador de esa bondad.
La pregunta que abre la discusión es de las más profundas que pueden
hacerse: cómo vivir eternamente, cómo estar en la plenitud de Dios para siempre.
Aquí, la vida eterna es equivalente a esa proyección escatológica de estar
siempre con Dios, siempre en su presencia, llevando la vida humana a su máxima
realización. Se remite a un estado de felicidad imposible de describir, pero
anhelado por todos. Por eso podemos creer que es una pregunta con esperanza la
del hombre desesperado. Se asume que hay una continuación de la vida más allá
de la muerte y de esta existencia terrenal, y se asume que esa vida plena y
maravillosa puede heredarse. No como una herencia donde el dueño decide sobre
sus propiedades con un notario, sino como herencia de amor, como suceso lógico
de entrega de lo que ya es en potencia. El hombre considera que esta heredad
puede estipularse desde cosas que se hacen. Si hago esto consigo aquello. En
principio es una visión mercantilista de la dinámica del Reino. En esta
percepción, la vida plena puede ganarse, o peor aún, intercambiarse a manera de
trueque con buenas obras.
Para algunos comentaristas, la pregunta del hombre puede leerse desde el
Sal 15, donde se inicia preguntando quién se hospedará en la Carpa del
Encuentro y quién habitará la Montaña. A continuación de las preguntas, el
salmista enumera quiénes tienen el honor de acceder a los lugares santos (Carpa
y Montaña): estos son los que practican la justicia, los que dicen la verdad,
el que no hace mal al prójimo, el que no embauca al inocente. El esquema es
similar a la escena de Marcos. Alguien pregunta cómo acceder/heredar las cosas
de Dios (vida eterna, carpa, lugares santos), y se le enumerarán una serie de
actos que están relacionados con esa herencia.
18
Esta respuesta de Jesús no es una regla comunitaria de no llamar bueno a nadie, ni tampoco es un rechazo
a su cualidad personal de bondad. Aquí hay un juego literario-teológico. Sólo
Dios es bueno porque la bondad del mundo sólo puede remitirse a su Creador. Los
seres humanos son buenos como expresión de esa bondad primigenia, así como se
entiende que el amor humano es una reproducción del amor de Dios. No hay una
contraposición entre humanos malos y divinidad buena. Jesús no está haciendo un
juego de oposiciones. Al contrario, se enfoca en la fuente de lo bueno.
A partir de ese enfoque será posible explicarle al hombre cuál es la
actitud de vida que se condice con la Vida Eterna. Jesús no se acepta a sí
mismo como fuente de la bondad ni como fuente de lo que dirá a continuación. La
fuente de la actitud que libera, que es actitud vital, actitud de proyección y
plenitud, es Dios Padre. Lo que Jesús presentará como modelo, como camino,
tiene su fundamento primero y último en Dios, porque de allí viene lo bueno.
Decir que sólo Dios es bueno, es
decir que todos somos buenos cuando
nos conectamos y reproducimos y multiplicamos la bondad de Dios.
19
Jesús le muestra el inicio del camino al hombre: los mandamientos. No están
todos los que conforman el clásico y mal llamado decálogo (cf. Ex 20, 2-17 y Dt 5, 6-21). Es notorio en este pasaje
del Evangelio la falta de los primeros mandatos, los que tratan sobre la
relación humano-Dios: “No tendrás otros
dioses fuera de mí” (Ex 20, 3), “No
pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en falso” (Ex 20, 7a) y “Recuerda el día del sábado para
santificarlo” (Ex 20, 8). La enumeración de Jesús se limita a recordarle a
su interlocutor aquellos mandamientos que regulan la relación del ser humano
con los otros seres humanos, ya sean éstos compatriotas, vecinos, esposos,
familiares o cualquier otro prójimo. Ante la pregunta sobre lo que se debe
hacer para alcanzar la vida eterna, Jesús presenta la legislación de la
fraternidad, el estatuto del amor al otro.
Coinciden casi todos los hombres y mujeres en lo amoral del asesinato, el
adulterio, el robo, el falso testimonio, la injusticia y la deshonra de los
padres. Este mínimo imponible es
mínimo porque está legislado, porque pudo ser expresado en frases concretas
imperativas, y es imponible porque resulta intrínseco a la naturaleza humana. Antes
que preguntarnos por qué no se debe matar, por qué no se debe robar o por qué
no se debe cometer adulterio, es conveniente entender que no matar, no robar y
no cometer adulterio son las maneras mínimas de amar. Por eso hablamos del
inicio del camino. Jesús no está cerrando el tema, sino abriéndolo. Lo veremos
en los versículos siguientes.
La vida es mucho más que este cumplimiento específico de seis mandamientos,
por más antiguos y lógicos que resulten. La vida es más que sobrevivir. El
pensamiento mercantilista lleva, indefectiblemente, a la existencia mínima, a
hacer lo justo y necesario, a no regalar nada, a intercambiar la posibilidad de
ser felices dándose por la comodidad de guardarse todo. Una vida de
supervivencia religiosa no es digna. Una vida entregada sólo a los
mandamientos, cumplidos como una lista de agenda, no está ni remotamente a la
par del camino del discipulado. La vida que se vive así, entre los mínimos
imponibles, es una vida muy cercana a la muerte, y por lo tanto, muy lejos de
la Vida Eterna, que es la expresión simbólica y sacramental de la vida más
plena a la que podemos aspirar.
20
El hombre lo puede decir con claridad: ha cumplido esos mandamientos
respecto al prójimo. Desde joven ha sido un cumplidor. Hasta aquí, Jesús no le
ha dicho nada nuevo. No sabemos si eso tranquiliza o desespera aún más al
interlocutor. ¿Esperaba esta respuesta? ¿Se queda tranquilo sabiendo que lo ha
cumplido todo? ¿O realmente conoce la limitación de esta visión religiosa? Si
ha llegado hasta el Maestro para preguntar, debemos suponer que ese
cumplimiento no le bastaba, o al menos, no de la daba la seguridad suficiente
como para seguir haciéndolo sin cuestionarse.
21
Jesús, mirándolo amándolo, mirándolo con amor, amándolo con la mirada, le
dio la clave hermenéutica para su vida. Todo lo anterior fue un preparativo. La
teología del Dios bueno y la enumeración de los mandamientos apuntan a este
momento, a este versículo. Se ha discutido sobre la generalización de lo que
dice Jesús aquí: ¿es sólo para el hombre de la perícopa? ¿es una enseñanza para
todos los discípulos? ¿es una exigencia exclusiva para los más íntimos del
discipulado? El contexto es el camino de subida a Jerusalén, y este camino es
para los que intentan ser discípulos, y dentro de estos discípulos hay variedad
de formas de seguimiento, pero los principios básicos son para todos.
Quien está encaminado desde los mandamientos tiene que dar un paso más para
avanzar desde la supervivencia a la vivencia plena: vender los bienes y
dárselos a los pobres. En nuestras mentes sabemos que el hombre era rico porque
conocemos la escena, pero hasta aquí el texto no lo ha dicho. Es un hombre
cualquiera con una duda existencial a quien el Maestro le indica como camino de
plenitud el acto de despojarse. Y no es cualquier despojo: se trata de venderlo
todo para darlo a los pobres. No debemos olvidar la hipérbole semítica que está
siempre presente en los dichos de Jesús: venderlo todo puede significar
quedarse sin nada, pero hiperbólicamente, puede significar vender lo que sobra.
Más adelante, Pedro reforzará la idea de que no es una hipérbole cuando
pregunte qué pasará con ellos que lo han dejado todo para seguir a Jesús.
Aunque los historiadores creen entender que Pedro presenta una visión idealista
más que real del despojo que realizaron para embarcarse en el discipulado.
Volviendo al hombre, la exigencia no queda en vender y dar, sino que se
continúa con un ven y sígueme,
clásica expresión de llamado vocacional. Si el hombre ha preguntado sobre el
camino que conduce a la plenitud, debería estar dispuesto a recorrer ese camino
explícitamente, y el seguimiento de Jesús real, no tácito, es lo objetivo. El
discipulado aparece, así, como camino de vida eterna. Recordemos que el
concepto de esta vida eterna no es para después de la muerte, sino como inicio
de una vida que se va haciendo más plena aquí y ahora.
El tesoro en el cielo no es, específicamente, la contraposición entre las
alturas de Dios y la tierra de los humanos. No significa que el hombre vende
aquí para comprar allá. El tesoro en el cielo es esa posibilidad de una vida
plena en la presencia activa y amorosa del Padre. El cielo es la imagen para ese
lugar/estado de Dios. Allí pone el ser humano su tesoro cuando se embarca en el
discipulado con las exigencias propias del abandono de los bienes. Un tesoro en
el cielo es una cercanía a Dios que es ahora y que es herencia, como el tesoro
es un bien de ahora, pero también para después cuando está guardado. Tenemos
que hacer hincapié en la imagen simbólica para entenderla como tal y no entrar
en un nuevo mercantilismo. Jesús no suplanta la mirada comercial inicial del
hombre por una nueva mirada también comercial y especulativa donde se vende
algo para comprar otra cosa. Tener un tesoro en el cielo es estar confiando en
Dios activamente, siguiendo a Jesús, marginándose.
22
El hombre se entristeció y se fue. Era un hombre rico, con muchos bienes.
La respuesta que vino a buscar lo sobrepasó. Jesús le exigía pasar de una
supervivencia religiosa, que era cómoda, a una vivencia total de lo
trascendente, que implica dejarlo todo. No pudo hacerlo. No sabemos si lo hará
más adelante. El Evangelio no vuelve a dar cuenta de él. Ensombrecido se
marcha.
23
El relato aprovecha para pasar a la opinión de Jesús. En definitiva, la
narración parecía apuntar a ese lugar: ¿qué dice Jesús de las riquezas? Dice
que es difícil que un rico entre al Reino de Dios. Pero más que difícil parece
imposible, porque resulta más probable que un camello atraviese el ojo de una
aguja. Por lo tanto, la afirmación de fondo es que las riquezas impiden el
acceso al Reino. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cuál es el sustento teológico de
Jesús para tan categórica afirmación? Se esperaría que, en un contexto
fuertemente religioso como lo era Israel, Jesús propusiera, como los demás
maestros de su época, parámetros morales de salvación/condenación. Podrían
entrar al Reino los probos, los puros en sus actos, los fieles a la Ley. Sin
embargo, Jesús expresa abiertamente que el rico queda fuera.
El hincapié en el tema de las riquezas como dato positivo (o negativo)
pertenece a la mejor tradición profética del Antiguo Testamento. Los profetas
de Israel han denunciado la idolatría religiosa, las faltas morales de sus
monarcas, pero sobre todo, la injusticia social. El sólo hecho de que unos
pocos tengan demasiado, en derroche, y otros pasen hambre, es signo evidente de
que las cosas no están funcionando, y que se está contradiciendo el proyecto
original de Dios. Ese proyecto tuvo siempre como referencia al Génesis, el
Jardín del Edén, Adán y Eva antes del fruto. Más allá de todas las
connotaciones teológicas que pueden extraerse de esa escena primigenia, podemos
decir que en el principio no había dinero y la economía no se dividía en clases
sociales. Adán y Eva (la humanidad) comen lo que hay en el Edén, gratuitamente
(por gracia), y no tienen otra posesión que a sí mismos y al otro, al
compañero. No hay una economía de ricos y pobres, sino una economía de la
gracia. Ya con Caín y Abel las cosas han cambiado: uno produce ganado, el otro
tiene producción agrícola. La irrupción de la economía del tener y el acumular
destruyó el ideal del Génesis, o sea, el sueño de Dios para la humanidad.
24
Los discípulos están sorprendidos por estas palabras del Maestro. La
opinión de Jesús sobre las riquezas es fuerte y toma una posición. La palabra hijos, única vez que se emplea en el
Evangelio según Marcos, introduce nuevamente el tema de la dificultad, esta vez
sin aclarar que es sobre las riquezas. El discipulado del Reino, el seguimiento
de Jesús, es difícil. La utopía, la Buena Noticia, la belleza de los milagros y
parábolas son reales, pero también hay una dificultad propia de una actitud de
vida que propone Jesús en un mundo con actitudes de muerte. En esa dicotomía,
tomar un lugar, una posición, es enfrentarse y luchar. Y la posición marginal,
adoptada por Jesús, implica decir algo respecto a las riquezas.
Sería hipócrita que Jesús predicara el Reino de Dios que predica y no
dijese nada al respecto. Estaría validando los reinos rapaces del mundo (en su
caso, validando al Imperio Romano). Roma necesita las riquezas para sostenerse;
necesita un estilo de vida para sus dirigentes, necesita fabricar armas para
sus ejércitos, necesita ostentar para que las demás naciones la vean y
tiemblen, necesita sobornar y comprar opiniones. Roma sin capital se cae a
pedazos. El Reino de Dios es diametralmente opuesto: si se sostuviese en el
dinero, sería una farsa. El Reino de Dios existe y se desarrolla en una
perspectiva de gracia, de gratuidades y de amor. Al contrario de nuestros
gobiernos (los de antes y los de ahora, dictatoriales o democráticos), el Reino
de Dios no necesita generar un poder económico (que siempre se genera a costa
de otros) para tener gobernabilidad. Por eso no necesita rodearse de ricos y
poderosos que aporten regularmente para campañas políticas o para sobornos.
25
Los rabinos conocen la expresión de un elefante y el ojo de la aguja. Jesús
habla de un camello. Se han analizado muchas variantes de este dicho. Algunos
creen que el ojo de la aguja es una
puerta de ciudad llamada así por su forma, y que los camellos no ingresaban
fácilmente porque les asustaba la puerta, pero jalando y maniobrando un poco se
podía hacer que entraran. Otros analizan la posibilidad de que los manuscritos
tengan un pequeño error de copiado y que, gracias a palabras similares, no se
hable del camello pasando por el ojo de una aguja, sino de una soga de barco
pasando por un orificio que se utilizaba para ella; otra tarea difícil, pero
posible. Como vemos, ambos análisis intentan recalcar que hay una dificultad
sorteable. La expresión que conservamos, en cambio, propone una dificultad
imposible. Nunca, por más esfuerzo y maña que empleemos, un camello atravesará
el ojo de una aguja. La imposibilidad parece tener más sentido para hacer
contrapunto cuando inmediatamente Jesús diga que para Dios nada es imposible. Esta
afirmación sólo puede entenderse como solución a una imposibilidad percibida
desde lo humano.
Es más fácil lo imposible que la asociación entre las riquezas y el Reino. Para
Jesús, la posesión material contradice y dificulta sobremanera la plenitud de
vida del ser humano. Por las posesiones se roba, se mata, se arman guerras, se
destruye al otro. Por las posesiones se olvida el ser humano de su prójimo. Por
las posesiones, unos tienen lo que a otros les falta. Por las posesiones hay
hambre, hay miseria y hay muerte. Las riquezas se convierten así en un motor de
potencia mortal. La acumulación de unos esparce la destrucción sobre millones. Si
la riqueza es, entonces, agente de muerte, nada tiene que ver con la vida del
Reino. A los ricos se les exige pasar de la muerte a la vida, de la riqueza a
la pobreza, de estar con lo que mata a estar entre los muertos, de victimarios
a víctimas. Es una conversión económica para pensar y sentir por fuera del
capital.
26
La pregunta de los discípulos es difícil de entender. No queda claro por
qué preguntan quién puede salvarse, en general, si Jesús ha sido claro hablando
de los ricos. No se comprende la generalización de un tema que está focalizado
en las riquezas. La respuesta por antítesis sería: los pobres pueden salvarse,
los que se hacen pobres por el Evangelio, los que no acumulan, los que no
despilfarran. Quizás, la pregunta encierra el verdadero asombro ante la
realidad de que la exigencia de vivir junto a Jesús es vivir despojado. En el
fondo los discípulos conocen la respuesta, y ese conocimiento los perturba.
27
La respuesta de Jesús también es extraña en el contexto. Parece que siguen
hablando en términos generales, cuando los versículos anteriores se refirieron
a los ricos y a las riquezas. Se asume un diálogo sobre la salvación en
general, y sobre la aparente imposibilidad de ser salvados de todos. Cabe la
posibilidad de que Marcos haya combinado dos textos aquí: uno sobre las
riquezas y sobre el hecho de que los ricos tienen vedada la herencia del Reino,
y otro sobre la salvación que viene de la gracia, y que nadie puede ganarse ni
merecerse, sino que proviene de la mano de Dios. Sobre este segundo punto, se
supone que el camello por el ojo de una aguja habla de todos los humanos frente
a Dios; es una cosa imposible acceder a la Vida Eterna en presencia constante
de Dios, pero esa imposibilidad propia de la naturaleza es vencida a propósito
por el Padre que reúne a sus hijos humanos y les da la posibilidad de disfrutar
la gracia en plenitud.
Podemos plantear, entonces, lo siguiente: si Marcos ha unido dos tópicos de
discusión diferentes, hay dos conclusiones para obtener. Se ha dicho una
palabra sobre las riquezas, y ha sido lapidante: las riquezas son un lastre
para el Reino, y quien no se desprende de ellas, como el hombre que consultó
primeramente, limita su plenitud de vida. Pero se ha dicho una palabra sobre la
salvación en general: es un tema de gracia, de regalo de Dios; no queda exenta
la participación y el compromiso humano (si los ricos no se desprenden de sus
riquezas…), pero teológicamente, estamos ante una imposibilidad que sólo puede
ser vencida por el amor de Dios.
28
Tras todas las fuertes declaraciones, Pedro le hace recordar a Jesús lo
acontecido en los inicios galileos, remarcando dos actitudes que podemos leer
en Mc 1, 18.20: dejarlo todo y seguirlo. Las llamadas vocacionales de
Simón, Andrés, Santiago y Juan cumplen con estas dos acciones fundamentales del
discipulado: dejarlo todo y seguir al Maestro. De la misma forma puede leerse
la vocación de Leví, el cobrador de impuestos (cf. Mc 2, 14), quien dejó su
situación anterior para seguir a Jesús. Pedro presenta a Jesús esa realidad. No
hace una pregunta directa, pero se sobreentiende que está buscando una
confirmación, una certeza, una esperanza.
Lo han dejado todo por Él, han abandonado sus vidas anteriores, se han
embarcado a la locura. ¿Hay algo al final del camino? ¿El seguimiento concluye
en algo bueno? Parecen preguntas desubicadas, pero el autor ha logrado poner en
evidencia el pensamiento y el sentimiento de muchos discípulos, de antes y de
ahora, y también de siempre. Es el sentimiento que aparece ante el abatimiento,
ante el desconcierto. ¿Vale la pena todo esto? En cierto modo, un objetivo
principal de la sección del camino del libro de Marcos es responder ese
interrogante. Ante la cruz y las persecuciones, esta comunidad cristiana se
está preguntando si realmente es provechoso dejar lo que dejan de lado por el
Evangelio. ¿La Buena Noticia tiene una luz al final del túnel? ¿Jesús vale lo suficiente
como para abandonar lo que uno era e ingresar a una redefinición de valores y
actitudes?
29
Esta es la primera parte de la promesa-afirmación de Jesús. Hay una
enumeración de cosas dejadas atrás por los discípulos: casa (entendida como
hogar, núcleo vital de crecimiento y desarrollo, conocidos y familiares,
seguridad en una sociedad fuertemente étnica), hermanos y hermanas (la doble
denominación incluye a las mujeres, considerando la familia ampliada típica de
Palestina, donde pueden incluirse primos y parientes lejanos), madre y padre
(nuevamente la doble denominación, incluyendo a las mujeres madres, siendo un
dato significativo en una sociedad patriarcalista), hijos (¿han dejado los
discípulos a sus hijos, los han abandonado por salir a los caminos? Ya veremos
que en el fondo de estas afirmaciones está la situación de la comunidad de
Marcos), campos o tierras (las propiedades los que las tenían, que seguramente
eran unos pocos, pero quizás en referencia a los ricos convertidos al Evangelio
en la comunidad de Marcos, que han vendido sus bienes para sumarse a la Iglesia
naciente). Unos manuscritos mencionan también a la esposa como algo dejado por
el discipulado, pero la mayor tradición opta por no incluirla.
Las cosas dejadas atrás más problemáticas son los hijos. ¿Puede ser que el
discipulado exija un abandono tan radical que implique el abandono de los
hijos? Debemos recordar que la comunidad de Marcos vive una tensión tan intensa
a causa de la persecución contra el Evangelio, que hasta en las mismas familias
unos entregaban a otros, los no convertidos a los nuevos cristianos, los padres
a los hijos, los hijos a los padres y los hermanos entre sí. De alguna forma,
quizás poco sutil y poco explicada, Marcos justifica a los que sufren esta
situación en sus familias: si sus parientes los entregan porque los dejaron atrás aceptando la Buena
Noticia, no hay que desesperar; es parte de la tribulación. El Evangelio, para
muchos, ha significado convertirse en renegados en su propia casa, expulsados
por sus padre, desconocidos por sus hermanos y hasta injuriados por sus hijos. El
autor resalta así lo que considera absoluto: Jesús y la Buena Noticia. Lo demás
es accesorio, prescindible. Marcos no invita a abandonar a la familia, sino a
poner por encima de la familia el Reino de Dios, como muchos de su comunidad lo
han hecho, sufriendo el destierro.
30
Retomando una expresión bíblica conocida, Jesús promete que vendrá el
ciento por uno (cf. 2Sam 24, 3; 1Cron 21, 3) en esta vida. La promesa no debe
ser tomada al pie de la letra. Es una hipérbole de las imágenes semíticas. Pero
sí debe considerarse como una promesa certera y una confirmación de que al
final del camino hay algo, a pesar de las tribulaciones. Hay casa, hermanos,
hermanas, madre, hijos y campos; no en bienes materiales; sino en su
significado profundo. Antes de abandonarlo todo, el discípulos consideraba que
esas cosas eran su vida; ahora recibirá una vida nueva donde probablemente no
estén esas cosas exactamente, pero sí las cosas que le volverán a dar sentido a
su existencia. Mejor aún, le darán sentido en medio de la persecución, en medio
de las dificultades. No serán hermanos nuevos, ni hijos nuevos, ni una nueva
madre, sino la potencia de sentido de esas cosas; puede que no sea una familia
real nueva, pero sí lo que significa tener una familia y hallar el sentido de
estar y permanecer en este mundo.
Por eso se prolongará hasta la Vida Eterna esta plenitud encontrada aquí. Al
no depender de lo material, sino del sentido de las cosas y del sentido que las
cosas dan a nuestra existencia, pueden proyectarse hasta el infinito. El
abandono de lo anterior es sólo el abandono de las cosas, arriesgando ese
sentido por otro sentido superior, liberador y abarcativo. La promesa de Jesús
es que, a pesar de todo, a pesar de la preocupación de Pedro, vale la pena
embarcarse, porque encontraremos una vida renovada, cargada de un nuevo
sentido, y aunque parezca que estamos solos, que todo lo que nos inspiraba se
quedó atrás, hay una nueva inspiración en el Evangelio, en el Reino, en Jesús
mismo.
hola Leonardo Como andas che... cuanto hace que estas en el sur, no estabas en el Chaco? yo estoy por Neuques este tiempo, unos tres meses
ResponderEliminarsaludos hermanos y que Dios te Bendiga
Adrian Roelly
En Chubut desde diciembre, casi un año ya. ¡Qué alegría saber de vos, Adrián! Un abrazo grande.
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